A Lenin le explicaron cómo lograron sus padres cambiar la identidad de Eliot y hacerlo pasar como hijo adoptivo de los tíos de la joven que habían aceptado criar al chico cuando estuviera por fuera de la academia.
Eliot desde muy pequeño había entendido que sus padres biológicos hacían todo aquello para protegerlo a él y a Lenin. Así que el joven cooperó para facilitar las cosas y mantuvo su verdadera identidad en secreto de su hermana menor y se hizo pasar por su primo.
Pero, por lo que le contaron a Lenin, el último año fue bastante difícil para la familia. Al parecer, habían reclutado a los tíos de Eliot y los sobornaron para brindarles información acerca de la verdadera identidad de Lenin. Sin embargo, al no saber nada, les encomendaron la misión de averiguar todo lo que pudieran sobre los secretos que guardaba Eliot.
Muchas veces lo torturaron con preguntas, y al mudarse los verdaderos padres del joven, también intentaron sacarles información amenazándolos con contarle a Lenin su verdadera identidad.
La tía de Lenin escuchó una tarde una plática que tuvo Eliot con su madre sobre qué sucedería si Lenin entraba a la academia y la mujer contó todo a las personas que le daban dinero. Ella no entendía nada del por qué era tan importante esa chica para una gente tan poderosa, y mucho menos qué función tenía la academia, así que no les importaba en lo absoluto contar los secretos de su familia.
Pero aquel secreto fue el detonante para que la academia persiguiera a Lenin y dejara en la librería aquel libro, que, al Lenin tocarlo, examinó si la joven tenía una gran habilidad mental como la de su hermano. Además, con ella sólo tocarlo le informó a la academia de su paradero.
Sin embargo, Eliot aún no entendía el por qué mandaron a Cayden a matar a Lenin si a ellos les interesaba reclutarla.
—¿Por qué una academia me quiere tener? —preguntó Lenin.
—Porque tienes una habilidad especial, —explicó Eliot— una esencia dentro de ti que les dará mucho poder. Para ellos eres como un arma de gran potencia.
El padre de los jóvenes bajó del segundo piso con unas maletas en sus manos.
—Vamos, no tenemos mucho tiempo —informó.
Lenin se levantó del mueble junto con su madre y Eliot.
—¿A dónde vamos? —preguntó la chica.
—A un lugar seguro, aquí corremos mucho peligro —explicó la señora.
—Como lo hablamos, ustedes se adelantarán, yo distraeré a la academia para así tener más tiempo de escapar —dijo Eliot.
El joven tomó una mano de su hermana.
—Lenin, ahora que sabes toda la verdad, por favor, no vuelvas a buscar más información sobre los Escritores del destino. Debes pasar lo más desapercibida posible, de lo contrario morirás muy pronto.
—Lo sé, lo sé —aceptó Lenin mientras acentuaba con la cabeza.
—Ten mucho cuidado, ¿sí? —Eliot la abrazó—, si te pierdo, no sé qué haría con mi vida. Te quiero muchísimo.
Lenin cerró los ojos mientras escuchaba aquellas palabras con una ligera sonrisa en su rostro.
Llevaban más de cuatro horas de viaje en carro y estaba cayendo una fuerte lluvia que nublaba un poco la vista de la larga carretera.
Lenin se encontraba en los asientos de pasajeros profundamente dormida, arropada con una sábana rosada y apoyaba su cabeza en una pequeña almohada blanca.
En la radio sonaba una canción romántica que musitaba la madre de la joven. El señor miró por el retrovisor y soltó una carcajada.
—Me impresiona la capacidad que tiene esa niña para dormir tan profundamente —dijo el hombre.
Lenin se despertó por la fuerte carcajada que su padre emitió y observó con los ojos entrecerrados como la fuerte lluvia golpeaba la ventana.
—¿Ya llegamos? —preguntó Lenin mientras se sentaba un tanto desorientada.
—Dios mío, hija, qué ansiosa eres —soltó la señora—. Apenas comenzamos el viaje…
—¡¿Qué es eso?! —gritó el señor mientras comenzaba a pitar.
Las dos mujeres posaron su mirada hacia el frente y vieron una sombra negra a unos metros de ellos.
Los ojos de Lenin se abrieron en gran manera mientras su piel se erizaba por completo.
Pronto, todo se volvió oscuro, aunque, en algunas ocasiones, Lenin recobraba la conciencia y veía muchas llamas, un hombre con capa negra que la cargaba en sus brazos; una gran explosión y después un hombre le alumbraba la vista haciendo que la chica no pudiera ver bien.
—¿Puedes escucharme? —le preguntó. Pero ella lo escuchó a lo lejos.
—Es impresionante que haya podido sobrevivir a un accidente de semejante magnitud —escuchó que dijo una mujer.
Lenin pudo recuperar la conciencia por completo y se vio en una camilla siendo observada por una enfermera morena de contextura gruesa.
—Hola, Lenin, ¿cómo te sientes? —preguntó la enfermera.
—¿Qué sucedió? —inquirió la joven.
—Tuviste un accidente vehicular, ¿no recuerdas?
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Editado: 02.10.2022