Frente al espejo de mi vida, te vi. Me paré firme ante mi silueta dibujada en aquel vidrio, y ahí estabas; en el reflejo de mis cansados ojos, en el rastro de mis lágrimas, y al final de cada suspiro. Y ahí me detuve, anonadada, abrumada, acorralada...Te vi a ti, a cada uno de ustedes, los que me dejaron rayas en el alma, que no puedo borrar ni tapar. Entonces me llené de una sensación aún más extraña, imposible de explicar. ¿Es acaso posible haber vivido tanto, en tan poco tiempo? Creo que corrí la misma carrera una y mil veces, huyendo de todo y de nada, y decenas de veces más aposté mi corazón en juego, y al hacerlo perdí deliberadamente hasta la razón. Me enredé en un frenesí, en pasiones mortales, en ilusiones peligrosas... Sí, era inocente, y sólo buscaba deberme a un solo corazón. No conocía de mundo y me dejé llevar en sus melodías maquiavélicas, esas que tocaron especialmente para mis jóvenes e inexpertos sentidos, tan fáciles de cautivar. Me dejé llevar, me enceguecí, y me arrastré hacia el abismo. Y aunque la luz me alcanzó, y encontré claridad, a veces se siente bizarro mirarme en la mancha de mi pasado. Todos ustedes, ya no son musas, solo fantasmas que desesperan por atormentarme, pero no pueden. Ya no es lo que era, ya no desgarro mi alma ante el deja vu al que me sometían. Pero no deja de ser raro el adentrarse a un mundo nuevo, sabiendo de ustedes, mis fantasmas, sin que sean los autores de mis pesadillas. Es extraño, pero no está mal. Simplemente he de dejar caer el yugo que sofoca mi cuello, sabiendo que la llave siempre estuvo en mi mano. Mano que ustedes sostenían y mantenían cerrada, por petición mía. Pero la madrugada ya acaba, y con el amanecer se van ustedes, fantasmas. Llegará el alba y en ella hallaré la nueva esperanza. Y podré levantar al fin mi rostro, que solo miraba el rumbo de mis desgracias.