—¿Sung Kyu?
Me arrodillé a su lado, pero no me atreví a tocarlo.
Woo Hyun siguió llamándolo.
Sabía muy bien quién había hecho aquello, quién había atacado cobardemente por la espalda a mi hermano.
Me levanté, apretando los puños con tanta fuerza que me encajé las uñas en las palmas.
—Woo Hyun —lo llamé. No me hizo caso—. ¡Nam Woo Hyun!
Y está vez lo tomé del hombro, sin brusquedad, pero con firmeza.
Me miró.
—¿Qué?
—¿A dónde fue Chul Moo?
Pero no sabía. Se encogió de hombros y volvió su atención a Sung Kyu.
Maldijé en voz alta y entonces la misma vibración que me había hecho subir se hizo presente de nuevo.
La sentía en el piso, pero ya sabía que no venía de abajo. Y si tampoco lo hacia de arriba, ¿de dónde...?
Recordé que antes era una fábrica textil, sin duda tendría espacio para guardar autos y otras cosas de grandes dimensiones. Seguramente también tendría puertas eléctricas.
Eché a correr escaleras abajo, esquivando al mismo tipo al pasar por la puerta. Mientras lo hacia pensé que yo no había visto a Chul Moo bajar por ahí. Y fue ese pensamiento el que me hizo detener.
Si Chul Moo no había llegado a donde fuese el sitio de donde venía el ruido por ahí, ¿entonces...?
Volví sobre mis pasos, con la idea fugaz de que no era malo tener monólogos internos ya que al menos no tenías necesidad de terminar las frases.
Volví a la habitación donde Woo Hyun y Sung Kyu continuaban exactamente igual.
Si mi cabeza no hubiera estado tan alocada le habría sugerido que llamara a una ambulancia, pero eso fue algo en lo que pensé hasta muchas horas después.
Le eché un rápido vistazo a el lugar. Y la ví. Era tan pequeña y estaba convenientemente pintada del mismo tono de las paredes que era casi imposible verla. Una puerta secreta.
Estaba abriéndola menos de un segundo después de descubrirla. Del otro lado había unas escaleras. Bajé por ellas y la vibración volvió a hacerse presente. Y supe que no había estado tan errado al ver de que se trataba. La puerta eléctrica de una cochera.
Chul Moo estaba dentro de un auto azul y tenía una de sus manos fuera, con lo que parecía un pequeño control en esta.
El control de la puerta.
Mis ojos se volvieron hacia ella, estaba abierta apenas unos centímetros, pero el espacio no era suficiente para que el auto pasara por ahí. Intentaba escapar.
—¡Chul Moo! —grité.
Él volvió el rostro, mostrando los dientes y volvió a oprimir el control.
La vibración se hizo presente de nuevo y la defectuosa puerta se levantó un par de centímetros antes de detenerse. Ante esto el líder de los Black Eyes arrojó el control por la ventanilla y encendió el auto.
¿Qué pensaba hacer?
Y entonces arrancó, yendo directamente a estrellarse contra la puerta. Pero si pensaba que saldría así estaba equivocado. La puerta no cedió ni un poco, sin embargo la parte delantera del auto quedó destrozada.
—¡Chul Moo!
Corrí hacia él, con los puños listos.
Abrí la portezuela y antes de que pudiera hacer algo lo tomé de la camisa y lo saqué a rastras.
Tenía un golpe en la frente que sangraba, pero salvo su nariz rota, se le veía ileso.
—Maldito bastardo —gruñí —te atreviste a atacar a mi hermano.
Chul Moo reaccionó entonces, lanzándome un puñetazo, pero lo esquivé, saltando hacia atrás.
—Tu hermano es basura.
Y escupió en el suelo con asco.
Me lancé hacia él. No tenía caso hablar con un tipo como ese y además había una sola cosa que yo quería hacer.
Chul Moo echó a correr, rodeando la parte trasera del auto.
—¿No vas a defender a tu hermanito? —se mofó, aparentando valentía.
No respondí y volví a lanzarme. Está vez le dí en el pómulo, haciéndolo caer sobre el piso, muy cerca de una de las llantas del auto.
—Pagarás por lo que hiciste —murmuré, mirando su miserable persona en el piso.
Pero Chul Moo no era tan fácil. Era sádico y sanguinario; y sobre todo era un cobarde.
—Hablemos, L —susurró —seguro que podemos arreglar las cosas.
—No.
—Claro que sí. Ambos somos adultos —se limpió la frente con la mano—. Tú eres diferente a ellos. Siempre lo supe. Tú eres como yo.
—Te equivocas. No soy como tú.
Chul Moo se incorporó a medias y sonrió.
—Es realmente una lástima.
Y se abalanzó sobre mí. Reaccioné al momento, listo para responder su ataque, pero el brillo de algo en su mano me hizo detener e intentar esquivarlo. Casi lo logré.
Chul Moo clavó la punta de una navaja en mi pierna derecha, un poco por debajo del muslo. Caí, llevando una mano a mi herida. La sangre era abundante.
Chul Moo se acercó a mí, a paso lento. Como si ahora que las cosas parecían ir a su favor pudiera relajarse.
—La tenías oculta, ¿eh?
—Nunca se sabe —apartó su cabello, dejando ver la marca—. Tenía pensado usarla en tu hermano —confesó, mirando mi sangre resbalar por la punta —pero espero que ese golpe haya sido suficiente. Lo habría matado a golpes si el imbécil ese no hubiera intervenido.
—Sólo así fuiste capaz —espeté —por la espalda. De otra forma jamás habrías podido tocar a Sung Kyu.
—Se hace lo que se puede.
—Maldito cobarde.
Mostró los dientes, furioso, y fue hacia mí. Retrocedí como pude, pero con la pierna herida era muy lento. Recibí un puntapié en la boca.
—No soy ningún cobarde —escupí sangre y levante el rostro.
—Cobarde —repetí, recibiendo otro golpe. Al menos no uso la navaja. Todavía.
—Dilo de nuevo, marica, y te mataré.
Me puse de rodillas, limpiando la sangre en mi boca y dejé que nuestras miradas se encontraran. La suya estaba cargada de odio. La mía no se quedaba atrás. Y comprendí lo patético de mi situación. ¿Morir a manos de ese tipo? ¿No ver a Sung Jong de nuevo? Ese pensamiento me hirió. No recibir una sonrisa suya, no acariciar su piel, no besarlo, no hacerle el amor otra vez... No. Podía morir, realmente no me importaba eso, pero no podría soportar no ver a Sung Jong.