Essentia

Respuestas

Al día siguiente me desperté en medio de una tormenta. La ventana de mi habitación estaba abierta y el viento la agitaba con fuerza, provocando un ruido insoportable y dejando pasar una ráfaga helada que fue lo que me sacó del sueño.

Me lancé a cerrarla antes de que el vidrio se rompiera por el impacto; el suelo mojado por las gotas que llegaron a colarse me hizo resbalar, pero mantuve el equilibrio apoyándome en la cortina, que por suerte no se rompió con mi peso.

Cerré la ventana y busqué a Louis en la habitación. Su cama estaba hecha y no había rastro de él. Pensé que seguramente estaba en casa de Edward, pero no entendía por qué no se despidió. El reloj me indicó que era mediodía, y me sorprendí de lo tarde que me había despertado. Luego recordé la noche anterior y que llegué después de la medianoche, por lo que todo cobró sentido. La conversación con Jason fue muy informativa; aun así, no me decidía a aceptar lo que me dijo. Me dio las respuestas que esperaba, y en el fondo las que quería, pero seguía siendo algo imposible que…

—¿Ya estás despierta? —Louis entró con el cabello goteando y una toalla alrededor del cuello. Volví a la cama y me oculté entre las mantas.

—Dejaste la ventana abierta —fue mi explicación.

—En mi defensa, no estaba lloviendo cuando me levanté.

Hablamos un poco mientras él terminaba de prepararse, aunque no podría ir con Edward en medio de la tempestad. Ya lo había llamado y el hombre estuvo de acuerdo; dejarían las visitas para el día siguiente. Estuve tentada de compartirle los detalles de mi conversación con Jason, pero decidí aplazarlo hasta tener claro lo que haría después.

La lluvia se calmó hacia las dos de la tarde, momento en el que llegó Víctor con la comida poco saludable que le pedimos llevar para pasar la tarde viendo películas en casa.

Nos organizamos en la habitación junto a la comida, e iba en camino a encender la televisión cuando el timbre se escuchó en toda la casa. Con un suspiro, pedí a los chicos que no hicieran nada hasta que volviera y bajé a abrir la puerta.

Esperaba ver a cualquier persona menos a Jason, empapado y con la respiración agitada como si llegara corriendo desde su casa. Luego me enteré de que, efectivamente, recorrió los kilómetros que separaban ambas viviendas en menos de cinco minutos, viaje que me llevó a mí unos quince la noche anterior.

—Por favor, deja que me esconda aquí —suplicó entre jadeos, echando miradas furtivas sobre el hombro.

—¿Te están siguiendo? —También miré sobre su hombro, pero no había más que una cortina de lluvia en la calle vacía.

—Me descubrieron —repuso, sosteniéndome la mirada—. O al menos el tipo que me siguió hasta la ciudad; creo que no ha informado a sus superiores. —Sonrió con pesar—. Ya sabes cómo son, siempre buscando todo el crédito. —Se recobró, recordando el verdadero motivo de su presencia allí—. No puedo acudir a nadie más, Elizabeth. Solo deja que me esconda unas horas, te prometo que me iré al anochecer.

Su voz se tornó aguda por el esfuerzo que hacía para no gritar o exigir que lo dejara pasar. Recordé sus palabras de la otra noche “Hice esto por ti, Elizabeth”.

—Entra, y no hagas ruido.

Cerré la puerta con cuidado y lo llevé hasta la entrada del sótano. En el camino nos topamos con mis amigos, que bajaron para investigar lo que me tenía tan ocupada.

—¿Qué estás haciendo? —exclamó Víctor siguiendo mis movimientos. Apagué la luz cuando Jason terminó de bajar las escaleras y se ubicó en un rincón; luego cerré la puerta.

—La policía viene detrás de él —expliqué con calma, aun si sentía el corazón en la garganta y quería gritar—. Voy a ocultarlo hasta que sea seguro.

Los dos me miraron como si me hubiera vuelto loca.

—Si la policía lo quiere es que no ha hecho nada bueno —replicó el pelirrojo—. Con mayor razón debemos entregarlo.

—No puedo hacer eso —respondí, buscando una excusa para ocultar la verdad, que no quería revelarles y que además tampoco me creerían—. Jason me salvó la vida, le debo esto por lo menos.

—Sí, la salvó después de arruinarla —me recordó enojado. Sé que decía eso porque quería hacerme entrar en razón, pero me dolió que cuestionara así mis motivos, y no pensé en otra cosa que en devolverle el sentimiento.

—Esta es mi casa, ¿sabes?, y yo decido quién entra o sale. —Me encargué de sonar fría y recalcar la última palabra para que entendiera mi punto. Me fui acercando despacio, amenazante, hasta quedar de frente a él—. Además, ambos sabemos que solo estás aquí buscando consuelo por el amor que nunca has tenido, ni tendrás, en toda tu patética vida. Así que haznos un favor a todos y deja de fingir que te interesa lo que me pase.



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En el texto hay: asesinatos, obsesion, ficcion juvenil

Editado: 01.01.2020

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