Papá, ¿por qué estás haciendo todo esto? - Preguntó el niño al ver por primera vez
aquel amasijo de extraños artilugios.
Pues verás, es difícil de explicar, eres aún muy pequeño para entenderlo. -
Respondió el hombre extremadamente concentrado en su creación.
Pero papá. - Se quejó al no ver satisfecha su curiosidad.
Dejemos trabajar a tu padre. Ven Mario, yo te lo voy a contar. - Intervino su siempre
comprensiva y amorosa madre.
Salieron los dos de aquel taller especial e improvisado, en el que Carlos llevaba casi toda su
vida embarcado en la construcción de su nave. La que iba a llevarles muy lejos de allí.
Ya dentro de la casa, madre e hijo se sentaron en el sofá.
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Verás cariño. Tu padre está seguro de que en pocos años el planeta acabará
destruido. Pero no debes asustarte, nosotros estaremos muy lejos cuando eso
ocurra. Todo eso que has visto, será como nuestro coche. ¡Viajaremos por las
estrellas! ¿No te parece increíble? ¡Menuda aventura! - Dijo intentando adaptar
convenientemente la situación. - Además, tu padre lo está preparando todo para
que la nave sea autosuficiente.
¿Cómo un platillo volante? - Preguntó el pequeño.
Algo así.
Los años pasaron, y el proyecto cumplió con lo previsto. Un nuevo mundo esperaba.
Y mientras viajaban envueltos por la oscuridad, la Tierra poco a poco empequeñecía.
Tras largo tiempo de sueño inducido, despertaron justo a tiempo para aterrizar en él
nuevo planeta.
Ya asentados en tierras por descubrir, esperaban la gran explosión. Todos los artefactos
estaban dispuestos para ser los únicos supervivientes en contemplar desde la lejanía él
fin de la Tierra.
¿Cuándo pasará? - Preguntó Mario expectante.
Es raro, ya debería haber ocurrido. - Respondió Carlos.
¿Qué significa eso? - Interrumpió María.
Pues que tal vez haya un error en los cálculos. - Respondió.
Y pasaron años sin que ocurriera nada. La Tierra como un diminuto puntito en él
horizonte, seguía intacta.
Cariño, creo que ya tengo la solución de lo que ha pasado. - Dijo Carlos cabizbajo.
- Me equivoqué. Faltan cien años.
¿Cómo dices? - Soltó la mujer. - ¿Estamos aquí atrapados por nada?
¡REGRESEMOS!
Lo siento querida, pero eso es del todo imposible. No tenemos combustible para
volver.
¡MALDITO SEAS!
Y allí quedaron, en un lugar desconocido, solos, descompuestos por lo ocurrido, y
sintiendo el fracaso y la añoranza de su bello planeta Tierra.
Editado: 02.05.2024