Escritos de una cruel realidad

Pequeña muñeca.

Maldigo mientras empiezo a tirar todo lo que está en la mesa de mi cuarto, lo volví a hacer de nuevo, pero esta vez sin errores. Esta vez sin remordimiento.

Veo algo que llama mi atención y rápidamente ya se que es, de mi garganta empieza a salir una risa muy eufórica pues recuerdo todo lo que pasó, todo lo que hice y lo bien que se sintió. Aún recuerdo sentir esa líquido espeso y caliente recorrer por toda mi mano hasta llegar al piso; aún recuerdo su cara al ver que su plan se había dañado.

El quería dañarme, quería hacer algo inhumano, quería hacerme sentir asquerosa. Aun recuerdo cómo sus manos recorrían todo mi cuerpo, como él hacia oídos sordos a mis llamado de ayuda; aún recuerdo cómo él quería subirme poco a poco mi vestido y hurgar en mi cuerpo.

Otra risa sale de mi; acompañada con palabras placenteras. Recordarme de su cara al sentir aquello filoso en su cuello es tan placentero, quizás un poco eufórico también.

Aun recuerdo lo bien que se sintió escuchar como el filo de mi cúter entraba en su cuello, como la sangre salía a borbotones de él; fue algo tan placentero y tan majestuoso que saque el cúter y lo volví a hundir pero esta vez en su entrepierna. Ver y oír como gritaba de dolor se sintió tan bien que estoy dispuesta a repetirlo.

Cuando salgo de los recuerdo que me tenían aprisionada vuelvo a ver lo que había llamado mi atención, pero esta vez si lo agarro y lo examino, me siento muy extasiada al ver que esa cosa ya no le hará daño a más nadie, pues su dueño se lo están comiendo gustosamente los gusanos y en su aparato reproductor no correrá más sangre; pues lo tengo en mis manos.

 




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