D E N N A
Después de haber consumido nuestra droga diaria —léase entre líneas: café— nos quedamos un rato disfrutando de la vista que aquellos enormes ventanales nos ofrecen. Ambas estamos de acuerdo que es, sin dudas, el mejor día de verano desde que llegamos. El sol brilla con intensidad, asomando parte de su amplitud entre los modernos y prominentes edificios. A pesar de ser pasado el medio día, la temperatura es constante, lo que permite que, por suerte, no nos cocinemos vivas aún estando en plena ciudad. Para sorpresa nuestra, el turno de nuestra flamante amiga terminaba en el instante en que nosotras decidimos retirarnos.
Caminamos sin rumbo fijo, siguiéndola a ella quien se supone conocedora del lugar. Nos habla de como sus padres habían llegado desde México de forma ilegal, lo que al parecer le inspiro la carrera de leyes. A pesar de estar contando una historia para nada fausta, la sonrisa de su cara no desaparece aunque sus ojos, sin duda alguna demuestran un poco de dolor. No sé analizar miradas pero si sé reflejar mi dolor en otros. O por lo menos reconocer cuando alguien lo padece.
Yo no hablo demasiado. Aunque no me guste admitirlo mi yo normal y mi yo alcohólico son muy diferentes. Mientras uno es excéntrico, extrovertido y amigable, al que recurro diariamente es tranquilo, introvertido y con un poco de mal genio. Me gustaría cambiar. A veces me planteo hacerlo pero ¿para qué? ¿Para gustarle a otros o a mi?
La mano de Sarah se sacude frente a mis ojos. — ¿Estás acá, Denna?
Sonrío tratando de mostrar que estoy cien por ciento al tanto de lo que dicen.
— Por supuesto. Creo que Miami es una ciudad hermosa sin dudas, me encantaría vivir aquí en cuanto termine mis estudios en la universidad de Lisboa.
Hago un ademán de insuficiencia recibiendo una aprobación por parte de ambas.
— ¿Qué tal es la carrera de abogacía?
— Siendo sincera está buenísima. Sin dudas, la mejor decisión que he hecho en mi vida y viniendo de mi, es algo bueno. — Toma un sorbo de café, claramente orgullosa de si misma.
— Me imagino que si.
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Miro la hora en mi teléfono, 15:38. Además de la hora, mi vista se enfoca en un mensaje de Issac. Mi pulso se acelera, llevando una cantidad considerable de sangre a mis mejillas. ¿Qué me pasa? Selecciono el mensaje y espero a que se abra.
Hola, se qué pasó un buen rato pero... ¿quién mierda va con un libro al baile?
Sonrío ante dicho mensaje que, siendo honesta no esperaba. En absoluto. Sarah se percata de mi reacción y se prepara para dejarme en evidencia.
— ¿Y esa sonrisa, Denna? ¡Estás coloradísima!
Inclino la cabeza hacia adelante tratando de esconderla, si es posible, en el suelo, al estilo del ñandú.
— Me escribió Issac — contesto restando importancia.
— ¿Por qué siquiera te gusta Issac? — pregunta con un deje de fastidio al decir el nombre.
Volteo los ojos ante su comentario. Sarah es buenísima, sin dudas la mejor amiga pero aún así las personas buenas, no siempre lo son. Ella juzga. Mucho. Y puede que a veces parezca que lo hace sin pensar, yo firmemente lo creo, aunque en esta ocasión lo hace con la intensión de despreciar o de hacer sentir menos al otro. ¿Por qué? No lo sé.
— Muchas veces las personas nos gustan. Fin. No hay una razón específica. Es más, no habría razón por la que. — Isabella se encoge de hombros.
— Gracias, Isabella.
Sarah voltea los ojos mientras bebe de su café. Hace un ademán despectivo ante el comentario y se queda en silencio. Mientras tanto mi teléfono vuelve a vibrar avisando la llegada de un nuevo mensaje.
Estaba pensando que capaz querrías salir. Tomar un café o algo.
¿Quiero? Miro a mis acompañantes quienes están cada una en lo suyo, en silencio. Hasta que mi amiga lo rompe.
— Lo siento, Denna. Lamento ser una amiga de mierda a veces — su vista viaja de mis ojos a su vaso de café. — No debería pero... estoy un poco celosa. No de ti ni de él, supongo que de ustedes — hace un ademán chocando los dedos índices de cada mano.
Me levanto y la abrazo. Se que tan difícil es para Sarah hacer... eso. Pedir disculpas y reconocer que se equivocó.
— ¿Por qué estas celosa? — me aventuro a preguntar una vez que las cosas se apaciguan.
Por cierto, en ese momento, se está castigando mentalmente por haber dicho eso.
— Es que hasta ahora eramos nosotras en Miami. Ahora somos tres — agrega involucrando a Isabella en el asunto — pero es raro que te vayas con él... cuando dijimos no hacerlo.
Tiene razón. En el aeropuerto de Lisboa prometimos — pinky promise— que no nos dejaríamos de lado por ningún chico, y claramente yo estoy violando eso.
— En mi defensa — enumero con los dedos — tu los trajiste a casa. Y segundo, no podemos elegir quien nos gusta.
Isabella me da una palmada de ánimo en la espalda.
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Issac y yo caminamos por una calle que está prácticamente atestada de gente, y yo me sentía incómoda, no solo por el hecho de estar con mucha gente, sino por estar con él. Es la primera vez que nos vemos en una circunstancia que no involucre alcohol o música. De todas formas, siente bien.
Mi amiga no puso pero alguno con respecto a mi salida ya que le interesa la idea de estar con Isabella por un rato.
— No me respondiste lo del libro — anuncia mirando al frente.
— No hay nada que decir — me encojo de hombros. — No lo entenderías.
Su mirada se centra en mi por primera vez desde su llegada.
— ¿Lo que no entendería?
Miro hacia adelante en un intento de que se olvide del asunto pero lo único que hace es indagar más.
— Si no me explicas definitivamente no lo entenderé.
— ¿Por qué insistes tanto en el tema? — Quise sonar desinteresada pero sin querer me inclino más al desespero, con un deje de enojo. Su ceño se arrugó. Miro hacia el suelo un poco avergonzada musitando un lo siento.