Ese beso en Paris

41|| Diferentes

CHASE


 

No he pegado ojo en toda la noche. El rostro de Wendy aparece frente a mi cada dos segundos. Recuerdo sus besos, sus manos enredadas en mi cabello, mis manos sujetando su cintura y atrayéndola hacia mi. Siento la necesidad de salir corriendo de mi habitación, golpear la puerta de su departamento y adentrarme en él para seguir besándonos, acariciándonos y mirándonos. Todo al mismo tiempo. Sin parar. Durante horas.


 

Wendy me vuelve loco. Para mi todo esto es nuevo, nunca me había sentido tan atraído por alguien y que fuera mutuo. Sí, he estado con varias chicas (demasiadas para poder contarlas) pero todas ellas me querían por lo mismo: mi físico. Pero no saben que detrás del físico también hay una persona. Con sentimientos, con una vida. Nunca he tenido la oportunidad de conocer de verdad a alguien. He visto decenas de cuerpos, he estado en decenas de casas, en decenas de lugares con decenas de chicas, pero ninguna de ellas ha estado conmigo en mis peores momentos, cuando estaba triste, cuando estaba feliz o incluso cuando no estaba ni feliz ni triste. Lo más cercano que estuve a una relación fue Brittany, pero... ese es otro tema. Brittany es... como las adicciones, nunca puedes dejarlas, cuando crees que las estás dejando, recaes, sabes que te están haciendo daño pero aún así continuas.


 

Y Wendy... Wendy es de otro mundo. Cuando estoy con ella no pienso en nada ni en nadie más, podría estar horas, días, meses, años a su lado, yo la entiendo a ella y ella me entiende a mi. Somos muy diferentes, lo he notado, yo soy una persona abierta, extrovertida, me gusta vivir el momento, me gusta arriesgarme, soy muy sociable. Mientras que ella es todo lo contrario a mi, es tímida, desconfiada, introvertida, piensa las cosas dos veces antes de hacerlas, reservada. Pero aún así, congeniamos de una manera impresionante, dicen que los polos opuestos se atraen, pues coincido totalmente.


 

—Chase... ¿Estás despierto? —me sobresalto, no me había percatado que estaba pensando con los ojos cerrados


 

—Si, abuela, ¿sucede algo? —pregunto incorporándome de la cama


 

—No... no me siento muy bien —sostiene su cabeza —estoy algo mareada y creo que me subió la presión. —sin pensarlo dos veces me tiro de la cama y me coloco a un lado de mi abuela. Su rostro está blanco como el papel a pesar de que su color normal es rosáceo, sus ojos parecen dos rendijas, como si no hubiese dormido en días, su postura es encorvada, ella siempre ha sido una mujer que camina con la cabeza en alto, verla así, tan agachada, me preocupa.


 

—Ya mismo llamaré un taxi para que nos lleve al hospital —ella abre la boca para decir algo pero la interrumpo —y nada de quejas abuela, mira en el estado que estás, pareces un zombie. —Me ofrece una media sonrisa y deposito un beso en su frente.


 

—Yo llamaré no te preocupes —habla de forma pausada, incluso su respiración es agitada—vístete y te espero fuera del ascensor. —sugiere al ver mi torso desnudo y mi pantalón de pijama


 

Oigo como en la sala habla por teléfono y rápidamente me coloco la primera camiseta que encuentro en la enorme montaña de ropa qué hay sobre la silla, luego rebusco unos pantalones y unas zapatillas y me dirijo hacia el pasillo donde mi abuela me espera. Por nada del mundo dejaré que baje el ascensor sola, mucho menos que vaya al hospital.


 

——


 

—Abuela vuelve aquí, primero debemos comprar tus medicamentos —Ruedo los ojos y apresuro el paso.


 

—Si si en otro momento lo haremos —dice restándole importancia —¿Podemos ir a comer de una buena vez? Muero de hambre


 

—Primero iré a comprar los medicamentos que te recetó el médico, luego iremos a comer —me coloco frente a ella, no muy conforme con mi propuesta asiente y se dirige junto a mi al sector de farmacia.


 

Luego de quince minutos de espera, un médico ha examinado a mi abuela y al parecer no solo su presión estaba baja, sino que también el azúcar en sangre, en cuanto llegamos al hospital estuvo a nada de desmayarse en mis brazos. Le han recetado una enorme cantidad de medicamentos, debe realizarse varios análisis de control, hacer reposo y cuidarse con las comidas, esto último, viniendo de mi abuela, está por verse.


 

Compramos todos los medicamentos y coordino las fechas para que pueda realizarse sus estudios. Hago el mayor intento posible para que sea en un horario en el que Alfred o yo podamos venir y acompañarla, pero desgraciadamente no ocurre así, el día y la hora coincide con mi horario de trabajo y con el segundo trabajo de Alfred.


 

—Está bien deme ese horario de todas formas —le informo a la chica que atiende el mostrador. Falta una semana todavía, de aquí a una semana veremos que hacer. Quizás pueda pedir un día libre (algo que veo imposible ya que solo este mes pedí cinco) o cambiar mi turno con Alfred, no lo sé.


 

—Muy bien, aquí tiene sus medicamentos —me extiende seis cajas —y aquí la lista de los estudios que debe realizarse junto con la hora, fecha y algunas indicaciones a tener en cuenta.


 

—Muchas gracias


 

—Que tenga un bonito día.


 

Le devuelvo el saludo y me dirijo hacia mi abuela.


 

—Ni tú ni tu primo deberían cambiar sus horarios por mi, puedo venir yo sola, no estoy inválida—se queja —siento que soy una molestia


 

—Tu nunca eres una molestia. Tú has cuidado de mi y de Alfred cuando éramos pequeños, pues ahora es momento de que nosotros cuidemos de ti. —le deposito un beso en su frente— y deja de rezongar que te saldrán arrugas.


 

Tras una larga discusión, mi abuela ha ganado y nos dirigimos al centro del pueblo en busca de algún local de comida rápida. Al parecer hoy está de antojo y quiere comer una hamburguesa al pan.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.