Escuela de Villanos: Los inicios

Día 1: Katy

En cuanto estuve sola, saqué a Dizum del bolso, temía que lo vieran y me lo quitaran, pero mientras estuviéramos en el bosque todo iba a estar bien.

— ¡Busquemos!—  exclamó él, y ambos comenzamos a buscar. ¡Es tan lindo tener la compañía de un gato! Podemos pasar horas en silencio sin que nos moleste, no como con algunas personas, con quienes no se puede evitar caer en silencios incómodos. Dizum era una súper cómoda compañía. Y de alguna manera, hacía que por fin me sintiera completa.

 Estuvimos buscando todo el día y a la noche ya teníamos 10 puntos en total. Nos acomodamos para dormir rodeados de arbustos, yo en mi bolsa de dormir y él en un buzo mío. Guardé nuestro tesoro cuidadosamente en la mochila, que me servía de almohada.

— Hay que conseguir más—  opinó Dizum, mientras probaba la comodidad de mi buzo, que lo había puesto abollado para que tuviera más suavidad. Y los dos ya nos disponíamos a dormir, cuando mi gato levantó sus orejas.

— ¿Qué pasa?—  le pregunté y me miró asustado.

— ¿Escuchaste eso?—  negué con la cabeza, la verdad es que estaba tan cansada que no había estado muy atenta, pero pronto pude escucharlo también: eran pasos. De esos que tratan de ser sigilosos pero se oyen igual. Se oía cuando pisaban las ramitas y hojas secas. Y se acercaban. Me senté para escuchar mejor. Dizum estaba de pie.

— ¿Quién es?—  pregunté en voz alta, pero no obtuve respuesta—  No estoy de humor para juegos, quien esté por ahí que responda—  Dije, intentando que mi voz sonara lo más intimidante posible. Hubiera sonado mejor, si no tuviera tanto sueño, era culpa del director, por hacernos levantar temprano.

Nada. Y otra vez los pasos. De pronto, vi una silueta escondiéndose detrás de un árbol. Ya me estaba asustando. Salí de mi bolsa de dormir. Saqué mis garras.

Nos agazapamos en dirección al árbol. Definitivamente había alguien allí, planeaba saltarle y sorprenderlo, pero la persona escondida, saltó antes, y me tiró al suelo. ¡Gruñía y trataba de morderme! Gracias a mi visión nocturna pude verlo bastante bien, se trataba de un chico, quizás un poco más alto que yo. Tenía unos grandes dientes afilados y sus manos eran garras. Parecía algo como un hombre lobo.

Comenzamos a rodar por el suelo intentando morder y rasguñar al otro, descubrí que no era tan ágil como yo, aunque sí más fuerte, pero yo podía esquivar con gracia sus ataques y le devolvía de vez en cuando algún rasguño. Dizum me ayudaba mordiéndolo y rasguñándolo, pero al parecer mi pequeño gatito no le producía mucha molestia, porque nunca intentó quitárselo de encima. Y en eso estábamos, luchando en la oscuridad, cuando escuché la voz de una chica que provenía desde donde estaban mi mochila y mis cosas:

— Ya está amor, ya tengo todo, vámonos—  y el "hombre lobo" pareció aflojarse un poco. Ah, venían de a dos. Le salté por encima al chico y me dirigí hacia la chica, a la cual también veía perfectamente y al parecer ella no tenía la misma ventaja para ver en la oscuridad. ¡Pero se estaba robando mi mochila!

— ¡Alto ahí, ladrona!—  le grité. Pero en cuanto dije eso, el chico apareció por detrás y me tiró al suelo, ¡sí que tenía fuerza! Me di vuelta y le rasguñé la cara, haciendo que volteara su rostro, creí escucharlo hacer una pequeña queja de perrito, y estaba por volver a arañarlo de otro zarpazo, cuando de repente sentí que no podía moverme. La chica, ella estaba deteniendo mis movimientos.

— A veces hay que saber cuándo rendirse—  me dijo la chica, ¡cuánta desesperación y rabia me producía no poder moverme! Dizum se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y rápidamente se abalanzó sobre la chica, que me soltó, pero el chico ya estaba recuperado y me atrapó nuevamente contra el suelo. Me estaba hiriendo mucho y cada tanto la chica lograba inmovilizarme, no podía ganarles. Quizás debí haber dejado que se fueran con mis cosas y no volver a empezar otra lucha, la chica sostenía a Dizum con las manos y a mí con la mirada.

Y justo cuando ya pensaba que estaba todo perdido, escuché una voz que me sonó muy familiar:

— ¡Aléjense!—  acto seguido, todo fue iluminado por una gran llamarada de fuego. Los ladrones salieron corriendo muy asustados, con mi mochila al hombro de la chica, claro, eso no lo iba a soltar.

— ¿Flux?—  pregunté despacio, aunque era obvio que era él, ya lo había visto. Intenté ponerme de pie pero volví a caerme, estaba muy lastimada. Flux me ayudó a pararme.

— ¿Estás bien?—  me preguntó agitado. Yo lo miré entre agradecida e incrédula, sí, era Flux, y acababa de crear una gran llamarada de fuego... lo miré a los ojos con asombro:

— Nos salvaste— le dije.

— ¡Claro!—  respondió él—  Escuché los ruidos y no iba a dejar que te hicieran algo—  pero se detuvo rápidamente—  Espera, dijiste ¿"nos"?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.