Cuando él rió un día dando la clase y ella levantó la vista y lo vio sonreír, supo que no podría fingir que no estaba enamorada como una chiquilla de él.
Cuando él la vio mirándolo como se mira a alguien a quien se admira, supo que jamás podría convencerse a sí mismo de que no sentía algo por ella, aunque tampoco podría decirle nada a esa pequeña cuyos ojos brillaban tan solo por verlo, porque sería muy injusto.
Ella era solo una jovencita cursando el último año de secundaria, él no podía arrebatarle su adolescencia.
Ella lo quería, pero no podía a él arrebatarle su vida.
Ambos podían fingir que no pasaba nada.
Y aunque no pudieran, debían.