Escritores del destino

Capítulo 22

Cayden, 16 años de edad:

Arlet removió el cabello del joven mientras sonreía alegremente.

—Cada vez que vengo a visitarte te veo más pequeño —le dijo.

El joven arrugó su rostro sin comprender mucho de lo que decía la mujer, se recostó al tronco del árbol y poco a poco sus ojos bajaron hasta el vientre de Arlet.

—Estás embarazada —balbuceó.

El vientre de Arlet se veía un poco plano, pero él podía sentir otra vida allí.

—Sí —respondió ella—, en mi tiempo tú… aún sigues en mi vientre.

Aquello sorprendió en gran manera a Cayden, tanto, que sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo. Tragó en seco y apretó por un momento sus labios.

—¿Ya sabes que yo…? —trató de preguntar.

Arlet dibujó una ligera sonrisa en su rostro. A Cayden le encantaba ver a su madre sonreír, siempre lo hacía, era una explosión de hermosos sentimientos. Esa mujer nunca estaba enfadada y mucho menos triste.

—Lo sé —respondió Arlet—, cuando cumplas tres años en mi tiempo habrá una explosión, los Oscuros atacarán y te raptarán. Tu padre y yo hemos intentado por todos los medios traerte de vuelta, pero… —un matiz de tristeza recorrió su mirada— no podemos hacerlo.

—¿Qué es lo que les impide llevarme con ustedes?

—Cayden, tu unión está despertando, es gracias a ella que podemos visitarte y protegerte —explicó Arlet sentándose a su lado—, si te lleváramos con nosotros, ella moriría, su unión se desprendería.

—¿Cómo es esa chica? —inquirió Cayden arrugando su entrecejo—, mi papá varias veces la ha mencionado, pero no sé de quién habla.

—Es una buena chica, me agrada muchísimo.

—¿Cuántas veces me han visitado en el futuro?

—Muchas.

—¿Y ella está conmigo?

—Sí, siempre está contigo.

—¿Y cómo sabré que es ella?

—Tu unión despertará del todo.

—¿Y cómo sabré que despertó?

—Cayden…

—Lo siento, son muchas preguntas.

Cayden y Arlet contemplaron el gran valle que había frente a ellos. Se encontraban sentados en una pequeña banca de madera debajo de un gran árbol de roble.

Arlet dejó salir un suspiro.

—Toda esta tranquilidad… no existe en nuestro mundo —confesó—, a veces creo que lo mejor es dejarte aquí, a salvo de los Oscuros.

—¿Quiénes son los Oscuros?

—Son unos seres malignos que nacieron de un experimento que se realizó hace muchos años… —quedó pensativa— bueno, se hará en unos años más adelante. Estamos muy cerca del fin del mundo —musitó—, el recordarlo me espanta.

—¿Podré salvarme?, ¿podremos todos los humanos salvarnos?

—No —soltó con tono triste—, sólo el tres por ciento de la humanidad sobrevivirá. No quedará nada de lo que ves en este momento.

—¿Y qué pasó después?

—Hijo, si te cuento… volveré a alterar el curso del destino.

—¿Volver?

Arlet acentuó con la cabeza.

Dos meses después:

Lo mejor de las coincidencias es lo impredecible. Que el corazón se agite de la emoción al sorprenderse, al salir de la rutina.

La primera coincidencia que Cayden recordó fue esa tarde de verano cuando terminó cayendo y rodando por una colina al finalizar una misión.

Se había teletransportado cerca de la academia para salvar su vida y curar sus heridas antes de entregar el reporte.

Su cuerpo rodó colina abajo del bosquecillo y golpeó su vientre con el tronco de un pino, soltó un pequeño grito ahogado y cerró con fuerza sus ojos. Trató de calmar su respiración y el dolor que comenzaba a atormentar su cuerpo. Las misiones se habían vuelto más difíciles desde que pudo tener un cuerpo ordinario, sentía que era débil y todas las misiones le parecían suicidas.

Con piernas temblorosas comenzó a reincorporarse, llevó lentamente una mano a su vientre y palpó la sangre que salía de su herida.

—Mierda —soltó y respiró profundamente.

Comenzó a curar su herida y pronto esta dejó de sangrar, cerrándose por completo, sin embargo, había quedado la cicatriz.

Su mirada se paseó por los alrededores, ¿dónde estaba Saymon?

Dejó salir un gruñido mientras caminaba hacia su sombrero. Saymon lo había vuelto a hacer, terminó la misión y se fue sin él.

Tomó el sombrero y lo puso en su cabeza, volvió a respirar profundamente y comenzó a caminar rumbo a la salida. Mientras caminaba vio a lo lejos un claro, pronto escuchó el motor de un carro, estaba muy cerca de la carretera. ¿Acaso Saymon llegó a buscarlo?

—Él no es tan amable —musitó.

Al salir del bosque y toparse con la carretera, se detuvo en seco. Su mandíbula se apretó y tragó saliva.




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