En casa de Harper, Zoe le cambiaba los pañales a su nieta mientras su madre charlaba por teléfono con su tía Luna y Gabriel, dejaba sus llaves en el cuenco del mueble de la entrada, deseando encontrar la única pieza que le faltaba.
— Zoe... ¿Quién te habló de ese parque?— Madre e hija compartieron una mirada cómplice,que no le pasó desapercibida.
Alma llegó a casa y tras besar a Leo, éste le hizo la gran pregunta intentando esconder una sonrisa delatora.
— ¿Has leído mucho amor?
— ¡Luna!— Exclamaron ambos frente a algunas de las personas más importantes de su vida.
Ese sábado su restaurante favorito, aquel que fue testigo de tantas celebraciones que comenzaron con una boda, se llenó de abrazos, risas, presentaciones y un reencuentro. Alma y Gabriel, se abrazaron frente a todos sin poder reprimir las lágrimas, de esas que cuentan historias infinitas, mientras Alexander besaba a Luna y sus hijos le ponían cara a su historia, siendo una vieja foto de la familia testigo silencioso del paso del tiempo.
Alma y Leo, Nadir y Vega, Gabriel y Zoe, Charlotte, Harper, su marido y su hija, Alexander y Luna, Alma y su novia, Gabrielle... Todos ellos reunidos por primera vez después de tantos años para recordar el motivo que les llevó hasta este día.
Mientras Gabriel y Leo comentan animadamente el argumento de su nuevo libro y buscan entre los dos, ideas para cometer el asesinato perfecto, Charlotte escucha ensimismada a Alma hablar de su libro favorito, el primero que publicó.
— Ahora que os tengo a todos reunidos por fin, voy a presentar una queja al cuarteto original— Alma en pie y con una copa en la mano para llamar la atención de sus padres y sus tíos, comienza a hablar— ¿A qué adulto responsable, se le ocurrió la feliz idea de apodarme MiniA?— Su tía Alma comenzó a reír señalando a su padre, que sin inmutarse le preguntó por tercera vez esa noche cuando sería la boda. —¡Ni hablar! ! ¡Lidia y yo nos negamos a casarnos! ¿Os recuerdo la que armasteis en la boda de Harper? No nos dejarán volver más a esa iglesia.
Entre risas, prosigue la cena mientras Nadir y Vega se cogen de la mano y sus padres corean "¡Ohhhh!" haciendo que ella se ruborice y él, le bese la frente reconfortándola.
— Gabriel— Nadir le llama y él no puede evitar ver en sus ojos la mirada de su madre, Alma.
— Dime—
— Gracias por traer a Eir a mi vida— Gabriel mira a Alma que no puede apartar la vista de su soñador, el mismo que pasó años fuera de España labrándose un futuro y ahora está de vuelta.
— De nada— le contesta casi sin voz, recordando aquella pequeña gatita que una noche viajó en su moto para sorprender a Alma de madrugada.
Tratando de borrar la nube de melancolía, Alexander les cuenta su nuevo plan de futuro, ese en el que sus esposas morirán por culpa de un meteorito que caerá sobre el centro comercial y ellos, comprarán tras su entierro una casa en Alaska.
— Papá ¿porque siempre las matas mientras están de compras?— le pregunta Vega, cansada de escuchar año tras año diferentes versiones de la trágica muerte de su madre.
— Vega... ¿Sólo te preocupa ese dato? Tío Gabe, en serio, te adoro, pero imaginaros dándoos calor en Alaska... es una imagen que me supera.
— ¡Amo a tu padre y tu madre me lo robó, asúmelo Gabrielle!— replica Gabriel entre risas mientras Luna se levanta para darle un beso.
— Madre mía, demasiado bien hemos salido...— Charlotte bebe otro trago de su cerveza, mientras su hermana asiente.
— Tú no tienes derecho a opinar... ¡Me dejaste sin cenar aquella noche!— Alexander esquiva la patata frita que su sobrina le lanza y Nadir se acerca a Vega para decirle en voz baja "No abras la boca que nos cae alguna" — Y a ti te concibieron en una borrachera en mi casa, jovencito.
— Cierto...— dice Leo —Tu madre no quería niños porque no le gustaban, pero nos despistamos...— y siguió cenando tan tranquilo ante las quejas de su hijo.
— Siguen sin gustarme... Pero como bien dijo tu madre una vez— dice dirigiéndose a Gabriel— Los tuyos no llevan ticket de devolución y te aguantas— Él divertido, choca los cinco con Alma que finalmente se levanta a darle un beso a su hijo, que se hace el ofendido.
— ¿Os acordáis de Carla?— Gabriel esconde la cara entre las manos, mientras Alma anima a Alexander a seguir hablando y Luna secunda la moción. Carla lleva la óptica de la Plaza de la Virgen y su hijo mayor que empezó ese mismo año la Universidad, es alumno de Alexander. — Me enteré ayer de que es la madre de uno de mis alumnos, vino a recogerle y se hizo la loca cuando me vio hablando con él... Un día, pienso llamarla a tutoría.
— Alexander, no estás en un colegio, no puedes llamar a su madre.—
— ¡¡¡Pues iremos todos a que nos haga una revisión de la vista mañana!!!—
— Mañana es domingo, papá...—
— ¡¡¡El lunes!!!—
— ¡¡Sííííí!!— Gabriel y Leo brindan emocionados, mientras sus hijos rezan para que no recuerden el plan al día siguiente.
Durante toda la cena, Alma y Gabriel comparten la mirada de los que guardan el mayor de los tesoros, orgullosos de su presente y tranquilos con su pasado.