D E N N A
— ¡Hace un lindo día! — grita Sarah en cuanto abre la puerta corrediza que da a la playa.
Desde allí arriba se puede observar el mar en calma, y las personas que ya empiezan a formar una línea paralela, aunque despareja, frente a la orilla.
Me cubro los ojos con la mano derecha para evitar que el sol me impida ver. La playa está normal, como estaba ayer y como seguramente estaría la semana que viene.
Sin quitar la mano de mis ojos, miro hacia arriba hasta toparme con el sol, que está justo encima de nosotras. Si lo que dicen es cierto, deben ser las doce del mediodía, más o menos.
— ¿Qué hora es? — le pregunto a Sarah quien está imitando mi precaria visera, tratando de localizar un lugar donde sentarnos.
Distraídamente saca su teléfono del bolso de playa, mira la pantalla unos segundos, sube el brillo, y lo guarda nuevamente.
— Son las once con cuarenta.
Asiento con la cabeza más para mi que para ella, pero aun así sonríe mostrándome una hilera blanca de dientes.
Sarah es muy linda, para ser sincera, aunque es más del tipo de chica que te gusta por su personalidad y carisma. Me refiero a que, si no tuviera el gen de la belleza seguiría rompiendo corazón con solo decir hola. Yo, por el contrario, tengo que esforzarme al máximo ya que ninguno de los adjetivos antes mencionados es mi fuerte. Si tuviera que elegir algo que me caracterice sería sin duda, mi gran capacidad para arruinar mi vida.
— ¿A dónde vamos? A la zona del bar fuimos ayer. Cerca de la casa de los guardavidas hay poca gente y aquí en frente hay demasiada — comenta señalando cada lugar mientras habla. Yo seguí atentamente su pequeña exposición comentando los pros y contras de cada uno en mi mente. Al final nos decidimos por el bar ya que preferímos más el alcohol que las personas.
Me coloco los lentes aviador negros, y bajamos por la escalera de madera que hay en el lado derecho, que termina justo en la arena. La gente está desparramada por todo el lugar formando pequeños grupos. Hay familias, grupos de amigos y alguna que otra persona en soledad. Sentí la necesidad de acercarme y preguntarles cómo lo hacían.
— Es fácil — me dice Sarah una vez que nos sentamos en los taburetes de madera — no les importa lo que piensen los demás. — Y con un encogimiento de hombros le resta importancia.
— Yo creo que es algo más... no sé ¿práctica?
— ¿Práctica? — por un momento pienso que se reirá pero en su lugar sonrie. — Si, esa es la palabra. Tener el autoestima alto es algo que lleva tiempo alcanzar, es como... un objetivo a largo plazo.
Pedimos dos cervezas, y con ellas nos ofrecieron aceitunas. Sarah arruga la nariz pero a mi me encantan. Sonreímos y le dimos las gracias al barman por su genial (según yo) servicio.
— Yo también lo creo aunque se me es difícil pensar que hay chicas que se ven súper seguras y que no lo son. — le dí un sorbo a mi cerveza que estaba bastante fría y comí una aceituna. Recibí como respuesta un gesto de disgusto.
— ¡Por dios Denna! El noventa por ciento de las chicas se sienten inseguras por algo. Una cosa es aparentar seguridad y otra muy diferente es serlo.
Da un largo sorbo a su cerveza para seguido pedir otra.
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Un par de cervezas después nos sentíamos bien. Bailamos con la música del lugar, entramos y salimos del agua sin preocuparnos de tapar nuestro cuerpo, hablamos con todo el mundo. Ya saben, lo normal cuando tenés el alcohol suficiente como para llamar a tu crush para preguntarle como está.
Suena blinding lights de fondo. Sarah y yo estamos apoyadas en el mostrador de color marrón oscuro, moviendo descoordinadamente los pies intentando inventar una coreografía. Fallamos, nos reíamos y volvímos a empezar.
— Ese paso es mi favorito.
Comenta una voz bastante profunda y definitivamente masculina. Levanto la vista para encontrarme con un señor de unos cincuenta años, recostado contra la barra. Le sonreí, algo que probablemente no hubiera hecho sobria, y le pregunto si podía hacerlo mejor.
— ¿Te lo muestro? — pregunta el señor equis y antes de que pueda decir cualquier cosa, comienza a mover los pies de una forma rara: puntas adentro, talones adentro mientras estaba agarrado al borde de la barra. Me toma unos segundos coordinar mis movimientos pero lo logro, y juntos bailamos, obvio entre comillas.
Bien hecho, me dice una vez que terminamos nuestro número.
— ¿Quieres algo de beber? No me acordaba que bailar da tanta sed.
— ¿Por qué no?
Hablamos de cosas sin sentido hasta que llega Sarah arruinando la fiesta.
— ¡Me está contando como su hijo conoció a la mujer que años después lo mató!
— Tengo que irme yo también — dijo equis distraídamente. — Mañana puedes venir a escuchar el resto. — Ambas nos encogimos de hombros aceptando.
— ¿Qué? Ya sabes lo mucho que me gusta el crimen y más si es real.
Y es cierto. Lo amaba. Era su vida, y no por nada su serie favorita era How to get away with a murder.
— ¿Por qué no nos quedamos a escuchar el final? Podemos convencerlo de que se quede un rato más hasta terminar la historia... — pero cuando me volteo, él ya no se encontraba en el lugar.
— Se ve que no es posible.
Sarah había reconsiderado mi oferta un poco tarde. Se encoge de hombros por enésima vez en unas horas. Es una persona muy... relajada.
Saco mi teléfono del bolsillo, encontrándome con una llamada de mi madre y que eran las 18:50.
— ¿En qué momento pasó tan rápido la hora? — pregunto sorprendida.— No importa... ¿por qué fuiste a buscarme?
Sarah detuvo su caminata mirándome con sorpresa para decir, ¿no te lo dije? Niego aunque mi mente está revolviendo en su interior. Capas mencionó algo y lo olvidé... o lo ignoré porque si, a veces optaba por ignorarla.