Ella estaba allí, sola en la piedra, dentro del río pensando en todas las cosas y a la vez decidiendo. Recordó los hechos sucedidos a lo largo de los años, las traiciones, las muertes, decepciones y demás dolores. Pensó en como su vitalidad se fue apagando con el tiempo, en que ya no era la misma, en que ya no tenía esa luz que según muchas personas la caracterizaba; se sentía vacía.
Rememoró a las personas que se habían ido de su vida ya sea voluntaria o forzadamente causándole un gran dolor, en como aquellas que decían ser sus grandes amigas le dieron la espalda cuando ella más las necesitó, en como tuvo que enfrentar dos grandes pérdidas de manera seguida, sola y callada. Sí, ella no hablaba mucho de cómo se sentía y como era de esperarse empezaba a ahogarse, había guardado tanto silencio que tristemente se estaba convirtiendo en uno.
Puede que se viera feliz o tranquila pero era sólo una fachada, no podrías imaginarte cuantas veces pensó en acabar con todo definitivamente más no fue capaz. Se odiaba por eso, se sentía cobarde pero no había podido cambiarlo, le dolía vivir. Le dolía cada mañana recordar todo lo que no volverá jamás y todo lo que extrañaba fuertemente y no podía tener, porque aunque estuviera “cerca” sentía esa ausencia latente a cada instante.
Mientras el agua mecía su cuerpo levemente, ella pensó en las razones que la hacían odiarse con fuerza. Una de ellas era no saber controlarse, sus sentimientos la manejaban muchas veces y no le gustaba no poder mantener a raya sus emociones, la asfixiaban y la hacían rabiar; realmente creo que ella siente de una manera que nunca podrán hacer muchas personas, lo hace con una fuerza tal que puede llegar a darte miedo, llevarte a la cima y dejarte caer en una picada desastrosa para tu salud mental.
Cerró los ojos, deseaba olvidar todo, escapar y no volver.
Se recostó en la piedra con sus ojos cerrados para no derramar las lágrimas traicioneras que se habían acumulado en ellos, estaba desesperada, necesitaba ayuda ¡la pedía a gritos silenciosos! Pero no lograba encontrarla, extrañaba sentir felicidad, sentir que contaba con alguien para cualquier cosa y en cualquier momento, ese alguien que nunca la dejaría sola. Quería sentir cariño nuevamente y que este no se acabara, pero no todo se puede conseguir en esta vida y eso la entristecía en gran manera.
Allí, en la soledad de ese río; ella pensó hasta el cansancio y se lamentó una y otra vez. Exhausta de tantas cosas, decidió marcharse.
Ella quería hablarle a alguien sobre todo, pero no sabía cómo hacerlo ni con quién, no sabía cómo empezar a describir todo lo que sentía, ella creía que si intentaba hablar sobre esto se soltaría a llorar sin que nadie pudiera detenerla. Le daba miedo que supieran todo lo que pasaba por su mente, de volverse transparente y de que con esto la rechazaran y la hicieran a un lado. Se destruía cada día y sin importar lo que hiciera para cambiar esto, seguía sucediendo y ya faltaba poco para que sólo quedaran cenizas de la chica que un día fue.
Pero no podía hacer nada, sólo le restaba esperar y callar lo último. Se sentaría a esperar como todo terminaba de derrumbarse a su alrededor, ya no había marcha atrás, estaba en el fondo del precipicio y no había nadie que pudiera ayudarle a salir de allí.