- Consejera Zirca ¿dónde va tan apurada? - Me dice un miembro de los escuadrones letales encargado de la vigilancia de la sede.
- Voy a informar a Abtaca. – Respondo. - ¿A demás que hago yo respondiéndote? ¿Des de cuando mi persona debe de justificar mis movimientos delante de una clase inferior?
- Disculpe consejera Zirca. - Me dice el miembro del escuadrón. - Mi persona preguntaba por si necesitaba ayuda.
- Si necesitase ayuda tranquilo que se la pediría. ¡Fuera de mi vista! - Ordeno con satisfacción, pero con voz de enojada. - Siga con su patrulla.
- A sus órdenes consejera Zirca. - Me responde bajando su cabeza mientras se aleja por el pasillo.
Yo sigo con mi camino satisfecha de mi poder. Me encuentro en el centro de la ciudad de Nueva Denbek, ciudad que recibe el nombre de una de las ciudades más avanzadas del antiguo mundo. Des de aquí la Unión controla todo el continente renacido des de su sede, donde Abtaca se encuentra en el piso 100, de del cual divisa toda la ciudad y bastante terreno.
Nueva Denbek es la única ciudad industrializada de todo el continente, de eso ya nos hemos encargado nosotros, la Unión. Observo, mientras ando rápidamente por el pasillo acristalado, los polígonos y el humo que echan las fábricas. Esta es una ciudad contamina en la cual su aire es prácticamente mortal a largo tiempo. Por eso la Unión utiliza mascaras antipolución todo el rato. ¿Y qué pasa con los trabajadores? Que se jodan. Ellos son simples peones que utilizados por nosotros para construir una nueva civilización. ¿Qué más dará la muerte de unos cientos o miles de personas si la Unión consigue su objetivo? Son muertes necesarias, como cuando se debe enviar un mensaje urgente del cual depende la supervivencia de una civilización entera y se espolea al caballo hasta su muerte. Ellos son los elegidos para producir en las fábricas todo lo que necesita la Unión, es decir todos los habitantes del continente renacido, porque todos somos la Unión, para sobrevivir. Son los elegidos para morir.
Las calles de Nueva Denbek son escuetas y grises, si nada de vitalidad, y está hecho así para que sus habitantes deseen a la muerte, para que no tengan esperanzas de una vida mejor. Así trabajan en las fábricas de manera robotizada hastiadas del mundo. De hecho, los habitantes de la capital del Continente Renacido no tienen ningún derecho ni servició social. No tienen médicos ¿para qué?, ni farmacias, ni psicólogos, ni entretenimiento... nada.
Veo las nubes negras que siempre están por encima de la ciudad, en Nueva Denbek nunca sal el sol, todo está cubierto por la oscuridad. Los habitantes se desenvuelven con una escasa potencia de luz.
Cosa bien diferente es la sede de la Unión, por fuera es negra, como todos los edificios de aquí, pero por dentro hay vida, bueno si se puede decir vida a lo que hay aquí. Porque, aunque es verdad que sí que hay médicos y todo eso. La función principal de la sede es entrenar a los cuerpos de seguridad de la Unión y la investigación, y está no tiene lo que se considera ética. En los lugares más ocultos de la sede se efectúan cierto tipo de experimentos que a los que no son visionarios no verían con buenos ojos. Pero todo es per el avance de la humanidad y la supervivencia. Yo soy de las que opinan que no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos.
Finalmente llego a la inmensa puerta doble de roble, decorado con centenares de filigranas, que conduce a la sala donde generalmente se encuentra Abtaca, inmóvil en su sillón. Delante de la puerta hay dos guardias pertenecientes también a los escuadrones letales. La verdad es que no entiendo su función, ya que es prácticamente imposible que nadie llegue a esta planta, y anqué llegaran Abtaca los aniquilaría. Lodo d guardias me identifican solo con verme, se echan a un lado y me abren la doble puerta. Al atravesarla noto como se me escanea para detectar si voy disfrazada y soy en realidad una espía. Evidentemente paso el control, la verdad es que la sede está repleta de estos escáneres cosa que hace que sea muy difícil llegar aquí disfrazado, es otra de las medidas que no entiendo, pero el Abtaca así lo dispone ¿y quién soy yo para contradecir sus órdenes?
Esta es una sala muy espaciosa solo iluminada por unas antorchas diseminadas por toda ella. La verdad es que no se ve casi nada, pero eso es una medida más de seguridad. Sigo avanzando entre las columnas hasta que llego al asiento en el cual reposa Abtaca reposando su cabeza sobre su puño, observándome. Como es habitual lleva su gigantesca armadura, casco incluido, puesta. Ese casco le permite ver, entre otras muchas cosas, en la oscuridad sin ningún impedimento. El sillón en el cual está sentado es totalmente de bronce con diferentes cuerpos humanos dibujados en señal de admiración hacia el que está sentado.
- Que le trae por aquí Consejera Zirca? - Dice Abtaca con su potente voz femenina y masculina a la vez, que invade toda la sala. Cuando Abtaca habla todos escuchan.
- No encontramos por ningún sitio a XX1. Parece que se la haya tragado la tierra. - Le digo yo.
- Así que no me traes buenas nuevas. - Responde Abtaca. - Se lo vuelvo a pregunta. Que le trae por aquí Consejera Zirca?
- Vengo en búsqueda de guía y sabiduría. - Digo hincando una rodilla en el suelo. – Solo Abtaca tiene la capacidad suficiente para saber qué hace a continuación.