Esperando al Destino.

Entre hermanas. (Mary)

-¿Karen?- le pregunté mirándola de arriba abajo. La pancita ya comenzaba a notarse y ya era una costumbre verla comiéndose algo cada cinco segundos.

-¿Mary? ¿Para qué me citaste?- me preguntó- Estoy muy ocupada y me da miedo que alguien me contagie una gripe en este hospital.

-Yo no te mandé ningún mensaje, loca- le dije sacando mi celular para verificar, no encontré nada-¿Cómo vas con las náuseas matutinas?-

-Horrible, me quiero morir y luego seguir comiendo- Karen sacó su celular y me mostró el mensaje, la tonta no se había fijado bien, ese era el número de Diana.

-Pues quedar embarazada te ha dejado ciega- le dije señalando el nombre.

-Ugh, qué fastidio- dijo mirando bien la pantalla- ¿Crees que la sacaron a rastras de la compañía  luego de la entrevista y por eso nos haya citado aquí para llorar? ¡Oh por Dios! Tal vez necesite desmayarse y por eso escogió un hospital-

-Escogió que nos encontrásemos aquí porque estoy de prácticas y se supone que no puedo abandonar el puesto de enfermeras-le expliqué.

-Pero esto no está ni cerca del puesto de enfermeras- apuntó Karen.

-Dije “SE SUPONE”- hice la comillas en el aire y Karen puso los ojos en blanco- Espero que no esté planeando desmayarse en serio, porque no hay ningún doctor sexy que pueda  atenderla, solamente está el doctor Roberts que tiene como 10 mil millones de años-

-Si un doctor tiene 10 mil millones de años, eso lo haría muy buen médico, porque habría visto todas las enfermedades- pensó Karen en voz alta.

-En serio Karen, ese doctor existe desde antes de que inventaran la penicilina- le dije.

-¿Escuchas eso?- me interrumpió.

-¿Qué?-

-Ese escándalo- dijo Karen y de repente un repiqueteo acompañado de unos chillidos llegaron a mis oídos. Al final del pasillo, casi a punto de resbalarse apareció Diana, corriendo.

-¡Lo conseguí, lo conseguí, lo conseguí!- gritaba Diana con una sonrisa de oreja a oreja. Karen y yo nos miramos y comenzamos a gritar con ella, no podíamos aguantar la alegría. Cuando llegó hasta nosotras, la abrazamos y comenzamos a saltar de la alegría.

¡Lo había logrado! Era justo la misma felicidad que habíamos sentido cuando vimos mi nombre en la lista de admitidos en la universidad y la misma alegría que tuvimos cuando a Karen le dieron un aumento. No éramos de la misma sangre, ni siquiera nos parecíamos físicamente, pero esas mujeres eran mis hermanas y los logros de ellas me hacían sentir tan orgullosa que era como si también fuesen míos.

-Shhh- mandó a callarnos Linda, otra enfermera- ¡Hay pacientes terminales en este piso!-

-Precisamente por eso necesitan un poco de nuestra alegría- respondió Karen, pero igual Linda me miró cómo si quisiera asesinarme.

-¡Vamos a la cafetería!- les ordené- ¡Café gratis! ¡Yo invito! Menos para ti Karen, el café no te hace bien, tú vas a celebrar con un jugo de manzana-

De igual forma, en la cafetería me volví loca, como la estudiante pobre que soy, no podía costear una montaña de golosinas, ni siquiera luego de haber robado una joyería, pero me vi a mi misma comprando galletas, leche achocolatada para Diana, jugo de manzana para Karen y un café extra grande para mí. Diana nos contó todos los detalles de la entrevista, Karen y yo pasamos de estar sorprendidas a asustadas y luego impresionadas por cómo todo terminó. ¡Fue un carrusel de locuras! Pero igual me alegraba tanto que Diana hubiese quedado en ese trabajo.

-Bueno, para celebrar de verdad- dijo Karen abriendo un paquete de galletas- Hablaremos sobre el tema favorito de Diana: Alan-

-No tienen que hacerlo, sé que con los años las he aburrido hasta el cansancio- dijo Diana intentando evitarlo, pero igual Karen iba a hacerlo.

-Quien lo conoció primero tiene los honores- dije haciéndole una seña a Karen.

-Muy bien, acabábamos de llegar a ese internado de niños ricos cuando de repente un gordo enorme cómo una grúa, que tendría, no sé, como 15 años comienza a meterse conmigo diciendo que mi nariz es demasiado grande- Karen señala su nariz y hace un gesto dramático- Y yo le respondo que no debería estarme criticando porque parecía una morsa asesina, el chico literalmente le da una patada al suelo y me arroja tierra en los ojos, ese hipopótamo idiota. Comienzo a llorar no porque me sienta mal, sino porque la tierra afecta mi vista y entonces aparece un chico-

Todas hicimos una pausa de suspenso. Karen lo había contado miles de veces y por supuesto que habíamos vivido los acontecimientos, pero Diana ponía una expresión similar a la que ponen las niñas cuando le cuentan su cuento de hadas favorito.

-Era un chico, algo gordito, no como la morsa que me atacó, sino ligeramente pasado de peso, con acné y unos aparatos de ortodoncia que daban miedo- continuó Karen- Sin embargo admito que tenía un cabello castaño oscuro aceptable, sus ojos eran azules, pero bajo esa luz parecían más bien verdes. Y sorprendentemente, aunque era más pequeño que la morsa asesina, se portó como un caballero y comenzó a defenderme, literalmente el enano no tenía miedo de ser aplastado por esa foca amargada- nos reímos y yo pasé el brazo por encima de los hombros de Diana, quien apoyaba su cara entre sus manos, escuchando con atención- Entonces ustedes princesas, aparecieron. Diana y Alan se miraron inmediatamente y les juro, ese rostro lleno de acné se puso rojo como un tomate-




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