Lenin apretó con fuerza sus labios, al igual como el frasco en sus manos fue sostenido con fuerza por sus dedos.
La marca en su espalda comenzó a arder en gran manera. Sus ojos se cerraron instintivamente.
“No voy a permitir que la academia le quite los recuerdos a mi compañero, haré que vuelvan a él —pensó la joven con mucho enojo—. Necesito las pastillas que me dio Arlet, lo necesito en este momento”.
—Necesito las pastillas —dijo para sí misma.
En aquel momento, en cuestión de un parpadeo, apareció el frasco frente a ella, suspendido en el aire como si no existiera la gravedad en él.
Lenin, al abrir los ojos, se sorprendió en gran manera. Lo tomó rápidamente con su mano izquierda y observó lo idéntico que eran los dos recipientes. ¿Sería capaz Cayden de darse cuenta que le habían cambiado sus medicamentos?
“Perdóname Cayden, si llegase a sucederte algo, sé que es mi culpa —pensó la chica—, pero lo hago por tu bien y también por el mío”.
Dejó el frasco de pastillas falso en el lugar donde encontró el otro. Cerró la puertecilla y apretó con fuerza el recipiente con las pastillas verdaderas.
“Necesito deshacerme de estas pastillas, deben desaparecer” pensó Lenin algo desesperada.
El frasco comenzó a volverse polvo en sus manos y desaparecía a medida que caía de sus manos.
La boca de Lenin quedó muy abierta, al igual que sus ojos. Ahora todo lo que pensaba se hacía realidad, ¡¿cómo era eso posible?!
Sus manos comenzaron a temblar por el miedo, temía que pensara algo malo y se hiciera realidad.
“¿Qué pasaría si pensara que Cayden muriera?” pensó. Llevó una mano a su boca. “Lenin, no pienses eso, puede hacerse realidad”.
A su mente, por alguna razón que desconocía, llegó la imagen de ver a Cayden acostado encima de una camilla, estaba cubierto de sangre y la observaba fijamente.
Soltó el llanto por la desesperación del dolor en su espalda y también por los pensamientos negativos y un tanto retorcidos.
En aquel momento, la puerta del baño se abrió con rapidez y, al voltear a ver encontró a Cayden con su típico semblante serio, aunque, se notaba que se veía algo preocupado.
—¿Por qué lloras? —le preguntó.
Las manos de Lenin ya no tenían el polvo del frasco. Todo el cuerpo de Lenin estaba temblando, sentía que sus fuerzas la abandonaban por el fuerte dolor en su espalda.
De un impulso se abalanzó a Cayden para abrazarlo.
—Yo no quiero hacerte daño, en serio —sollozó mientras lo abrazaba con fuerza—. No puedo detener mis pensamientos, no quiero que te suceda algo malo.
Cayden estaba confundido por lo que sucedía, sólo sabía que Lenin no estaba bien, su marca se lo informaba. Además, podía sentir algo húmedo en la espalda de la chica.
Subió lentamente su mano derecha hasta la altura de sus ojos y observó que estaba manchada de sangre. Lenin tenía la espalda empapada de sangre.
—Lenin, ¿hiciste algo que defraudaría a la academia? —preguntó Cayden—, ¿qué hiciste?
—Yo… —la voz de la chica sonaba quebrada—, Cayden… ¿harías lo que fuera por mí?
—Sí.
—Yo también… quiero hacerlo por ti.
—Lenin, ¿qué hiciste?
—Me llegan muchos pensamientos negativos donde te veo lleno de sangre —Lenin soltó el llanto con fuerza—, yo no quiero hacerte daño, Cayden, no quiero hacerte daño. Pero todo lo que pienso se hace realidad…
Lenin abrazó con mucha más fuerza a Cayden y escondió su rostro en el pecho del joven.
—No te preocupes, no me sucederá nada malo —consoló el joven.
—Pero todo lo que pienso se hace realidad.
—Eso es porque tu capacidad mental está despertando —informó Cayden—, al parecer eres una chica muy poderosa, mucho más que yo.
—Eso no es cierto…
—Sí, de lo contrario nada de lo que piensas se haría realidad y mucho menos tendrías la capacidad para teletransportarte sin haberlo practicado antes. Sin embargo, esa marca que tienes en tu espalda será un gran problema, está reteniendo tu fuerza, por eso no puedes controlarlo, tu energía necesita correr libremente por tu cuerpo y la promesa se lo impide.
Lenin sintió que su mundo comenzó a tambalear, a marearla. Cayden pudo notarlo y eso lo preocupó en gran manera. Se apartó de ella y llevó sus manos al rostro de la joven.
—Lenin, mírame —la obligó a verlo—. Todo va a estar bien, haré que te liberes de esa promesa. Pero para eso necesito que pienses en otra, una mucho mejor para poder reemplazarla.
La joven aceptó haciendo un movimiento con su cabeza.
—Bien —Cayden volvió a abrazarla—. Todo estará bien.
Hizo que la joven saliera del baño y caminaron hasta estar en el centro de la habitación.
—Arrodíllate —ordenó con voz muy pasiva.
Lenin, aún con sus males, siguió la orden y se arrodilló. Cayden también lo hizo, pero detrás de la joven, observando fijamente como la sangre creaba que la camisa gris de mangas largas que tenía puesta Lenin se pegara a su cuerpo totalmente húmeda.
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Editado: 02.05.2025