Narra Hino
Si las almas tuviesen color, creo que la mía sería azul. Quizá del azul del brillante cielo, el mismo que se destiñe en el mar, eterno ladrón de sus colores. Es el color de la calma y la confianza, de la estabilidad y la serenidad. Del océano y el cielo. De la libertad más ansiada y la lealtad más anhelada.
Es el color de mi ropa. De las túnicas élficas que visten los elfos de esta aldea, pues tenemos el don del agua, que se vincula al azul. Ella, tan moldeable y tan libre. Tan cambiante y a veces impredecible. Pero tan bella. Tan necesitada.
Ahora mi alma anhela teñirse desesperadamente del azul. Para impregnarme de esa serenidad y sobrellevar estos nuevos tiempos que cambian. Que ya no son como antes. Que ya no serán lo mismo.
Mi mirada baja hacia mi nueva túnica, la que me distingue como el nuevo líder de la aldea. Es de un azul más oscuro y tiene delicados patrones plateados que me recorren. Respiro profundamente, imaginándome que el azul entra en mi cuerpo y besa cada recoveco donde haya miedo.
Esta aldea, herida tras la guerra, necesita un líder que le ayude a reconstruirse.
Porque él ya no está. Porque Arno, quien lideraba la aldea de forma justa y valiente, ha dejado este mundo y nos hemos cubierto de un manto de dolor y pena. A veces aún me parece verlo recorriendo los senderos, serio e imperturbable pero con ojos que escondían una profunda tristeza. Su esencia y su aroma parece estar enredada todavía en sus pertenencias. En su casa.
En la propia aldea.
Doy un paso al frente, para ser oficialmente nombrado líder como él quería. Él me enseñó todo lo que sé. Él fue como un padre para mí, y ahora se encuentra tan lejos que no puedo alcanzarle. Vive ahora entre las estrellas, pero también en la brisa que me acaricia. O quizá ahora forme parte del mismo agua y fluya con ella, libre e imparable en un ciclo que no tiene fin. Quizá todos los elfos del agua, al final, regresamos a ella para fundirnos con la lluvia y los ríos.
Miro a mi aldea. A mis amigos, a mis vecinos y conocidos. En los ojos de todos veo seguridad mezclada con pena. Entre ellos, dos ojos del color de la miel se clavan en mí y sé que ella estará ahí para apoyarme.
Como siempre lo hizo.
Y sé que, para dar el siguiente paso debo dejar atrás el pasado, para que sus fantasmas dejen de perseguirme.
Hoy me despido de ti, Arno, para que puedas estar tranquilo allá donde estés. Tú, que estás en todo lo que veo y siento. En el agua y en el viento. En la tierra y en el mismo fuego.
Hoy te prometo liderar la aldea con tu fuerza y tu valentía. Hoy te prometo no rendirme aunque el dolor a veces me destroce. Aunque me haga caer. De mi alma hecha jirones sacaré ese azul que todos necesitan en estos nuevos tiempos.
Hoy, serás recordado y las huellas que dejaste se harán eternas para que nadie pueda olvidarte.
Hoy, seré nombrado líder y quiero que estés orgulloso de que vista el mismo azul que tú.