–Fue un accidente. No estaba fingiendo– miento. Él se ríe.
–Como digas.– añade con voz pícara.
–Bien. Fingí, pero en mi defensa no quiero usar esta falda.– digo deteniéndome y soltando su mano.
–¿Por qué la usas?–
–Mi madre me obligó.– digo exasperada jalando mi cabello rubio artificial.
–Ahora comprendo. – menciona tomando mi mano nuevamente para seguir la marcha por el largo pasillo. –Tu madre te convirtió en una Barbie, por eso no te ves feliz.– expresa. –¿O me equivoco?– pregunta.
–No, no te equívocas. ¿Tan evidente es la situación?– cuestiono y él asiente.
Nos detenemos en una de las tantas puertas y él saca una llave de su bolsillo y abre la puerta.
–Supongo que traes que ponerte, sino este es el cuarto de mi madre, puedes tomar lo que quieras.–
–No tomaré nada que era de tu madre.– manifiesto.
La señora Rowling murió de una enfermedad rara hace un año, pero el alcalde ha mantenido en secreto la causa de la muerte.
–No hay problema con eso Maddi. No diré que lo robaste.– dice sonriendo.
–Ando ropa, no tomaré nada.– declaro y me dirijo al baño que espero mi madre no lo vea porque querrá remodelar el suyo.
Salgo del baño con mi cómodo pantalón, ese que no le gusta a mi madre. Veo a Christian acostado en la cama y con un libro reposando en su pecho. Me acerco y los tacones no producen ruido por la alfombra. Otra cosa que mi madre no tiene que ver. veo el título del libro: Escapa de A. N. Rowling.
–¿Ese libro lo escribió tu madre?– pregunto sorprendida y Christian se sobre salta. –Disculpa.– menciono.
–Lo escribió mi abuela, la madre de mi padre. Quiero regalártelo.– dice estirando su brazo, ofreciéndome el libro.
–No puedo aceptarlo.–
–¿Tu madre tampoco te deja leer?– dice alzando sus cejas divertido.
–Regla ocho: Solo leerás catálogos y revistas. La mujer no necesita libros que llenen su cabeza de cosas innecesarias, como las novelas y periódicos.– menciono sonriendo. Es una de las reglas estipuladas por mi madre.
–¡Espera!– exclama Christian con cara de horror. –Te lo estaba preguntando de broma y me sales con que tienes una regla que no te deja leer.– dice con sus ojos marrones abiertos como platos.
–Si es cierto y se te saldrán los ojos.– digo tomando el libro y escondiéndolo en mi bolso.
–Quiero estar más tiempo contigo. Si me lo permites.– plantea y yo me quedo pensando. ¿Para que querrá estar más tiempo conmigo?
»¿Hay una regla que no te deja estar conmigo?, ¿Estas repasando el manual DiLaurentis?– pregunta gracioso, entre una risa nerviosa y divertido.
–De hecho, si la hay.– menciono y él se sorprende más. Yo gozo ante su estado. -
–Estoy bromeando, no hay regla que prohíba estar con chicos. Es lo contrario: Regla dos: fuiste hecha para que los hombres te busquen.– Esta es más absurda que la ocho.
–Me intrigas.–
–Aunque no cumplo con esa regla.–
–¿No aceptarás mi invitación?– pregunta ladeando su cabeza, haciendo que su cabello castaño liso se deslice por su frente, haciéndolo ver atractivo.
–Si la acepto.– respondo.