¡estoy muy gorda!

A toda acción una reacción

El tiempo para celebrar nuestros dieciséis meses llegó, y nos la pasamos juntos todo ese día, incluso al día siguiente aún nos fuimos a recostar a unas pequeñas praderas cerca de la casa del señor Crandall. A veces tendíamos una sábana, una almohada, y nos acostábamos debajo de la sombra de un manzano precioso del que decíamos “era el árbol de la manzana de Newton”, se nos iba el día hasta que nuestras panzas rugían y nos íbamos cada uno a nuestras casas. 
En una ocasión, Ed me acompañó al chalet de mi tío, y de paso lo presenté con ellos. Ese día comimos pollo a la naranja, un platillo que le salía riquísimo. Saliendo de ahí caminamos al centro de la ciudad, quizá a comprar un helado, pero cuando él estaba extendiendo su mano para entregarme mi helado, vio mi mano llena de cortes y moretones. Preguntó qué era, y después de evadir mucho las preguntas; confesé que lo hacía porque me sentía fatal con ser gorda. Que a veces sentía que nada importaba más que eso. Lo abracé y le dije que todo eso pasaría y no lo volvería a hacer. 
El pareció comprenderlo, y señaló su muñeca, de nuevo, y dijo “nunca se te olvide”, haciendo contraste en ello. Él me confesó que había reprobado materias, que tenía miedo decirle a su madre, porque siempre le decía que nada era suficiente y cada vez bajaban más sus notas. Y…, era verdad. 

Dos días después, a media noche, después de darnos las buenas noches, mientras creía que él dormía; él fue a la esquina de su cuarto. Desempolvó la silla que estaba allí, subió a ella y buscó aquél tornillo bien colocado en el techo. La silla cayó, pero ésta vez él no. Quizá la escuela, su mamá, el creer ser "insuficiente", quizá el pasado, quizá fue todo. Y a partir de ahí, nunca más me volví a ver gorda, fea, repugnante o cualquier adjetivo negativo; así era para mis ojos y los de él, que eran los que más me amaban; los ojos de los demás los desconozco, pero también son esos ojos quienes buscan hacerme daño, y eso no lo necesitaba yo. 
Me senté repetidas ocasiones de nuevo en la banca a comer M&M’s, o a tirar en el campo de las pequeñas praderas cerca de la casa del señor Crandall, volví a las tiendas, y cada que me sentía mal, señalaba con el dedo índice de mi mano izquierda, a la muñeca de mi mano derecha levantada en alto con un puño. “Eres hermosa”, significa. 
 



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En el texto hay: reflexion, mensaje, moraleja

Editado: 13.06.2019

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