MI SUK
—Estoy componiendo una canción sobre nuestro encuentro en Lisboa —susurró Mason cerca de mi oído con la voz aterciopelada—. Ese encuentro, aunque solo yo te haya visto, fue especial. Por eso la canción también lo es.
Mientras aún bailábamos, los latidos de mi corazón se aceleraron en mi pecho, tanto, que por un momento temí que él pudiera escucharlos. Sería vergonzoso.
Respiré agitada.
—Así que... el músico en ti está renaciendo.
No subí la mirada.
Sus mejillas se estiraron en una sonrisa.
—Tengo mucho que contarte al respecto.
Oculté el rostro cerca de su cuello.
—¿Por qué no empiezas por hacerlo?
De pronto, sentí sus manos bajar con lentitud a mi cadera. A pesar de que la tela del vestido gris interponía una débil barrera entre el contacto piel con piel, me sentí temblar bajo el roce de sus dedos; aunque, por suerte, ese estremecimiento podía confundirse con el vaivén de nuestros cuerpos.
—Bueno, para eso... necesitaría de una buena cantidad de tiempo —su voz se tornó cálida y agónicamente profunda—. Tal vez, más de catorce días.
Contuve la respiración.
Pero me mantuve en silencio.
* * *
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