Hay personas insistentes, casi asfixiantes.
Pero tú, tú eres como la sarna
Las personas no son ridículas sino cuando quieren parecer o ser lo que no son.
-Giacomo Leopardi
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—Guao, Nick —observo en todas las direcciones sin disimulo—... esto es asombrosamente hermoso.
Concéntrate, Alex. Es una fiesta de mafiosos; no hay nada hermoso en eso.
—Lo es —admite—. Todos aquí limpian su trasero con dinero y, posiblemente duermen sobre lingotes de oro. —joder... y yo que duermo en un colchón de piedra y me limpio el trasero con papel común barato, ni siquiera de doble hoja—. En este momento estás rodeada de: Narcotraficantes, terroristas, espías del otro lado, rusos, traficantes de blancas. —hace una pausa— En resumen...
—Personas malas. —termino por él.
—Exacto. —nos aproximamos al salón principal— Trata de lucir como si estuvieras acostumbrada a este tipo de lujos.
Trago grueso.
—Claro —observo a mi alrededor con arrogancia, como si fuera una jodida perra Hilton—. Nada de aquí me sorprende. —miento con seriedad, y sin perder la postura, a lo cual Nick responde con una carcajada contenida.
—Mucho mejor. —me toma de la mano, y acaricia mi palma con su pulgar.
Debería usar maquillaje más a menudo.
La elegancia y exclusividad del lugar es sorprendente, en mi interior aún no puedo digerir las cosas. Me siento emocionada, pero también siento nauseas por lo que pueda pasar. Todo está dividido en diferentes salones con diferentes fines. En este momento estamos frente a un gran buffet repleto de toda la comida que puedas imaginar.
Quisiera comer algo de allí... al menos solo una trufita.
Y como si Nick pudiera leer mi mente:
—Yo no comería nada de allí si fuera tú. —advierte, soltando mi mano, para luego dirigirla a mi cintura y guiarme hacia el siguiente salón.
Este otro salón, era mucho más grande, se trataba del salón de baile, al menos eso creo. El lugar era gigante, y la decoración era impecable. Cascadas de diamante colgaban desde arriba, y muchas mesas se encontraban esparcidas por todas partes, dejando más que suficiente espacio como para que bailen más de mil personas.
Wow.
Hay una base con tres escalones iluminados con luces rojas donde están tocando música clásica, junto al acompañamiento vocal de una esbelta mujer de cabello negro con hermosa voz.
—¡Cinco minutos para la subasta! —anuncian en todo el lugar, haciendo que Nick tense su mandíbula.
—Vamos, es por allá. —indica, guiándome a una puerta de cristal ahumado donde sólo se ve el reflejo de ambos.
En la puerta se encuentra un hombre con cara de sicario despiadado, pero confío en que Nick se encargará de él.
—Lo siento, sin mujer. —dijo el hombre cuando estábamos a punto de ingresar a la sala de subastas.
Ok, me ofendió el muy puto.
Vamos, Nick, métele un palo por donde ya tu sabes, para que deje de ser tan ridículo.
—¿Con quién crees que estás hablando?—dice Nick, fingiendo un extraño acento, y apretando sus puños como Hulk. «Vaya, pero que buen actor» —. Si valoras tu vida de simple portero, será mejor que cuides tus palabras. —Nick abre sus fosas nasales con exageración, y lo amenaza con la mirada de la muerte.
Muy buena, Nick, muy buena.
Quién pensaría que un chico tan dulce podría causar tanto pavor con tan solo una mirada.
—Lo siento, señor...?
Nick lo mira ceñudo al ver que el hombre no tiene ni idea de quién es.
—Eredent Lukeanova. Tal vez me conozcas como... El Diablo Negro.
Mierda, Nick, de veras que te estás tomando en serio el papel.
—Ok, señor... —el hombre traga grueso— con el respeto que se merece... —sus manos comienzan a temblar— su esposa debe quedarse afuera mientras realizan la subasta... Son órdenes, señor.
Nick espera unos segundos antes de contestar, manteniendo su postura intimidante.
—Lo entiendo, —lo mira ceñudo— respeto a un hombre que cumple con su trabajo. —dice, para luego fijar toda su atención hacia mi.
—Amor... creo que deberás quedarte fuera. —se acerca para simular darme un beso en la mejilla, para luego susurrarme—: Ten mucho cuidado, no confíes en nadie, no bebas ni comas nada... —hace una pausa— Te quiero, enana.
«Y yo a ti, estúpido». Lo pienso, pero no lo digo.
Esto en serio será muy aburrido.
Ok, Alex. Estas en una fiesta de quién sabe cuántos millones o billones de dólares, así que deberías aprovecharlo, tal vez sea la primera y última vez que se te presente una oportunidad así de increíble, después de todo eres pobre.
Luego de no más de unos cinco minutos apreciando la decoración, y de estar cruzada de brazos como una pendeja, aparece un chico flaco, de cabello castaño, ofreciéndome unas copas de «Sabrá dios qué es ese líquido raro con burbujas» en una bandeja dorada «¿Será de oro? No me sorprendería». Al instante recuerdo las palabras de advertencia de Nick, pero sin pensarlo dos veces, la tomo, y simulo beber un trago.
Tranquis, no planeo beber ni comer nada de aquí, solo intento mezclarme entre la multitud. Ser una mafiosa más.
—Hola, preciosa.
Ese aroma...
Esa voz...
No necesitaba ver su rostro para saber de quién se trataba, sabía con exactitud quién estaba justo a mi lado.