El baile estaba llegando a su fin. Katy y Frost se habían sentado en las sillas, agotados, y Katy se fue inclinando hacia él hasta quedar confortablemente apoyada sobre su hombro.
Estaba demasiado cómoda. De pronto, comenzó a ronronear.
Frost se exaltó al oír ese sonido que provenía de su amiga. La miró extrañado.
Katy rápidamente se separó de Frost, un poco avergonzada. ¡Nunca antes había permitido que su ronroneo la avergonzara así!
—Voy a tomar algo —le dijo nerviosa, retirándose.
Wany se acercó a Dafs y para sorpresa del chico, lo abrazó.
—Gracias —le dijo— eso que hiciste por mí fue... muy dulce. —Se apartó tomándolo de los hombros para mirarlo a los ojos sorprendidos de Dafs— Kiara me dijo que lo hiciste para verme feliz, ¿es cierto? —Dafs se puso rojo como un tomate.
—¡¿Te lo dijo?! ¡Esa Kiara! Bueno... es cierto... pero no tenías que agradecerme, yo... —Wany le abrazó el cuello y acercó su cara a la de él— ¿Wany? —Dafs estaba más sorprendido que nunca— Creo que has tomado bastante alcohol y...
—Shh —lo calló ella— Quizás Flux no sea para mí...
—¿Ah no?
—No. —Le sonrió ella con picardía— Además, siempre me gustó tu pelo— agregó, jugando con un mechón rubio de Dafs y luego comenzó a acercar su cara muy lentamente hacia la de él.
Dafs no salía de su asombro y no lograba articular palabra ni movimiento alguno. Wany estaba muy cerca de sus labios.
De pronto comenzaron a escucharse ruidos afuera, ruidos de aviones, de helicópteros.
Wany se apartó mirando con el ceño fruncido hacia el techo.
—¿Qué es eso? —preguntó.
El director ordenó que detuvieran la música. Los ruidos se oían cada vez más y más fuerte.
Volto y su equipo salieron sigilosamente del salón. No querían alarmar a nadie.
Todos escuchaban asustados sin moverse de sus lugares.
—¿Una guerra? —preguntó algo incitado Bill.
El director se apoderó de uno de los micrófonos que poseían los chicos de la banda.
—Atención, chicos —les dijo a todos— que no cunda el pánico. Escuchen atentamente. Vamos a formar cuatro filas detrás de la puerta de salida y vamos a dirigirnos al sótano.
—"¿Qué está pasando? ¿Es una broma? ¿Y el baile?" —Eran las preguntas más comunes que circulaban entre los estudiantes.
Rain miró a Lavanda:
—«Tiene que haber algo que podamos hacer» —pensó él, y ella lo escuchó— «Que ninguno salga lastimado. »
El director ordenó a unos asistentes que buscaran a los chicos que no habían asistido al baile y los llevaran al sótano.
Los chicos comenzaban a alborotarse, sobre todo los más pequeños.
—Tranquilícense, chicos —les pidió el director— Solamente obedezcan y todo saldrá bien.
Las filas comenzaban a formarse temerosas detrás de la puerta.
Ya todos tenían miedo, los ruidos aumentaban, la batalla se aproximaba.
—¿Director, puedo salir a bajar unos cuantos aviones? —preguntó Bill.
—No. Todos al sótano, y ahí se quedan hasta que les digan que pueden salir. —De pronto se oyó un estruendo fuertísimo, una bomba había caído en el parque escolar.
El director salió del salón y los dejó a cargo de unos asistentes y profesores.
—No se preocupen, chicos —dijo un profesor— cuando lleguemos allí todo va a estar bien, veremos una película y luego a dormir.
—¡Dizum está en mi habitación! —exclamó Katy— ¡Tengo que ir por él!
—No te preocupes —la tranquilizó una asistente— algunos fueron a ver si quedaba alguien en las habitaciones, no te preocupes, seguro lo encuentran.
***
—Rain —lo detuvo Slade, tomándolo del hombro— ¿Qué pasa? ¡Sabías que esto iba a pasar! ¡Me lo dijiste pero pensé que era un chiste! Por eso vino tu padre ¿cierto?
—¿Te lo dije? —Se sorprendió Rain, que no lo recordaba para nada. Pero luego suspiró, no tenía sentido ocultar la verdad ahora. —Los seyrens nos atacan, tienen planes de exterminarnos a todos.
—¿¡Qué!? ¡Hay que hacer algo!
—Ustedes no, solo vayan al sótano. Allí van a estar a salvo —le respondió Rain sin pensar muy bien lo que decía, tenía mucho en su mente ahora mismo.
—¿"Ustedes"? ¿Tú no vas a ir?
—No. Cuando todos se hayan ido voy a buscar a mi papá.
—Yo voy a hacer lo posible para que detengan el ataque. —intervino Lavanda.
—¿Y qué puedes hacer tú que yo no pueda hacer? —le preguntó Slade. Lavanda recordó que él no sabía su secreto y se arrepintió de su comentario.