Quise correr, ocultarme de aquel monstruo de la pared, ese que me mira cada noche mientras me cambio, ese que intenta tocarme en la oscuridad de mi cuarto.
Se lo he dicho a mi madre, pero ella solo dice que son imaginaciones absurdas, que los monstruos no existen y menos para vigilar la desnudez de mi cuerpo...
Madrugadas de miedo he sentido, toqueteos por encima de la sábanas, no pasa de ahí, se queda un rato y luego se aleja cuando mojo la cama... quizás no le gusta el líquido que mi vejiga suelta.
He probado de todo, coloqué palo santo en cada rincón de mi cuarto, rece hasta que mis rodillas se cansaron, pero nada me ayudaba; aquel demonio no se iba, al contrario; cada vez empeoraba más.
Durmiendo pude sentir su peso a mi lado, una voz ronca susurrando en mi oído, unas manos pesadas colándose por debajo de mis sábanas; movimientos bruscos. De momento ya no estaba acostada, ahora estaba a cuatro patas, golpes en mi cabeza, ropa desgarrada, un dolor inmenso en mi parte privada.
No había más que hacer... Aquel monstruo tomó todo de mi, si tan solo hubieran hecho caso a mis llamados de ayuda, tal vez ahora no estaría desecha por el monstruo al que mi madre llama: "Esposo".