1 de mayo de 2018
Era un día como cualquier otro en la colmena, desde que las máquinas se apoderaron del mundo en “La Guerra Inteligente”, nosotros los humanos éramos su entretenimiento; mascotas, en términos más humanos. Cuidaban de nosotros, nos alimentaban y nos daban hogares para vivir con nuestras familias. También teníamos trabajos en los que contribuimos más que nada a la conservación y estabilidad de nuestro hogar, cada quien tenía que aportar con trabajo a la colmena para recibir los beneficios de casa, salud, comida y ropa. Cuando alguien ya era demasiado mayor o enfermo para aportar algo a la colmena, tenía que ir a la “Casa de retiro”. Ahí, las máquinas tenían robots bajo su control que cuidaban de los ancianos y enfermos hasta su último día; copiaban su código genético para analizarlo y encontrar problemas a enfermedades que mentes humanas no fueron capaces de remediar para cuidar que las mujeres que estuvieran gestando se mantuvieran en óptimas condiciones; de ahí que empezaran a nacer humanos más saludables y con prolongado años de juventud.
Las máquinas era los nuevos dioses del mundo, aplicaban orden y justicia de forma inmediata; nos observaban por todos los rincones de la colmena y cosas como la guerra, la violencia o la anarquía estaban sumamente prohibidas. Los humanos que no se apegaban a sus reglas eran puestos en una colmena de adaptación donde cumplían un programa de readaptación y regresaban al año con un cambio de actitud bastante evidente. Nadie sabía a ciencia cierta que les hacían en aquella colmena, mi mejor amigo Kyev decía que revolvían sus sesos en una licuadora y se los volvían a poner en su cabeza; obviamente eso era demasiado fantasioso para ser cierto.
Kyev y yo crecimos en la colmena 69, su casa estaba a lado de la mía. Desde que éramos niños trabajamos en los cultivos, ahí las máquinas y personas nos enseñaron a cuidar a las plantas que nos daban de comer y hace bebidas de las frutas, esta era una de mis partes favoritas porque a nuestra madre máquina (o al menos, creo que era una “ella”) le gustaba mirar el proceso antiguo y humano de preparación de bebidas; “Siri” era muy buena con la colmena, había rumores que había sido de las primeras IA creadas por la humanidad y aún conservaba en su “corazón” los recuerdos de cuando ella era una ayudante y amante de los humanos.
Kyev y yo conforme crecimos nos volvimos cercanos, en nuestras horas de libertad después de la planta de cultivos. Salíamos a ver las proyecciones que “Siri” programaba en el cine colectivo o al teatro, la biblioteca o simplemente a platicar. Kyev siempre me hablaba de cómo sería el mundo sin las máquinas y de lo mucho que le gustaría viajar y explorar el mundo; el encierro de la colmena lo aburría y siempre imaginaba aventuras que quizás nunca sería capaz de experimentar. A mi me gustaba escucharlo pero temía que la presencia omnisciente de Siri tomará sus ideas como indicios de una rebelión. No quería ver a Kyev en una de esas colmenas de readaptación; yo lo amaba al igual que Iris, una chica que trabajaba en la planta de desperdicios. Kyev y ella se conocieron en una función de teatro y desde eso siempre había mostrado un interés abierto hacia él. Kyev, por su parte, parecía ajeno al romance y vivía feliz en sus fantasías de viajes y aventuras.
Un domingo, día en el que ningún humano trabajaba y algunos aprovechaban para salir o simplemente descansar. Kyev , Iris y yo fuimos al cine a ver una función llamada el “Gran Gatsby” una película sobre un humano que era lo que llamaban millonario, que significa un hombre que poseía bastantes recursos materiales, que organizaba cada noche una fiesta en su casa con tal de encontrar y volver a ver a la mujer de la que estaba enamorado. Iris y yo disfrutamos la historia mientras Kyev comentaba fascinado los escenarios de la película cuando salimos del cine.
Tuve un pensamiento aparte también pero no lo expresé de manera abierta. Pensé que los humanos durante mucho tiempo habíamos tenido la libertad de vivir como quisimos pero cosas como la avaricia, los celos, el dinero, status y reputación nos hacía infelices y capaces de cometer atrocidades en contra de nuestra propia especie. Gatsby, el protagonista de la película había vivido una vida muy diferente a la suya, anhelando alcanzar a otra persona que jamás consideró sus sentimientos y me hizo reflexionar sobre el afecto que sentía por Kyev; nunca le había dicho lo que sentía por él, me conformaba tan solo escucharlo hablar sobre sus sueños.
—Vayamos a la planta de deshechos—sugirió Iris.
—No deberíamos— me opuse inmediatamente porque Siri hacia un mantenimiento y revisión de las maquinarias para revisar su correcto funcionamiento y evitar accidentes. En otras palabras, perdidas humanas.
—Tu siempre de aburrida Yoru, a veces hay que dejarse llevar y ser un poco más… aventureros— pronunció con malicia.
Sabía exactamente a quien quería convencer con esa palabra.
— Una aventura es justo lo que necesitamos. Vamos Yoru, será divertido, en la chatarra siempre hay cosas interesantes—respondió Kyev.
—y peligrosas— agregue.— Además Siri hace mantenimiento hoy, no debemos molestar, lo tomará a mal y terminaremos en una de esa colmenas de readaptación.
—Aburrida— siseó Iris y me dieron unas ganas terribles de golpearla pero me contuve por la regla de no violencia.