Estrellas Fugaces

Estrella Nueve

Situación: Un día sin Quirk.

Personajes: Tomoko Shiretoko/Ragdoll y Shino Sosaki/Mandalay.

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El frío del aire acondicionado era insufrible. Tomoko miraba hipnotizada por la ventana, e ignoraba la voz del comentarista de la radio, ya intuía de lo que estaría hablando. Las personas fuera del hospital, se miraban tan pequeñas desde su ventana, todas con distintos estilos de ropa, todas con distintos tipos de cara, todas con distintos tipos de vida, todas tan simples y tan complejas a la vez. Se preguntó a sí misma cómo podría existir alguien en el mundo que quisiera acabar con ellas, siendo que todas y cada una eran maravillosas.

El ruido de la estática de la radio la alcanzó, y justo entonces la puerta captó su atención al producir ruido cuando fue cerrada.

—¿Qué haces de pie?, los doctores dijeron que debías reposar —cuestionó Mandalay algo molesta, en el momento en que Tomoko se había volteado a verla. Ya sabía que la regañaría.

—¡Ya me siento bien! —exclamó regresando de un brinco a la camilla, mirando juguetona a Shino mientras abrazaba su almohada.

—No te muevas demasiado, al menos no hasta que los doctores te den autorización —pidió la mujer, suspirando rendida.

—Estoy perfectamente bien, deberían dejarme ir a casa ya. No me gustan tantas atenciones, no soy una niña —infló sus cachetes en un puchero, antes de dejar caer su espalda sobre el colchón y reír—. ¿Lo ves?, ¡estoy perfectamente bien!

—Basta, Tomoko, no sabes cómo podría afectar esto a tu salud —pidió la mujer en un tono demandante, como cuando tenía que regañar a su sobrino. Ragdoll rodó los ojos y volvió a sentarse, volteando a ver a su compañera con algo de reproche.

—Shino, mi cuerpo está bien. ¿Entiendes?, lo único que falla es que ya no tengo mi particularidad. Aún puedo brincar y Ragdolcarme en mi cama —finalizó cubriendo su cuerpo hasta la cabeza con las mantas, y entonces volvió a acurrucarse en el colchón. Escuchó un suspiro por parte de su compañera, y sintió que le clavaban un puñal en el corazón—. Si sólo veniste a compadecerte de mí, puedes retirarte.

No escuchó nada, sólo los zapatos de Mandalay viajando por la habitación, hasta detenerse frente a ella. Entonces levantó tímidamente la sábana, dejando que sólo sus ojos pudieran adentrarse a su interior y mirar a su amiga.

—Escucha, lamento si te hice sentir mal. Sólo quiero seguir las indicaciones que nos dio el doctor para poder sacarte más rápido de aquí, ¿Entiendes? —Shiretoko asintió despacio con la cabeza—. Tengo una sorpresa —finalizó dejando con intriga a la joven al alejarse de la camilla. Un instante después, la sábana salió volando de esta, cuando Tomoko se levantó de un brindo y miró a su amiga con ojos falderos.

—¿Una sorpresa?, ¿qué es, qué es?

—Clama —pidió soltando una risilla, la cual finalizó llevando sus manos a la cadera con orgullo—. Conseguí que te dieran permiso de salir al patio.

—¡Mandalay! —exclamó agradecida lanzándose a abrazarla.

—Pero hay una condición —informó luego de un instante, haciendo que su tono de voz sonara un poco nostálgico.

—¿Condición? —no alcanzó a entender, hasta que la mujer se acercó a tomar la silla de ruedas que reposaba en el rincón de la habitación, la cual, había estado evitando mirar a toda costa—. Lo lamento, pero son órdenes del médico.

La joven permaneció de pie, mirando aquella silla como si fuera el monstruo de sus peores pesadillas. Sintió que le acababan de dar el golpe más fuerte que pudo recibir en su vida entera. Incluso sus heridas de haber sido parte de experimentos para All For One, parecían ser un rasguño al lado de ese sentimiento de humillación e impotencia. Iba a negarse, rotundamente, pero en el rostro de su amiga, alcanzó a percibir la tristeza de esta, incluso sus ojos podían reflejar los recuerdos de aquella charla que con tanto esmero había tenido con el doctor. Tomoko no quería volver a verla así.

—Está bien —accedió tras pasar saliva. La mirada extrañada de su amiga la siguió en el trayecto en el que se sentó en esa maldita silla, y entonces se giró a verla, luciendo una sonrisa—. ¡Andando! Quiero ver a Tiger, Pixie y a Kota.

No, en absoluto no le gustaban todas esas atenciones, en absoluto no le gustaba ser tratada como alguien que necesitara ayuda, no le gustaban las miradas nostálgicas y no le gustaba que todos hubieran perdido de vista a Ragdoll, a la heroína profesional que salvaba a personas con un corazón felino, y unas arduas ganas por seguir adelante. Ya nadie veía a la mujer fuerte e independiente que era, capaz de sobrellevar las situaciones difíciles y afrontar las peores, siempre dispuesta a ofrecer la pata a quien lo necesite.

Todo que los demás veían al girarse a ella, era a Tomoko Shiretoko. Una mujer que acababa sufrir un accidente en el trabajo, que era frágil, que estaba lastimada, que era incapaz de hacer algo por su cuenta. Sólo veían a una mujer que había pasado por una situación difícil, y por ello, estaban obligados a ayudarla.

Le dolía, claro que le dolía. Ya no iba a poder enfrentarse a los chicos malos y darles su merecido, tampoco podría saber con exactitud en dónde estaban las víctimas de los accidentes a los que alguna vez acudió al rescate. Ni mucho menos, iba a volver a reflejar una imagen estoica y portentosa como alguna vez lo hizo. En un segundo, había pasado de ser una figura con mucha sombra, a ser la sombra de lo que una vez fue.

«Sólo es un día sin Quirk… y pensar que me espera una vida igual».



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En el texto hay: navidad, shipps, bokunoheroacademia

Editado: 23.12.2020

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