‹‹Se dice que cuando ves a una estrella fugaz, debes pedir un deseo. Puede que este se haga realidad, como puede que no. Pero, si ese deseo es formulado con el más puro amor, esa estrella volverá a ti... tarde o temprano, pero volverá››.
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La lluvia arrecía sin piedad sobre el lugar. Las nubes teñidas de negro no querían dar tregua en su compás. El sonido trepidante de los truenos que las acompañaban desahogaba toda su furia sin piedad. Y el aire frío golpeaba sobre los pocos seres vivos despiertos a esa hora de la madrugada
La pequeña niña, que había sido obligada a vestirse de negro, no estaba muy cómoda en dicha habitación. El olor a incienso, que se colaba por la ventana mezclado con el de las flores de diversos tipos, empezaba a marearla. El trajín de las personas que pasaban a su lado la ponía nerviosa. El coro de los murmullos de un grupo de personas, sentadas en una esquina, se colaba como irreproducibles ecos a través de sus oídos, para luego romper en miles de pedazos sobre su atribulado corazón...
-Dicen que hizo mucho frío esa noche.
-¿Pero a qué mujer se le ocurre dejar que su hija cuide de su hermanito a esas horas?
-¡Qué irresponsable de su parte!
Las miradas de reprobación se mezclaban sin parar sobre ella y su joven corazón, para luego cambiar a unas de hipócrita pena cuando se acercaban a su madre para darle el pésame. Si la niña se sentía devastada, el acompañamiento de dichas almas oscuras no ayudaba para menguar a la cruel culpa que ensombrecía a su tierna alma.
-¿A qué hora van a pasar la chicha de jora? ¡Me muero de sed!
-¿Qué van a pasar chicha? Si con las justas han servido limonada en la mañana.
-Con lo borracho que es el papá y con lo que le gusta la juerga, pensé que pasarían cervecita desde la tarde.
-¡Por eso se les murió el hijo! Dicen que los padres se habían ido a la fiesta patronal que había en el pueblo.
-A mí me contaron que se fueron al matrimonio de los Escudero.
Cansada de escuchar habladurías de ella y su familia, decidió salir de aquel sitio. Quería aspirar otra atmósfera, otra gente y otros pensamientos.
Suficiente tenía con saber que, ese día, sus padres se habían ido desde temprano al campo como siempre. Suficiente tenía con saber que su papá se había roto la pierna en plenas faenas agrícolas. Suficiente tenía con saber que su madre, en su desesperación, había caminado cuatro horas para llevarlo al hospital más cercano. Suficiente tenía con saber que, en su ignorancia y sin la supervisión paterna, no había sabido cuidar a su hermanito debidamente, muriendo el pequeño de neumonía en aquella fría y solitaria noche. Y suficiente tenía con saber que ella tenía la culpa... aquella miserable culpa que le carcomía las entrañas, a tal punto de que batallaban contra su alma, la cual quería gritar, golpear y llorar...