G-HUNTERS Volumen II: Espectros
Capítulo III
"Revelaciones"
Axel y sus amigos lograron escapar de tan aterradora amenaza, un grupo de entes malignos que podían volar a su gusto y que podían casi volcar un vehículo. Axel daba gracias a que Rosa había intercedido por él, aunque aún así no terminara de agradarle.
Los automóviles iban a gran velocidad por las calles mojadas por la pasada lluvia. Junto con las motocicletas, Félix iba al frente en la camioneta acompañado por Adriel y Jesús como pasajeros, quienes no podían esperar a llegar a su hogar. Después de ellos iba Ernesto y Axel al final, en su automóvil que apenas andaba.
—¡Creo que ya estamos bastante lejos! — dijo Adriel agarrando aire.
—¿Qué demonios fue todo eso? — cuestionó Félix aferrado al volante— ¿Los demás estarán bien? —.
—¡Ernesto viene detrás, Ricardo con él! — contestó Adriel mirando a atrás —. Axel es quien me preocupa ¡Su automóvil quedó echo mierda! —.
—¡Algo invisible lo hizo pedazos! — Jesús miró por la ventana trasera — ¡Por poco muere! ¿Ustedes vieron algo? —.
—¡Nada! — afirmó el piloto.
—¡Que diabólico! — Jesús parecía emocionado al respecto— ¡Volvamos! —.
—¡¿Perdiste la cabeza?! — Félix.
—¿Es en serio? — Adriel estaba molesto, lo fulminaba con la mirada.
—¡No ahora mismo, obvio! — dijo sonriendo— lo haremos mañana, más preparados. Juan tiene miles de conjuros y unos cuchillos que nos servirían —.
—¡Axel y Rosa casi mueren! —.
—No seas tan dramático — Jesús se cruzó de hombros mirando por la ventana lateral.
—¡CUIDADO! — gritó Adriel apenas vio al frente, se tomó del asiento cual gato temeroso.
La camioneta de Félix se detuvo enseguida, sus neumáticos tallaron el pavimento con un llanto tan distintivo. Frente a ellos, un grupo de motocicletas les cerraban en paso.
—¡Que mierda! — dijo al detenerse a un escaso metro de ellos.
Los motociclistas no parecían asustados de casi ser arrollados, sobre todo el que estaba al frente del grupo de cinco, el tipo parecía ser el líder. El sujeto dio un par de pasos y se quitó el casco, era un joven de tez Clara y cabello parado, su aspecto tenía un toque oriental, sus ojos ligeramente rasgados. Sonreía con arrogancia mirando fijamente a los tripulantes de la camioneta.
—¿Quién es ese tipo?— cuestionó Adriel confundido.
—Es Hazard— comentó Jesús con una seriedad poco común en él.
Detrás de ellos, el vehículo de Ernesto también se detuvo, al igual Axel, quien apenas andaba en lo que quedaba de su carro deportivo. Apenas se detuvieron, Axel y Ricardo salieron de sus respectivas unidades, pero pronto se vieron emboscados por otras cuatro motocicletas que los rodearon para taparles el paso.
—Axel — lo llamó Ricardo a unos metros frente a él — ¿Conoces a estos sujetos?—.
—No— Axel los miraba seriamente, ninguno de ellos se quitaba los cascos, pero era más que obvio que no eran conocidos para él. Su círculo de amistades era bastante limitado.
Rosa y juan no se hicieron esperar y entraron en el circulo avanzando lentamente hasta donde se encontraba el nombrado Hazard, quien los miró seriamente. Axel y Ricardo decidieron acercarse hasta ésta área, pero manteniéndose la distancia.
—¡Hazard! — Rosa bajó de su motocicleta, ya no llevaba casco, lo había extraviado. Y su cabello era una maraña — ¿Cómo nos encontraron? —.
—Pudimos sentir el conjuro— Hazard mantenían sus manos unidas en su regazo mirándolos con sutileza —. Vinimos cuanto antes—.
Rosa se quedó en silencio con la cabeza baja y Juan, a su costado también hizo lo propio. Parecía que ese hombre ejercía cierto poder o influencia sobre ellos.
—Pero era necesario —.
—Nos expusieron, a nosotros y a toda la orden—.
Rosa se justificó diciéndole algo a él chico en voz baja. Axel y Ricardo no pudieron percibir eso último, pero parecía ser algo de importancia. Rosa y Juan voltearon a ver a Axel y después volvieron la vista a Hazard. Axel sus puso que hablaban de ambos y de como eran unos inexpertos.
—Creo que estaban hablando de ti— mencionó Ricardo en voz baja.
—No creo—.
—Está prohibido hacer esa clase de conjuros, Rosa y lo sabes. No podemos llamar la atención — después fulmino a Juan con la mirada —. Y tú, Juan. Aún estás a prueba para formar parte de la orden. No entiendo porque accediste a esto. Estos jueguitos de detectives no van contigo. Espero más seriedad la próxima vez—.
—Yo... Lo siento, Hazard — clamó Juan de una forma casi humillante.
El hombre miró a su equipo y después analizó con cuidado a Axel y a sus amigos. No parecía nada contento con lo ocurrido.
—Nadie puede volver a ese lugar — dictó y volvió a su motocicleta—. Estaremos observándolos— se colocó su casco.
Los motociclistas se marcharon en ese momento a toda velocidad, así como aparecieron se desvanecieron entre las calles oscuras de Ensenada. El grupo se quedó ahí en silencio por un par de segundos.
—Me voy— Rosa se subió molesta a su motocicleta —. Por ustedes casi me expulsan de la orden. No hagan nada estúpido y quítense de mi camino o mis próximas flechas irán dirigidas a sus cabezas— aceleró y se marchó.
—Malditos pretenciosos — mencionó Jesús con rebeldía —. Ellos no van a decirnos que hacer—.
—No— atajó Juan—. Ellos tienen razón, hermano. No debemos volver a ese lugar, ya tuvimos suficiente—.
—¿Qué dices? —preguntó Jesús— ¿Escuchas siempre lo que te dicen y obedeces sin pensar? —.
—¡Ellos son profesionales, Jesús!—.
—Tu me dijiste que eras un cazador — lo señaló a manera de reclamo —. Y apenas llega ese sujeto te dejas humillar, todas las veces ¡Llevas meses a prueba! Es momento de que te independices de ellos—.
—Las cosas no son así, Jesús — comentó Juan—. Hay reglas—.