Hace un poco de frío, la noche está algo solitaria y la lluvia no ha dejado de caer.
Llevo unos cuantos minutos caminando por las calles, perdiéndome entre la multitud de las personas que van y vienen con una prisa feroz.
Sé que se me está siendo tarde para la cita, espero que puedas comprender una vez que llegue al lugar. Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que te visité . ¿Cuatro años?, sí, han sido cuatro y largos años sin ir a buscarte.
¿Sabes? Ahora soy abogada, tal y como te lo prometí en aquella ocasión, ¿Lo recuerdas?. Me ha ido de maravilla desde que terminé, entré a trabajar en un buffet jurídico y he podido ayudar a las personas que no tienen los recursos suficientes.
Justo ahora, acabo de pasar por aquel parque en el que nos conocimos. Vaya, no ha cambiado nada en absoluto y me da la sensación de que estás aquí, a mi lado.
Unos minutos más y llegaré al punto de nuestra cita.
Por favor, espérame. No tardaré.
Suena irónico que hace cuatro años, eras tú quien tardaba en llegar y ahora soy yo quien, con tristeza vuelve al mismo lugar, nuestro lugar.
Cariño, ya no me duele como antes. Ya no voy todos los meses a visitarte como solía hacerlo e incluso, las personas han dejado de verme con tristeza. Parece que ahora nadie piensa que estoy loca.
He llegado y como lo esperaba, me ha dolido más de lo que imaginaba. Acabo de tapar mi boca para evitar llorar, pero me fue inútil.
Giré mi rostro en busca de tu presencia, no sé si me estaba haciendo tonta o realmente esperaba que llegaras.
Olvidé que estás muerto y que, al igual que hace cuatro años no vendrás.
Aún así, estoy aquí. Para desearte un feliz cumpleaños incluso si eso significa hacerme daño nuevamente.