Eirene
El viento arrastraba mi cabello y yo no me atrevía a dar un paso más para sobrepasar la acera. Esa casa continuaba igual y eso me causa escalofríos. El buzón con el apellido de soltera de mi madre sigue ahí con su apellido llamativo, Leonards con las letras ligeramente cursivas.
Recuerdo cuando mi hermana y yo salíamos a jugar al jardín con nuestras muñecas. Juro que nuestras risas se escuchaban hasta el otro condado. También está en mis recuerdos cuando todo lo malo comenzó, cuando solo eramos unas niñas contra los monstruos de la casa, demonios ahora. Mi hermana pequeña, mi gemela estaba ahí dentro esperándome, odiándome por haberla abandonado. Yo también me odiaba por hacerlo.
—¿Sucede algo? —pregunta mi mamá con cierta preocupación en su tono de voz.
No puedo decirle que me aterra regresar con ella, aunque sea solo por vacaciones, y vivir allí donde alguna vez lloraba sin cesar. Tenía miedo de enfrentarme a ella y a todo lo que representaba aquella casa azul al final de la calle.
Tenía que responder pero aun así mi boca no se movía. Estaba completamente alerta y aun así no me movía. La noche nos brindaba su oscuridad y no tenía miedo a ella, después de todo viví en ella por muchos años.
—La-la casa se ve igual… —respondo aun aturdida.
La miro y veo en sus ojos verdes comprensión que antes no había. Han pasado siete años desde la última vez que estuve aquí y se siente igual pero esta vez no estoy aterrada.
—Quería cambiar la pintura pero sabes como es Ares de testaruda —dice algo burlona y yo me tenso ante aquel nombre. Se escucha familiar de sus labios y de los míos como si fuera una desconocida. —Creo que el nombre le queda perfecto.
Yo asiento y regreso la mirada a la casa que tenía las luces encendidas. ¿Estará esperándonos?. ¿Se sentirá mejor?. Mama dijo que no la acompañó a recogerme porque se sentía mal y eso me preocupó. Puede que parezcamos unas desconocidas ya pero compartimos un útero antes y diez años de vida juntas antes de que me fuese, eso nos vuelve cercanas ¿No?.
—Tenemos que entrar, hace frío —añade con una felicidad que antes no sentía al estar cerca de ella.
Asiento nuevamente y la sigo con mi mochila colgando de mi hombro. Ella lleva mi maleta con las rueditas andando. El suelo fue cambiado por uno más civilizado, plano y limpio. La madera de la entrada continuaba rechinando cuando pise el primer escalón. Jale de mi sueter cremoso por las mangas para encubrir mis manos levemente, el frío seguía a pesar de estar usándolo.
La casa que antes parecía un lugar inhabitable hoy se ve hogareña con aquellos colores pasteles en las paredes. La mayoría de muebles son de colores claros y eso me da paz mental.
—Puedes dejar la mochila en el sofá —sonrió y soltó la maleta cerca de la entrada. —Siéntate ahora llamo a Ares. ¡Ares ya llegó Eirene!. Prepararé algo en la cocina, necesitas algo con que compensar las horas de vuelo.
Ella desaparece entre el pasillo para ir a la cocina. Yo me quedo ahí cerca de la escalera esperando a mi gemela, esperando el sonido de su puerta siendo abierta pero no hay nada, no hay pasos solo estoy yo ahí.
—Te compre las galletas que tanto te gus… ¿Sucede algo?
Mi mamá no tardó en regresar con unos snacks entre sus manos.
—Nada —volteo y tiene razón, compró las galletas que tanto me gustaban cuando era una niña. —Gracias.
Ella sonríe como si se hubiera ganado un premio por agradecerle.
—Iré por Ares.
Cuando ella da el primer paso a las escaleras yo me giro a la sala. El suave olor a incienso me recuerda a mis amigas de casa. La sala se ve limpia y completamente diferente a lo que fue años antes. Ya no hay botellas de cerveza encima de la mesilla de descanso, solo hay un florero con flores frescas que no dude en acariciar. Todo era diferente.
—¿Estás segura de que eso es suficiente? —parece que a mamá no le entusiasmaba que solo haya comido un par de galletas. —Estuviste horas en un avión y la comida es pésima. Dime la verdad, ¿Ya no te gustan esas galletas?
—Comi algunos snacks durante el viaje así que no tengo hambre —miento, —No tienes porque preocuparte aunque si tengo sueño.
Por alguna razón Ares continuaba enferma y eso me preocupaba más. Quería verla pero tal vez la molestaría si solo quiere descansar.
Con más reproches de parte de mi mama por solo haber comido unas galletas por fin me acompaño a mi nueva habitación que era antes la de invitados antes de que Ares quisiera dejar de compartir habitación con una cama vacía y juguetes que había abandonado, como lo hice con ella. Algunas de mis cosas estaban en cajas en una esquina de ese solitario lugar.
—No te preocupes por la maleta yo mañana te ayudo a acomodarla en el closet —la familiaridad con la que mi madre me hablaba era escasa cuando era niña, ahora es extraño. Asentí. —Hay pijamas en la habitación y todo está listo para dormir.
Me siento sobre la cama y hecho un gran suspiro, mi mama continúa en el marco de la puerta mirándome con cariño.
—¿Pasa algo? —pregunto.
—No, solo es que, no creí volver a tenerte aquí. Conmigo. Con Ares… —ella estaba nostálgica.
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Editado: 28.12.2021