Ese beso en Paris

44|| Escenas

CHASE


 

Su pecho sube y baja. Su respiración es agitada, su entrepierna palpita pidiendo más.


 

Oírla gemir, jadear y decir mi nombre es como música para mis oídos, por eso no permití que me impidiera oírlo.


 

Mis dedos rozaban su intimidad en compañía del vibrador. Es la primera vez que utilizo uno y espero que no sea la última.

En cuanto lo vi dentro de una de las bolsas de comestibles supe que debía utilizarlo con ella, iba a ser su primera vez utilizándolo lo sé, por lo que me arriesgué y le pedí hacerlo yo, quería hacerlo, necesitaba hacerlo.


 

Hasta el momento tan solo nos hemos besado y tocado sobre nuestra ropa. Hoy ha sido la primera vez que la veo desnuda frente a mi. Al principio notaba su mirada tímida y avergonzada sobre mi, sabía que esto no era algo fácil para ella, es por ello que no comencé a hacerlo hasta no tener su aprobación. No haremos nada que ella no quiera. Aquí no importa lo que yo quiera o necesite, importa lo que ella quiera y ella necesite.


 

Verla así, con las piernas abiertas,  mostrándose solo para mi, causó una gran erección y dolor en mi entrepierna. Quería que fuese mi miembro el que entraba y salía de su intimidad, no el vibrador, pero esa opción no llegará hoy, si muy pronto (o eso espero) pero no hoy.


 

Coloco el vibrador en el suelo, bajo nuevamente su falda ocultando sus genitales, ella aún agitada se incorpora quedando sentada frente a mi y me sorprende cuando sus labios presionan los míos. Es un beso apasionado, sincero. En ese beso yo sé que me está agradeciendo.


 

—Esto...—suspira—esto ha sido maravilloso—sus mejillas están ruborizadas desde el momento en que entré a su habitación con la caja en mis manos. Están ardiendo, parecen dos hornallas de cocina.


 

—Gracias por confiar en mí. Sé que esto es difícil para ti, entregarte completamente a alguien, volver a sentir. Pero el que me hayas permitido conocerte un poco más, conocer una parte nueva de tu cuerpo, me hace creer que estamos avanzando, que...—dudo si decir las siguientes palabras. —esto puede llegar a algo más.—separa sus labios para decir algo pero la interrumpo—no quiero que te sientas presionada, tan solo... estoy pensando en voz alta. Quiero que sepas que es lo qué pasa por mi mente en estos momentos. Quiero que sepas que lo que tenemos no es solo algo físico, Wendy... nosotros tenemos algo más. —tomo sus manos y las entrelazo con las mías. Son suaves, cálidas, sus dedos son finos, elegantes, un pequeño anillo de plata descansa sobre su dedo medio.


 

—Yo... no se que decir. —baja la mirada hacia nuestras manos.—mis labios solo pueden decir gracias. Gracias por esto, gracias por ser mi motor de arranque dese que he llegado. Gracias a ti he vuelto a sentir, he vuelto a confiar, he vuelto a... a querer.


 

—No necesitas decir nada. Al menos nada que no sientas o no creas que es el momento de decir. —vuelvo a posar mis labios sobre los de ella sin despegar mis manos de sus muslos.


 

—Gracias —susurra nuevamente sobre mis labios. Nuestros dientes chocan y nos reímos al mismo tiempo. ¿es mucho pedir si quiero y necesito quedarme en esta posición, con esta persona a mi lado por el resto de mi vida? ¿Es muy precipitado pensar así? ¿Me estoy dejando llevar con el corazón y no con el cerebro? Las preguntas revolotean en mi interior, pero no soy capaz de formular una respuesta.—¿Quieres quedarte a almorzar? —sus hermosos ojos color turquesa devoran mi rostro, en ellos puedo notar como ella desea tanto como yo que lo qué hay entre nosotros no termine nunca. Nuestros ojos muchas veces pueden decir más que un millón de palabras.


 

—Me encantaría—respondo. Acto seguido se incorpora y recoge del suelo la ropa interior que hace unos minutos atrás lancé.


 

—Primero... iré a darme una ducha—hace una pausa, nerviosa—puedes... quedarte aquí o en el living... donde prefieras. No tardaré. —Asiento con la cabeza acomodándome en la cama y desde allí sigo todos sus pasos hasta salir de la habitación y entrar al cuarto de baño. Minutos después oigo como el agua comienza a correr.


 

Decido quedarme aquí, recostado sobre su cama, mirando el techo. Tanto las sábanas, colcha y almohada de la pequeña cama tienen su olor, ese característico olor a coco que tanto me recuerda a ella.


 

Su habitación es casi del mismo tamaño que la mía, las paredes están pintadas de blanco, decoradas por varios cuadros abstractos y varias estanterías repletas de libros. Hay dos estanterías colgadas sobre su cama, otra sobre la pared izquierda y otra estantería más grande y alta apoyada firmemente sobre el suelo la cual debe tener entre diez o quince libros. ¿Como es que no noté la cantidad de libros qué me rodeaban? Me dirijo hacia la estantería más grande, recorro con mis ojos y mis manos cada uno de los libros que descansan sobre la madera. Están perfectamente ordenados por color, otros por tamaño y otros por autor.


 

Al azar elijo uno y lo llevo conmigo hacia la cama, no soy una persona que acostumbre a leer, pero en cuanto abro el libro las palabras se vuelven adictivas, la trama interesante, la forma de escribir es... diferente a lo que he leído anteriormente. No se en que momento Wendy terminó de bañarse, así como tampoco sé en que momento entro en la habitación. Me sobresalto al sentir como el colchón se hunde a un lado de mis pies.


 

—Lo siento no quería asustarte—Lleva una toalla envuelta en su cabello, unos pantalones cortos de jean y un top de colores que me permite ver parte de su abdomen. Está hermosa, como siempre.—No sabía que te gustaba leer—quita la toalla de su cabello, varias gotas descienden por su cuello y rostro


 




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