Arrodillada en el suelo rendida, sin ganas de seguir en la situación que estaba, desganada por el tiempo y la circunstancia, me encontré.
Ya hacia varios días que quise disimularlo, expresiones faciales demostraban todo lo contrario a lo que sentía.
-Mentirosa- me dirán y la verdad que tienen razón, inconcientemente les mentí, me menti, le mentí a él. Ya hacia varios días que sabía sobre mi sobrecarga pero no sabía (cada ves que le hablaba a él y le comentaba mi vida) que al hablar salían palabras distintas a lo que verdaderamente sentía.
Allí estaba rendida, arrodillada, completamente inmóvil y sincera.
-Perdóname- le suplicaba a él- perdóname por no ser totalmente sincera contigo.
-Te perdono- volví a escuchar su dulce voz- eres mi hija- me recordaba.
Luego de tanto sentí paz, sentí como su mano tocaba mi cabeza y en mi sinceridad se encontró una renovación de persona.
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Escrito de: Naima.