Estambrisueños

BUENAS ACCIONES

07 de mayo de 2014

Solo había un final para ese momento, uno de los dos dejaría de existir, ambos lo sabían, uno de ellos sería el perdedor. Ambos se miraron, y en sus ojos podían reflejarse, la eterna lucha que ha existido entre el bien y el mal.

-¡Kaoru, esto es inútil, morirás solo por tu “Dios”!- grito un joven de cabello rubio y rebelde.

-No puedes seguir así, no puedo permitirte que corrompas más almas- respondió un joven de cabello negro, que salió debajo de los escombros de una construcción, en su espalda sobresalían unas hermosas alas.

-¿Qué piensas hacer? ¿Matarme?-respondió con sorna el rubio.- No me hagas reír, tú no puedes matarme, va en contra de tus principios.

-Es cierto, es por eso que voy a castigarte…- dijo el pelinegro y extendió su mano hacia el otro joven.

-¡¿Qué haces?!- gritó el joven al verse inmovilizado.

-Este es mi decreto, yo seré tu juez y jurado….-

-¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!-


Un halo de luz iluminó la noche, pero al parecer nadie lo había notado, era alrededor de la 3am, la gente normal duerme, ella no.

-¿Qué habrá sido aquello?- se preguntó mentalmente una mujer vestida con un pijama color verde que miraba con curiosidad la ventana de su cuarto que daba hacia la calle; en su regazo descansaba un libro.

La luz duro por más de un minuto, era tan brillante y luego se esfumó de la nada, ella se retiró los lentes y talló sus ojos, tal vez el cansancio le hacía ver cosas que no estaban realmente ahí.  Se regañó mentalmente por haberse excedido en la lectura, asentó el libro en un pequeño buro que tenía y se recostó sin poder conciliar el sueño, como siempre, sufría de un inexplicable insomnio.

Odiaba ese lapso en el que trataba de dormir, en verdad le costaba dormirse y en esos momentos su mente aprovechaba para dar rienda a todas esos pensamientos y reflexiones acerca de su vida; ella se giraba a un lado a otro de la cama para tratar de apartarlos. No era una persona que le gustara pensar en aquello, si podía vivir tranquilamente estaba bien, no necesitaba lo que las demás personas necesitan, como amigos, pareja o una posición social.

MENTIRA, SI LE IMPORTABA.

Es decir, ella no era persona sociable, casi no tenía amigos, pareja ni pensarlo, se veía a sí misma como una mujer poco atractiva, las gafas redondas que solían adornar su rostro no eran precisamente sexys y ese cabello negro alborotado no era del todo bello.

Se encogió en la cama y abrazó su almohada, sintiéndose infeliz.

Si lo pensaba bien, era bastante normalita, demasiado común. Lo único de lo que podía presumir era de su inteligencia, se graduó como una de las mejores de su clase y luego de eso, se dedicó a lo que más le gustaba, a dar clase en una escuela primaria. Su vida no era tan mala, tenía trabajo para pagar las cuentas y para comprar cuantos libros desearan, no tenía amigos pero tenía aquellos personajes literarios que le hacían compañía.

-Solo me hace falta un gato…- pensó apretujando más la almohada contra su pecho, suspiró y sin darse cuenta se quedó dormida.

Lunes por la mañana, como siempre, se había quedado dormida, se levantó sobresaltada por la hora y se bañó prácticamente con agua fría, no había tiempo para encender el boiler, así que mientras le caía, no pudo evitar emitir algunos grititos. Algunos estudios confirman que bañarse con agua fría por la mañana, ayuda a la circulación pero ella no lo hacía precisamente por esa razón. Luego de su frío baño, se vistió con un vestido de tirantes y un suéter abierto, se cepillo lo más rápido su largo cabello negro y se colocó con torpeza las zapatillas. Los lentes, los lentes se le olvidaban, tomo sus cosas y salió corriendo lo más rápido posible hacia su centro de trabajo que afortunadamente estaba a unas cuantas cuadras de su casa.  

-Por qué no me puedo levantar temprano- se quejó mientras iba corriendo, tratando de no caerse en esos molestos tacones.

-Porque te quedaste leyendo y pensando cosas que no tienen caso-  se respondió mentalmente y soltó un amargo suspiro.

-¿Por qué no tienen caso?- preguntó una voz cerca de ella.

Ella se giró para ver a quien había pronunciado aquellas palabras, hasta que su vista reparó en un pequeño niño.

-¿Tú me hablaste?- dijo señalando a sí misma.

-¿Hay alguien más aquí?- preguntó el niño, fijando sus ojos en ella. A ella le pareció que sus ojos eran hermosos y de un inusual color carmesí.

-¿Estás perdido?- preguntó ella amablemente, olvidando completamente que era tarde.

-No, pero parece que tú sí.- dijo el niño sonriéndole con malicia.

-¿Qué?-

Sin darse cuenta su escenario había cambiado, ya no estaba en las calles de su vecindario, se encontraba en la azotea de su escuela. Profirió un grito que le hizo perder el equilibrio.

-¿Pero cómo? ¿Cuándo? ¿Ya camino dormida?- preguntó aterrorizada, mientras miraba a su alrededor.




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