Ese último momento

23. Compañeros de vida

Volver a conectar los instrumentos luego del concierto del otro día no es algo complicado para mí, pero sí me vendría bien un poco de ayuda para acomodarlos en su sitio correcto, y mis amigos brillan por su ausencia. No veo a Bruno ni a Tadeo por ningún lado. Francis está sentado a un costado de la habitación, pero no me hace caso porque habla por celular con Samantha.

Mi amiga asegura no tolerarlo, pero se pasa hablando todo el día con él.

—Lucas, déjame darte una mano. —Diego aparece por la puerta y me ayuda con los amplificadores.

He vuelto a llevarme bien con él. Por suerte, mis estúpidos celos infundados no afectaron nuestra amistad.

Bruno no tarda en ingresar, de la mano de Stacy, quien acaba de llegar. Ella suele venir a ver nuestros ensayos y, por mucho que me gustaría que hubiera traído a Brenda, no es así.

Suelto un suspiro al pensar en ella. La extraño demasiado y cada vez la entiendo menos.

La noche de su cumpleaños dijo estar esforzándose. ¿Esforzándose por qué? Claramente, no por nosotros.

También aseguró querer lo mejor para mí, pero lo mejor sería estar con ella.

Si tan solo me hubiera dejado besarla…

—Los quiero a todos en la sala de ensayos. ¡Ahora! —La voz demandante de Melania llama mi atención y esta no tarda en ingresar, seguida por un temeroso Tadeo. Está tan enojada que ni siquiera ha saludado—. Lo primero que voy a hacer es hablarles acerca de lo que ocurrió en ese bar. Y me van a escuchar.

Se detiene delante de mí, apretando sus manos sobre sus caderas. Los chicos se ubican a mi lado y la observan con atención. Sus ojos están puestos sobre los míos y estoy seguro de que se viene un sermón de aquellos.

—Hola, Melania. También nos da gusto verte —La saludo con ironía.

Error. Mi burla incrementa su ira.

—No me estoy riendo, Lucas —comienza—. En especial, porque me hacen sentir que estoy trabajando con una banda de niños inmaduros. No sé qué demonios tuvieron en la cabeza cuando incluyeron en su repertorio una canción, sin consultarme. ¿Quién demonios creen que soy?

Se queda callada, como si no fuera una pregunta retórica y estuviera esperando que la respondiéramos, pero ninguno de los cuatro lo hace.

—¿Quién? ¡Vamos, díganme! —Presiona.

No ha dejado de mirarme fijamente, por lo que debería ser yo quien le conteste. Aunque Bruno se me adelanta:

—Nuestra manager.

—Exacto, Brunito. ¡Qué inteligente! —se burla con malicia—. Repitan conmigo: Su ma-na-ger. ¿Y eso qué significa? ¡Que soy yo quien toma todas las malditas decisiones! Que nada de lo que se les ocurra a sus cabecitas puede hacerse sin mi aprobación. ¿Entienden eso? ¿O tengo que comprar una pizarra y comenzar a dibujarles? ¡Ustedes no pueden decidir nada!

Mis amigos se están comiendo un sermón por mi culpa y eso me hace sentir como el demonio.

—No pensé que habría tanto problema por una canción —tomo la palabra, intentando aplacarla, aunque parece enojarse más.

—¡Se dice “lo siento, no volverá a ocurrir”! —Me regaña—. De ahora en más, hagan lo que les dé la gana en el ámbito privado, pero no en una presentación en la que yo estoy a cargo. ¡Y, para colmo, con una canción que no tiene nada que ver con el estilo de ustedes!

Suelto un suspiro y me paso la mano por el cuero cabelludo, sin poder evitarlo. Cada movimiento que hago parece ponerla furiosa. A veces pienso que no me soporta y, sin embargo, siempre me ha exigido mucho más que al resto, como si la mayor parte de sus expectativas estuvieran puestas en mí.

—Y sí —prosigue, alzando una ceja—. Ya sé que están pensando que exagero, que solo era una estúpida canción. Pero, por culpa de eso, la gente está empezando a hacer teorías en internet. Esta semana tendremos dos entrevistas en la radio y necesitamos que los periodistas se centren en ustedes, en sus logros, en sus canciones, no en absurdos chismes de romance. —Se cruza de brazos—. Este es otro problema que voy a tener que resolver, problema en que me metieron sus niñerías. ¡Como si tuviera tiempo para esto!

—Lo siento, no volverá a ocurrir. —Expreso las palabras que quiere oír. Cualquier cosa por lograr que se termine esta tortura.

Melania puede ser exasperante.

Probablemente tenga razón, pero la emoción que vi en Brenda al escuchar nuestra canción compensa todo.

—No, no volverá a ocurrir —repite ella, haciendo alarde de superioridad—. Porque la próxima vez que hagan algo sin mi consentimiento, pensaré dos veces antes de permitirles tocar de nuevo en ese bar.

¿Qué?

Los cuatro nos quedamos como estatuas al escuchar esa amenaza. Jamás se me pasó por la cabeza que esto pudiera poner en peligro nuestras interpretaciones en el bar Polzoni.

Stacy estira la manga de la remera de Bruno y le habla por lo bajo:

—Ella no puede hacer eso —susurra. Aunque su voz es audible para todos, no se anima a decírselo a Melania directamente—. Eric ha invertido mucho dinero en la remodelación.



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En el texto hay: rock, juvenil amor drama, amigos y amor

Editado: 13.08.2021

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