Estrellas de media noche

Error

Estaba furiosa no tanto por qué todos tenían acceso a mi audición, era algo más, cómo una sensación de incomodidad en la boca del estómago de solo pensar en por qué Osvaldo lo había hecho, ahora entendía bien por qué había estado presente ese día.


 

Estaba molesta con él por qué me sentía traicionada, la confianza que pude haberle tenido ahora no existía en lo más mínimo.


 

Pedí hablar con el encargado de la red de la escuela para pedir que lo retiraran. Sabía que era tarde pues al menos la mitad de la escuela ya lo había visto pero no quería que la otra mitad lo viera.


 

—Pero si es una actuación genial —me dijo el chico— serás una gran actriz si sigues por aquel camino.

—Gracias —me mordí el labio— podrías darte prisa.


 

El chico movía los dedos, subía, bajaba, se acomodaba las gafas.

—Dijiste que un idiota había subido tu video. —Me miró por debajo de sus anteojos.

Afirme con la cabeza —sí, el tipo nuevo, es una molestia.

—Pues el servidor me dice que quien lo público fue @Ferreraprof.

Levante las cejas, podría haberme equivocado, pude haber juzgado mal a ese chico, quizás hice mal en adelantarme antes de escucharlo.

—El profesor Ferrera...estás seguro.

—Sí, digamos que el margen de error es mínimo por qué no le preguntas directamente a él.


 

Agradecí la ayuda y atravesé la puerta, estaba avergonzada, no podría ver a Osvaldo a la cara, ni siquiera a su tonta novia.


 

—Todo bien nena —Lizzi  decidió caminar a mi lado— que fue todo ese alboroto.

Suspiré —soy una tonta Lizzi— le di un abrazo, siempre me sentía mejor cuando Lizzy aparecía, era la persona en la que más confiaba.

—Por lo del video o por lo que pasó en biología.

—¿Ya lo saben?

—Digamos que eres tendencia este día.


 

Me seque los ojos, no fue Osvaldo, fue el profesor así que juzgue mal a ese idiota.

Lizzi  comenzó a reírse coquetamente.

—Qué con eso, te estás burlando.

—Claro que no amiga —tomo una bolsa de frituras y se llevó un puñado a la boca— no me burlo, es solo que lo llamas idiota cuando sabes que estás enloqueciendo por él.

Eche los ojos atrás —estaría loca si me gustara Osvaldo, tú has visto cómo es él, todo un don Juan y a demás no es mi tipo.

—¿En serio? por qué realmente parece tu tipo de chico.

—No me gusta pero si le debo una disculpa y no quiero hacerlo —imite el berrinche de los niños pequeños.


 

Me escondí el resto del día de la dulce pareja, había aceptado que el profesor de teatro había sido el culpable de todo eso, y me había resignado también a que todos compartieran mi presentación de todas formas me verían en el estreno de la obra, cualquiera que fuera la puesta de ese año.


 

Frene en seco cuando lo vi esperando de pie frente a una de las jardineras, llevaba la mochila al hombro y las manos y los ojos los mantenía ocupados en el móvil.


 

No quedaba más que pasar frente a él, al menos Ariana no andaba cerca.


 

—Lo siento —dije sin provocar alguna reacción, seguía con el móvil entre los dedos.

—Dije que lo sentía que quieres, que me ponga de rodillas y te implore perdón.

—Eso estaría genial —respondió sin levantar los ojos— fuiste a sistemas a pedir que lo quitaran y te enteraste de la verdad cierto.


 

Levantó el rostro al fin, parecía serio, era lógico, estaba molesto, había sido yo quien le armara un teatro en el aula y él ni siquiera había sido el culpable de nada.


 

—Cómo supiste.

—Fui a pedirles lo mismo —se levantó y comenzó a caminar.

—Hiciste qué...

—Lo que escuchaste bonita les pedí que lo quitaran pero me explicaron lo del profesor.


 

Tragué saliva sus palabras resonaban en mis oídos, me había llamado bonita, no rara, no loca, me había llamado bonita, grite de forma interna aunque me mantuve serena.

—Sí, sabes yo en serio lo lamento, no debí ir a buscarte y menos reclamarte así como lo hice.

—Tuviste tus razones —se detuvo al fin— no las entiendo pero fueron tus razones —me sonrió— quieres que te acompañe a casa.


 

Mire a ambos lados, realmente estaba hablando conmigo, no era muy común que un chico se ofreciera a acompañarme a casa, ni mucho menos después de haberlo juzgado mal.


 

—No quiero desviarte —dije tirando de las correas de mi mochila.

—No me desvío, pero si no quieres entonces te veo mañana de acuerdo.


 

Se acercó a mí, los impulsos hicieron que me tirara para atrás un poco hasta sentir su mejilla en la mía, solo se despedía de mi.

—Te veo mañana Ashley —me guiñó un ojo y giro la mano con fuerza.

—Adiós Osvaldo —respondí ya cuando se había alejado.


 

Llevaba horas solo sentada frente al escritorio intentando concentrarme en los deberes mirando la imagen de Nitzche y tratando de leer algo acerca de su ofuscada vida sin obtener buenos resultados.


 

Sabía que algo me ocurría, todas emociones yendo y viniendo de mi interior, estancándose en mi estómago y en la garganta al solo recordar su sonrisa, sus palabras cuando estaba a solas conmigo, la sensación de su mejilla en la mía, sus ojos...


 

No podía enamorarme de Osvaldo, no sólo por qué tenía novia, sino por mí misma, la última vez que había pasado por todo eso las cosas se habían puesto mal para mí.


 

Alfonso había sido mi primer amor, el chico de mis sueños, o era lo que creía hasta que decidió simplemente comenzar a ignorarme y lentamente me hizo a un lado hasta que un día lo vi con alguien más, cuando le reclame me humillo tanto que terminó con mi autoestima.


 

Aquellos días fueron difíciles para mí, no quería salir de casa, ni comer, ni siquiera quería vestirme sólo miraba por la ventana deseando que volviera, pero jamás lo hizo, todos habían intentado sacarme de aquella depresión, mis padres y hasta mi hermanito, pero el único que lo logró fue mi abuelo, qué pasaría si me enamorara de nuevo, mi abuelo ya no estaría para salvarme, no como yo quisiera.




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