Alma me contestó con el segundo tono y no esperaba que así fuera. Tras nuestra abrupta no despedida de la semana anterior, tras la bochornosa conversación de la que fue testigo esa tarde, con mis hermanas dándome todas las razones por las que Carla era persona non grata, llamarla fue una necesidad.
— Buenas noches Alma ¿Ya cantó el gallo?— Alma se rió al otro lado de la línea y yo me derretí. Hubiera pagado por tatuar esa risa en mi piel y reproducirla con una caricia cada noche.
— Son las 3 en mi teléfono y las 3.10 en el del resto del mundo, sí ya ha cantado y me ha despertado... Como hace un año...— creo que la escuché suspirar.
— No lo has olvidado— conseguí decirle por fin. Un año ya... hacía un año la llamé de madrugada a ese mismo lugar, tras que el gallo la despertara y por primera vez le dije que la quería.
— No olvido las cosas que me importan. Y rodeé con un círculo esa fecha en mi calendario...— Alma se quedó en silencio y yo también, con el miedo de volver a decir lo que no debía y el ansia de escuchar lo que necesitaba.
— Yo tampoco... Alma... ¿Cuál ha sido la última fecha que has rodeado en tu calendario?
— El 22 de Diciembre...— el domingo anterior y cuando iba a preguntarle por qué, Alma siguió hablando— y junto a la fecha anoté una hora, las 17.20h. Gabriel... Buenas noches.
Alma colgó la llamada y me tiré en mi cama mirando al techo, eran las 20.00h y mis hermanas estarían al llegar para que cenáramos. Me froté la cara con ambas manos y solté el aire que contenía mientras la escuchaba hablar.
Alma había anotado la hora en que la besé en el sendero.