Escape de la bóveda

Dos caminos

Dánae llegó al borde del balcón y se detuvo por un momento, sus ojos recorriendo el vacío donde los niños habían saltado momentos antes. Su instinto cazador se activó de inmediato mientras su agudo olfato buscaba rastros del grupo. Respiró hondo, dejando que el aire de la zona le trajera cualquier pista que pudiera captar.

El aroma de los espíritus estaba allí, pero pronto se mezclaba con el hedor del metal caliente, el aceite y los residuos acumulados de las tuberías. Era una trampa natural, un caos de olores que dificultaba seguir un rastro preciso. Dánae entrecerró los ojos, frustrada. Sabía que estaban cerca, pero el olor de los drenajes y la calefacción hacía que su tarea fuera mucho más difícil.

—No se van a escapar tan fácil... —murmuró para sí misma, aferrando con fuerza el arma que llevaba.

Miró hacia abajo, calculando la distancia. Con movimientos fluidos, saltó desde el balcón con la misma agilidad y precisión que un depredador que conoce cada centímetro de su territorio. Aterrizó con una rodilla en el suelo, sin vacilar, y comenzó a descender por las estructuras de tuberías con una destreza que denotaba años de entrenamiento. Mientras bajaba, sus sentidos se mantenían alerta, sabiendo que en cualquier momento podría encontrarse con los fugitivos.

Mientras avanzaban entre las tuberías y los conductos de la base, Kira lideraba el grupo con su actitud despreocupada, aunque sus palabras dejaban claro que el peligro estaba a la vuelta de la esquina. El calor comenzaba a intensificarse, las paredes metálicas vibraban ligeramente por el paso del vapor a alta presión.

—Debemos tener cuidado ahora —dijo Kira con un tono más serio de lo habitual, mirando a los demás mientras caminaban—. Para llegar al drenaje, tendremos que pasar por debajo del horno de la calefacción.

Diaval lo miró, un tanto desconcertado.

—¿Y eso qué significa exactamente?

Kira hizo una pausa dramática, luego señaló hacia arriba, donde enormes conductos de metal conducían directamente a un gigantesco horno industrial.

—Si tenemos suerte —continuó—, saldremos directo a los drenajes completos. Pero si no... —Kira sonrió y se encogió de hombros—, habrá pollo asado. —Miró directamente a Diaval, refiriéndose a él.

Diaval le devolvió una mirada de incredulidad.

—No me hagas bromas ahora, Kira.

—¿Bromas? Yo nunca bromeo en situaciones de vida o muerte —respondió Kira, aunque su sonrisa seguía allí.

Ryuho suspiró, todavía adolorido, pero con suficiente energía para replicar.

—Conociéndote, Kira, es más probable que salgamos asados todos si seguimos tu plan.

Kira se llevó una mano al pecho, fingiendo ofensa.

—¡Ay, me rompes el corazón, serpiente! Solo trato de mantener la moral alta.

—Pues, prefiero que mantengas el calor bajo control —dijo Diaval, mirando nervioso hacia el horno mientras se aseguraba de que sus alas estuvieran bien pegadas a su cuerpo.

Kira dio un par de palmadas en la espalda de Diaval, empujándolo hacia adelante.

—Tranquilo, si algo sale mal, siempre puedo decir que fuiste un cuervo muy valiente.

Diaval, con una mueca de sarcasmo, miró a Kira.

—Oh, no te hubieras molestado entonces. Siempre es un consuelo saber que tenemos a alguien tan confiable a nuestro lado.

Ryuho, exasperado, levantó una mano para silenciar a todos de repente.

—¡Silencio! —susurró, mirando hacia atrás con los ojos bien abiertos.

El grupo se detuvo y aguzó el oído. Un ruido sordo y metálico se escuchaba a lo lejos, el sonido de pasos en el sistema de tuberías resonaba por el conducto. Kira frunció el ceño mientras observaba el oscuro túnel, el aire estaba cargado de tensión.

De repente, una figura apareció en la entrada del túnel. Era Dánae, descendiendo con agilidad de las tuberías, sus ojos fijos en el grupo mientras avanzaba con un propósito decidido. Su presencia causó un rápido cambio en la atmósfera; la confianza de Kira se desvaneció y la tensión aumentó entre los niños.

—¿Qué hacemos ahora? —murmuró Diaval, preparándose para cualquier cosa que pudiera surgir de la confrontación con Dánae.

Kira observó a Dánae con una expresión mezcla de sorpresa y preocupación, sabiendo que la situación había tomado un giro inesperado.

Kira, al ver a Dánae descendiendo con rapidez y con un aire decidido que prometía problemas, reaccionó de inmediato. Sin perder tiempo, giró hacia los niños, sus ojos reflejando una mezcla de urgencia y determinación.

—¡Corran, ahora! —gritó Kira con una intensidad que no admitía respuestas. Su voz retumbó en el conducto, llenando el espacio con una energía frenética. Luego, comenzó a moverse rápidamente, su figura se desvaneció entre las sombras y los tubos metálicos.

Diaval, Hiroshi, Natter y Ryuho intercambiaron miradas rápidas, sus rostros reflejando una mezcla de sorpresa y preocupación. Sin pensarlo más, comenzaron a seguir a Kira, sus pasos resonando en la estructura metálica del túnel mientras intentaban mantenerse al ritmo de su guía.

—¡No se detengan! —exigió Kira, girando la cabeza para asegurarse de que todos lo estaban siguiendo. La desesperación en su voz era evidente mientras continuaba su carrera. El calor y el ruido del sistema de calefacción aumentaban a medida que se acercaban, haciendo que el ambiente se volviera aún más agobiante.

Diaval, con sus alas recogidas y el cuerpo en tensión, corría a toda velocidad, esforzándose por mantener el ritmo. Sus ojos estaban alerta, escaneando el entorno en busca de posibles rutas de escape o peligros inminentes. Hiroshi, a pesar de su fatiga, se mantenía firme, su mente enfocada en la tarea de seguir a Kira y mantenerse a salvo. Natter, con su forma humana, corría con agilidad, sus sentidos agudizados por la adrenalina.

Ryuho, con su piel de serpiente aún adolorida, hizo un esfuerzo adicional para no quedarse atrás. El ruido del sistema de calefacción se hacía más fuerte, y el calor en el conducto era casi sofocante, añadiendo una capa adicional de dificultad a su escape.




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