WENDY
—¡Eso es trampa!—Grito al mismo tiempo que intento nadar hacia el otro extremo de la piscina, más precisamente hacia las escaleras. Chase ríe a carcajadas sosteniéndose el estomago y limpiando las lágrimas que corren por sus mejillas—A mi no me causa gracia, he estado diez minutos aquí adentro gritando "marco" como una idiota y resulta que tu contestabas "polo" ¡¡¡desde fuera de la piscina!!!
El juego a decir verdad estaba divertido, es como jugar al gato y el ratón solo que en el agua y diciendo constantemente "Marco" "Polo" para que la busqueda sea mas fácil. Mi ropa es un desastre, al igual que mi cabello y maquillaje, no quiero ni verme frente a un espejo, de seguro soy lo mas parecida a un payaso.
Claramente no me agradó para nada que Chase me lanzara al agua, pero debo admitir que lo que me convenció para no gritarle o enojarme fue el gesto que tuvo al hacerme sentir mas cómoda con respecto a las fiestas. No sé porqué dije tal cosa, a veces suelo decir mis pensamientos en voz alta y me percato de ello cuando la otra persona me responde o me queda mirando como si estuviese loca. En cambio Chase ni me observó de mala gana, ni se rió frente a mi, sino que todo lo contrario: Siguió escuchando y respondiendo a lo que había acabado de decir.
Quizás su reacción me tomó por sorpresa ya que no estoy acostumbrada a situaciones como estas: estar a solas con un chico, reírme junto a él, pero principalmente sentirme cómoda y a gusto. Mentiría si dijera que estoy completamente segura de saber lo que estoy haciendo porque realmente no lo sé, así como tampoco sé si confiar plenamente en él, primero que nada porque lo conozco hace muy poco tiempo, y segundo porque mi desconfianza hacia los chicos aún está allí, a pesar de los años que hayan transcurrido desde lo sucedido, aún siento desconfianza de cualquier chico que se acerque a mi, quiera entablar una relación o simplemente una conversación.
A pesar de tantos años, aún me dificulta confiar en la gente.
A pesar de los años, aún me dificulta confiar en los chicos.
—Era muy gracioso porque...—ríe—tu gritabas "marco"—sigue riendo—y yo desde aquí afuera respondía "Polo" y tu ni te percatabas.—Está literalmente llorando de la risa, y sin poder evitarlo termino riendo yo también.
No sé cuanto tiempo hemos estado jugando como dos niños pequeños aquí adentro, pero las arrugas en la yema de mis dedos me indican claramente que hace un buen rato que estamos en el agua.
Salgo de la piscina y me dirijo temblando de frío hacia uno de los tantos sofás de exterior que hay a un lado de la misma. Observo el lugar y es como si lo viese por primera vez, definitivamente no recuerdo nada de lo que sucedió anoche.
últimamente esto se está volviendo una rutina.
Es un patio bonito, en el que el color verde predomina, tanto en el césped como en los árboles. A un lado de la piscina hay varios sofás de color negro junto a mesas pequeñas con sombrillas. A mi alrededor hay una cantidad excesiva de latas de cerveza, botellas de vodka, tequila, vino y vasos descartables, seguido de zapatos, algunas camisas e incluso veo a lo lejos un pantalón.
—Si llego a ver una ropa interior comenzaré a preocuparme—Le digo a Chase quien camina hacia mi con dos toallas en sus manos. Las gotas de agua de su cabello se deslizan por su rostro y se unen con las gotas que caen por su barbilla hasta llegar a su abdomen desnudo —¡¡Santa madre de los abdominales!! jamás podré acostumbrarme a la anatomía masculina—y perderse en el borde de su short también empapado. No diré que este chico no es atractivo porque claramente lo es, quien piense lo contrario claramente esta ciega. Desde sus ojos celestes, su cabello dorado y esa sonrisa con dos hoyuelos a ambos lados derretiría a cualquier mujer —O cualquier hombre— su rostro tiene las medidas exactas de un rostro perfecto, diría que es hasta envidiable.
—Ten—extiende las toallas y rápidamente cubro con una mi cabello el cual no deja de gotear, y con la otra cubro mi espalda y me aferro a ella como si fuese una manta y no una pequeña toalla.
—Gracias—mi voz tiembla, observo mis dedos y estos poco a poco comienzan a volver a la normalidad.
—Tirarse al agua es una buena idea hasta que debes salir
—Es como cuando de pequeño no querías entrar a bañarte e ibas a regañadientes de camino al baño seguido por las amenazas de tu mamá o papá, pero cuando ya estabas debajo de la lluvia y sentías el calor del agua recorrer todo tu cuerpo deseabas no salir jamás, pero finalmente debías hacerlo o, porque el agua caliente se había acabado, o porque si seguías bajo el agua terminarías siendo lo mas parecido a una pasa de uva—Chase ríe y allí están otra vez esos bellos hoyuelos.
—Recuerdo que mi abuelo era quien terminaba persiguiéndome por toda la casa cuando llegaba la hora del baño, y yo terminaba aceptando solo porque el me sobornaba con que luego iríamos al parque a jugar al futbol.—Sus ojos comienzan a brillar y si no es porque está sentado a pocos centímetros de mi no me hubiese percatado de que estos se cristalizaron.
—¿Eras muy apegado a tu abuelo no es así?—él asiente
—Demasiado. Siempre lo fui con ambos, pero con mi abuelo era diferente, a pesar de que nuestras formas de ser eran muy diferentes. Siempre lo he sentido mas como un padre que como un abuelo, ¿es entendible no?—me mira fijo a los ojos y por instinto bajo mi cabeza y comienzo a juguetear con mi pulsera. Él continúa hablando—Fue quien me crió, quien me enseñó a ser quien soy hoy en día.
—¿Es por él que comenzaste a jugar al futbol?—piensa por varios segundos la respuesta antes de decirla en voz alta
—Si y no. Él fue también jugador de futbol playa, uno de los mejores de su época, eso siempre me ha dicho él—ríe—fue él quién me introdujo en el deporte, íbamos juntos a los partidos que se hacían aquí o en algún otro pueblo, incluso llegamos a viajar a Canadá, jugaba Wilowsky un hombre de casi sesenta años, había sido la mayor inspiración de mi abuelo y en ese momento también comenzó a serlo para mi, saber que una persona de esa edad aún jugaba como los dioses era algo maravilloso y asombroso de ver.—Tanto en su voz como en sus ojos se vislumbra nostalgia, pero también emoción por tal recuerdo—En el campo de juego estaba él y a su alrededor jóvenes de dieciocho a veinticinco años, era muy cómico también de ver. Tenías que haberlo visto festejar los goles haciendo pequeños bailes y saltando de alegría. Era un adolescente más.