Estrellas bajo tierra: la fe del pueblo libre

CAPÍTULO XXXVII: LA BIBLIOTECA DE LO OLVIDADO

- Esto huele fatal. – Apuntó Franz afirmando lo obvio.

- ¿Tengo que recordarte la definición de alcantarilla, genio? – Dijo Arne riendo. Por alguna razón, parecía moverse más ligero que ninguno de los demás, incluso en ese lugar donde andar no era fácil.

- Haya paz. – Pidió Rosalind.

- ¿Estás segura de que vamos por el camino indicado? – Preguntó María. – No es que dude de ti, ¿pero sería mucho pedir que se comprobara una vez más? Por eso de no dar más vueltas de las necesarias por éste hediondo lugar.

- No te preocupes. Sé por dónde vamos. – Aseguró Lise. – Ahora es a la izquierda. ¡No! A la derecha. – Todos se pararon en seco y se giraron para mirarla, ella rio. – Era una broma. Es que os noto muy tensos. – Es a la izquierda.

- ¿Segura?

- ¡Qué sí! – Dijo aun sonriendo. – Tres veces a la izquierda, una a la derecha, una a la izquierda, luego por el camino del medio, luego dos veces a la izquierda...

- Vale, vale. Ya lo hemos cogido, Lise. – Dijo Matt que estaba empezando a marearse. – A la izquierda. – Dijo empezando a caminar de nuevo mientras todos se quedaron quietos mirándole.

- Sí cariño. Pero esa es la derecha. – Matt chasqueó su lengua y Rosalind apretó los labios para evitar reírse al tiempo que Matt cambiaba de camino a paso rápido y la cabeza agachada. – Mi querido disléxico.

- Calla. – Espetó fingiendo fastidio.

Caminaron bastante por aquel farragoso y oscuro sendero. Habían entrado en la alcantarilla más cercana al Smithsonian que habían podido, aun así se les hizo eterno llegar hasta su destino. Una vez allí, comprobaron que, aunque estaba abandonado, no quedaba ningún sistema de alarma. Miraron a su alrededor, todo estaba prácticamente vacío.

- ¿Qué estamos buscando exactamente? – Preguntó Arne. Rosalind negó con la cabeza.

- No tengo ni idea. – Decidieron ir en parejas, armados por si ocurría cualquier cosa, y registraron todo el lugar, planta por planta. Cantidad de laboratorios con la apariencia de haber sido abandonados a toda prisa. Casi se podía retroceder al pasado y ver a la gente huir despavorida de ese lugar. Ahora el polvo lo cubría todo. En un vestuario, Lise observó varias taquillas aun cerradas, cada una con un nombre, un nombre condenado. Forzó la cerradura de una, tal y como había aprendido tiempo atrás, un tiempo que le parecía una eternidad. Dentro había varias cosas personales, una bata blanca, unas cuantas fotos pegadas a la puerta, unas llaves, papeles... Lo típico que encontrarías en la taquilla de cualquier persona, sólo que, lo más probable, es que esa persona estuviera muerta. Se reunían al finalizar el registro de la última planta.

- Si no sabemos que estamos buscando, ¿cómo vamos a encontrarlo? – Expuso Franz.

- Tenemos tiempo, encontraremos lo que sea que está oculto en éste lugar. – Le animó Rosalind. Ahora que estaba allí, sentía una nostalgia, reconocía los objetos como si estuviera en su vieja casa. Como si el tiempo se hubiera parado allí. Al fin había reunido el coraje que había perdido, la confianza en sí misma y en su padre.

- Hombre de poca fe. - Empezó Matt apoyando el codo sobre el hombro de Franz. – Aún nos queda registrar el sótano. – Rosalind le sonrió. Sintió la transmisión de energía entre ellos. Es electrizante saber que estás tan cerca. Bajaron al piso más bajo casi corriendo y puesto que ya no había claridad alguna que entrara por las ventanas, encendieron las linternas para ver por dónde iban. Era una habitación toda igual, llena de armarios archivadores rodantes llenos de registros y colecciones de lo más variadas y perfectamente colocadas. ¿Cuánta información se estaba ocultando y perdiendo al tener allí todo aquel material olvidado? Caminaron por la sala explorando aleatoriamente los archivadores.

- ¿Tenemos que mirarlos todos? – Preguntó Arne.

- ¿Tienes algo mejor que hacer? – Rio María.

- Algo no encaja. – Anunció Franz de repente para sí.

- ¿Qué has dicho, Franz? – Dijo Rosalind, que no había podido escuchar a su hermano.

- ¡Qué algo aquí no encaja! – Exclamó para que todos le oyeran esta vez. Cuando se giraron hacia él, le vieron mirar a la pared del fondo y luego al techo y luego, de nuevo a la pared. Se acercaron a él y observaron, pero no vieron nada extraño.

- Habla de una vez. – Le apremió Lise que se sentía impotente mirando la pared.

- La habitación de arriba es algo más grande. – Aseguró. – Un metro y medio, más o menos. – Calculó dándose la vuelta y mirando la sala en su conjunto. – No tendría sentido hacer esta sala más pequeña, ¿para que querrían un tabique tan grueso?

- ¿Y eso que significa, Franz? – Preguntó María.

- Que hay algo detrás de esa pared. – Formuló. – Quizá. – Matt miró alrededor de la sala.

- Tal vez si volcamos uno de esos armarios podríamos romper la pared y ver si hay algo detrás. – Planteó dirigiéndose a Arne, que le siguió para tantear uno de los armarios y comprobar si lo que decía era factible. Rosalind se quedó mirando la pared. Si eso era lo que estaban buscando, tenía que haber un método más sencillo. Colocó la mano sobre la pared y se sorprendió al comprobar que era extremadamente lisa, como si estuviera hecha de plástico. Franz le vio entrecerrar los ojos y acercarse mucho al muro, sacó su cuchillo y lo deslizó contra este. Una fina capa de plástico se rasgó. Entonces, Rosalind se inclinó para alcanzar una de las esquinas y la arañó con las uñas, haciendo saltar el plástico que recubría la pared y tiró de él. Para su sorpresa no se rompió, y todos ayudaron a quitar el plástico adhesivo. Era transparente en toda su superficie menos en un lugar, el cual era del color del resto de la pared y al quitarlo vieron que ocultaba una pequeña pantalla táctil. Aguantaron la respiración mientras Rosalind colocó la yema de su dedo índice sobre la pantalla y esta se encendió. Debía estar alimentada con una batería aislada del resto del edificio. En la pantalla apareció una pregunta y un teclado para escribir la respuesta. La pregunta decía: "¿Cuál es tu nombre de pila completo?" Parecía escrita de forma demasiado informal. Rosalind se mordió el labio y miró a los demás.




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