Espada de Hierro

Comienzo

Violet 

 

Siente como las ruedas del carruaje traquetean en el pavimento mientras avanzan, la oscuridad no le permite ver nada, solo percibir sonidos, ya no se escuchan las gaviotas ni el océano, por lo que deben de haberla enviado a otra corte, lo que no sabe es exactamente cuál. Solo desea que Lambert haya llegado al callejón junto a Aslak, para que pudiera darle la medicina, al menos todo habría valido para algo. 

Las lágrimas silenciosas caen por sus mejillas, nunca se había sentido tan sola, y débil, odiaba no tener la fuerza suficiente para defenderse. Al menos no le habían cortado las manos, pero el ardor de la piel arruinada la forzaba a quedar inconsciente. El cuerpo le temblaba tanto que tuvo que apretar sus dientes. 

En esa condición no podría escapar, era prácticamente inútil, en cuanto se dieran cuenta de que no estaba, la matarían, pero ¿Quién cuidaría de Aslak?, ¿Quién velaría por él?, no tenían a nadie, a ninguna persona le importaba la vida de un niño huérfano, cuando había tantos. De pronto el carruaje se detuvo, dejando a un lado sus pensamientos, uno de los hombres la agarro del brazo, con más fuerza de la necesaria. 

—arriba!!—grito, la puso de pie, las piernas la flaquearon sin fuerza para dar siquiera un paso. El hombre le presiono la herida de la mano izquierda con la punta de algo duro, lo que la llevo a soltar un grito. 

—hazte a un lado—suena otra voz mucho más vieja—ayúdala ni siquiera puede ponerse de pie—entonces dos hombres la arrastraron hasta un lugar, de donde se escuchaban más voces. Le ataron las manos por la espalda, con doble nudo, como si estar herida no fuera suficiente. Luego le quitaron la venda de la cara, la luz le irrito los ojos, lo que la llevo a hacer una mueca. Miro a todos lados, pero solo era una habitación completamente vacía, y con un fuerte olor a humedad, la pintura de las paredes estaba descascarada, al frente de ella se encontraba una mujer hermosa, de cabello rubio bien recogido en un elegante moño con una trenza, un vestido verde oscuro con una capa del mismo color que caía elegantemente desde sus hombros. Tres hombres estaban detrás de ella como su guardia. 

—espero que cumplas tu parte del trato— hablo él capitán con una asquerosa barba. La mujer saca una bolsa color marfil, de donde antes no se veía nada, mira a la niña y le estudia con sumo detalle, violet de pronto se siente cohibida con esa mujer. Es así como venden a los niños huérfanos más vulnerables, para enviarlos a hacer trabajos forzados o esclavizarlos. La ira enciende dentro de violet, no se dará por vencida con su plan de escapar antes de que sea demasiado tarde. Con toda la voluntad que puede inca el pecho y se pone más recta, aunque su pierna proteste, da una mirada de determinación, aunque por dentro está demasiado aterrada. La mujer de pronto la mira con sorpresa, un brillo que no logra descifrar. 

—No la pedí en estas condiciones, me será completamente inútil— habla lo mujer con voz melodiosa, mirando las manos de violet que a hora están sueltas. Con esas palabras, la voluntad de la joven flaquea. 

—Me temo que eso no quedo pactado en ningún papel, si no, podemos buscar otros compradores que le sean de mayor utilidad—el rostro de la mujer permanece tranquilo. Mientras el marinero hace un gesto santurrón. 

—La tomare, pero no creas que va ser así de sencillo estafarme, si no quieres que hable con su majestad acerca de ti, quiero que me entregues una gran cantidad de la mercancía sobrante—él hombre la mira con los ojos abiertos. 

—Zorra!!—dijo el hombre—más te vale no confiarte en ese título que te dio el rey, algún día no te saldrás con la tuya—de repente la mujer se acerca, y sujeta al hombre contra la pared, enterrándole las uñas en la garganta, los marineros le apuntan con sus armas a ella. Y los hombres de ella están listos para atacar con tal de protegerla. 

—no vuelvas a faltarme el respecto, no sabes que es de mala educación—dijo con voz provocativa—además podría matarte a ti y a tus hombres en este momento, es mejor que empieces a hablar con cuidado, quiero lo que me pertenece— dijo ella, luego le susurró al oído algo que hizo palidecer al hombre, ella sonrió de forma aterradora, se alejó como una reina y volvió a cambiar sus gestos. 

—bien, espero tu respuesta, mañana en el lugar de siempre, y no te atrevas a llegar tarde— él hombre la miro con odio, y luego hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, que pasó casi desapercibido. 

Alguien se acercó a violet y le coloco un trapo blanco en la nariz, ella forcejeo, pero luego lentamente sus ojos se desenfocaron, el cuerpo se le torno pesado, y lo último que vio fue oscuridad. 

Horas Mas Tarde ******* 

—no sé qué clase de hombre puede hacerlo eso una niña— dijo la  voz de una mujer desconocida. 

—creo que su piel no sanara completamente, la curandera hizo todo lo que pudo, pero me temo que sus capacidades tienen cierto límite—dijo una voz más aguda. 

Violet abrió lentamente los ojos, tratando de averiguar en donde se encontraba, dos mujeres estaban de pie al lado de la cama, en donde ella yacía acostada, la mujer más joven le coloco una toalla húmeda en la frente. 

—esto te hará sentir mejor— dijo, dándole lo que podría haber sido una sonrisa. Violet desconcertada, intento sentarse, pero solo provoco que la cabeza empezara a darle vueltas. La mujer mayor se apresuró a acomodarla de nuevo, le metió almohadas en la espalda, para que así quedara más cómoda. 

—no, me temo que tienes que tener más cuidado, guardar reposo es lo mejor que puedes hacer en este momento— dijo la señora mayor, que era regordeta, con unos ojos cálidos oscuros, ambas mujeres tenían puesto una camisa blanca, por encima un vestido gris con un delantal blanco bordado con hilos dorados, y una cinta roja que formaba un moño en su cuello, el cabello bien recogido en una perfecta Mona alta. Incluso con ese atuendo parecían ser que a su jefe le gustaba vestir bien a sus empleadas. Violet moviós us manos y se dio de cuenta, de que ya no le dolían como antes, el dolor persistente había desaparecido, dejando solo un ardor, sorprendida miro las vendas blancas que las  envolvían meticulosamente, desdés sus muñecas hasta la última articulación de los dedos, dejando al descubierto el inicio de las uñas hasta el borde. No dejaba de observarlas, adaptándose a la idea de que tendría que empezar a usarlas para siempre, esa fue una parte del precio que tuvo que pagar. Nunca había pensado que algún día extrañaría sus manos, aquellas llenas de mugre, pero que al menos no tenía que ocultar. Cuan afortunada era, aun sin saberlo. Una vez Lambert le había dicho que en otra vida ella hubiera sido una gran artista con esas delicadas y bellas manos. 




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