Estereotipos De M!"#$%

CAPITULO 14 EN REALIDAD NO ERES INVISIBLE

 

Eran las diez de la mañana del sábado, Taero seguía rodando en su cama sin querer despertarse. Había dormido tanto que su cuerpo le exigía que se pusiera de pie de una vez, tenía bastante hambre. Se levantó y fue al baño sin siquiera espabilarse.

Como todas las mañanas metió casi toda la cabeza en el fregadero y empapó su cabello. Tenía la temperatura corporal alta, le daba calor con facilidad y hacer esto le refrescaba. Se bañaba diario y casi siempre en agua fría. Pronto saldría a entrenar y después de eso tomaría una ducha.

Se lavó el rostro y levantó su cara al espejo que tenía en frente, el agua caía por sus hombros, espalda y pecho desnudos. Su pantalón de dormir se mojó un poco, se regresó al cuarto. Sintiendo la alfombra bajo sus pies fue buscando algo que ponerse, acostumbraba arrojar la ropa al piso. Después de todo, Magda siempre ordenaba sus cosas.  

Levantó una camiseta gris, se la puso y salió de la habitación. Fue bajando cada piso, su habitación estaba en el tercero. En el segundo su mamá tenía un estudio donde preparaba material para el trabajo en la universidad North. Pasó por el lugar y no la vio, era demasiado raro. Yudith no dejaba de trabajar ni en su cumpleaños.

Siguió bajando, con pereza. Se dirigió a la cocina para no perder más el tiempo. Tomó una manzana así mataba el hambre de momento. Se apoyó en el mesón de mármol y miró por la puerta corrediza de cristal que daba al jardín y la piscina. El frío de la baldosa le entraba por los pies descalzos pero afuera se apreciaba un sol insoportable.

Se acercó a la puerta y la abrió, el olor del césped recién cortado y el calor le disgustaban. Royer estaba allí, su jardinero. Era día de retoque al jardín, había una pila de hojas, flores y césped que ya no servía. El beta tenía un overol de jardinero, sudaba por el trabajo bajo tanto sol. Ya casi terminaba de limpiar todo.

- Buenos días, joven Campcell ¿A dormido bien? - Cuestionó el señor, muy animadamente al verlo.

- Buenos días. - Tae le sonrió. Seguramente Magda le contó que andaba de vago esa mañana. - Mejor que nunca. - Mintió, en tono amable y con una sonrisa. - Royer ¿Has visto a mi madre?

- Me parece que a salido en el auto del señor Miguel. - El beta sonrió y volvió al trabajo, aun no terminaba y no quería que los patrones se enojaran.

Taero suspiró irritado, se regresó por la cocina después de cerrar la puerta para que el olor a césped y el calor no entraran a la casa. Su mamá estaba tan ocupada últimamente, no la veía casi nada en estos días. Al menos le había dejado el auto de ella, así podía ir y venir fácilmente por la ciudad.

Su papá no tendría problema, tenía dos vehículos más. Pensaba en ello un poco distraído, sin notarlo mucho ya había agarrado otra manzana. Tiró lo que quedó de la primera en la basura, fue a la sala. Caminó por la alfombra, sintiendo el material suave en sus pies. Le gustaba mucho esa sensación.

Se sentó en el suelo, apoyó su espalda en el mueble más cercano y echó su cabeza hacia atrás. La casa estaba silenciosa hoy, podía escuchar aves trinando afuera. Tae era hijo único, sus padres eran ambos alfas.

Miguel, su padre era un abogado del buffet más controversial de la ciudad. Era experto en defender casos complicados y ganaba muy bien por ello. No cualquiera podía pagar sus servicios, menos si habían cometido un delito altamente cuestionable. El alfa estudiaba muy bien a sus clientes, así mantenía el prestigio de su labor. Su papá les llamaba “Víctimas del sistema” .

Yudith, su madre era dirigente en una carrera de la universidad más importante del estado. Al ser solo para alfas era sumamente difícil entrar, la competencia era feroz. Terminar la carrera en esta universidad le aseguraba un futuro exitoso a cualquier alfa. También tenía un sueldo jugoso.

Sin mencionar otros negocios o inversiones que tenían. Taero no se jactaba de su posición económica nunca, no le gustaba como la gente cambiaba sus tratos con él cuando se enteraban. Aunque no podía esconder sus apellidos o la fama de sus padres. A consecuencia de tantos ingresos sus padres pasaban ocupadísimos. ¿Qué les costaba darle un hermano?

Se terminó la manzana y volvió a levantarse para ir a la cocina. Echó la basura en su lugar y agarró de la nevera una jarra de yogurt casero sirviéndose un vaso.

- Buenos días, Taero. - La dulce voz de la ama de llaves le hizo sonreír.

- Buenos días, Magda. - Se volteó con una sonrisa, se acercó y abrazó suavemente a la beta.

Magda era como una madre para él, prácticamente lo crio. No solo era ama de llaves, había sido su niñera. La mujer le atendió y acompañó en esa enorme casa desde pequeño. Fue gracias a ella y a otros empleados que no se sintió  tan solo al crecer.

- ¿Hambriento? - Cuestionó con una sonrisita, tenía que alzar todo su cuello para poder ver al alto y apuesto alfa. - Déjame prepararte unas tostadas.

- Gracias. - Tae se sentó en la silla del desayunador. Bebió del vaso de yogurt. - ¿Sabes a que hora viene mi mamá? - Sí, se tuteaban.

- Mmmm Quizás pasada la hora del almuerzo. - Magda se paseaba por la cocina, conocía cada cajón y estante de memoria. - ¿La necesitas para algo?

- No. No es nada.

- Tú padre me a pedido que te pregunte si vas a ir hoy a la cancha. - Le comentó, terminando dos tostadas de jamón, queso, lechuga y tomate. - La señorita Giel estará allí con sus padres, les gustaría que vayas y practiques con ellos. - La mujer le sirvió la comida y aguardó por su reacción.




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