La lluvia continuaba golpeando las ventanas de la mansión mientras Lía y yo nos quedábamos en mi habitación, envueltas en una sensación de expectación. Aunque Lía intentaba distraerse con los libros, la tensión era palpable. No era solo la fría presencia de mi tía en la casa ni los recuerdos oscuros de la mansión de verano, sino algo más, algo más profundo que ninguna de las dos se atrevía a nombrar en voz alta.
—Hannah, quizás deberíamos intentar relajarnos un poco —sugirió Lía, levantándose de la cama y estirándose—. A lo mejor ver una película o escuchar música podría ayudarnos a desconectar.
—Quizás tienes razón —respondí, aunque sabía que mi mente estaba demasiado ocupada para realmente desconectar.
Lía encendió su teléfono y comenzó a buscar una lista de reproducción, pero justo en ese momento, escuchamos un golpe suave en la puerta. Nos miramos, el silencio repentino entre nosotras amplificaba el sonido que acabábamos de oír. Mi corazón se aceleró. No esperaba visitas y mi tía no solía molestarse en subir a mi habitación.
—¿Quién será? —susurré, aunque no esperaba respuesta.
Caminé lentamente hacia la puerta y la abrí con cuidado. Para mi sorpresa, no había nadie allí. El pasillo estaba vacío, solo iluminado por la tenue luz de las lámparas antiguas que mi tía insistía en mantener. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Algo estaba definitivamente mal.
Cerré la puerta rápidamente y me volví hacia Lía, que me observaba con los ojos entrecerrados, alerta.
—No hay nadie —dije, aunque no estaba segura de si me lo creía del todo.
—Qué raro… —murmuró Lía, mordiéndose el labio inferior, claramente tan incómoda como yo.
Nos quedamos en silencio durante unos segundos, pero el ambiente se volvió más pesado, casi como si la mansión misma respirara alrededor de nosotras. No pude evitar pensar en lo que Taehyung había dicho antes, y en cómo algo estaba ocurriendo, aunque no lo comprendiera del todo.
De repente, el teléfono de Lía sonó, rompiendo el silencio y haciéndonos saltar a ambas. Lía lo tomó rápidamente y respondió, alejándose unos pasos mientras hablaba en voz baja. Yo me quedé de pie, inmóvil, sintiendo que el aire de la habitación se volvía cada vez más denso.
Cuando Lía terminó de hablar, volvió a mirarme con una expresión extraña.
—Era Jungkook. Quiere verme esta noche, pero... hay algo raro en su tono. No sé, suena como si estuviera en medio de algo complicado —dijo, frunciendo el ceño—. Creo que Taehyung también está involucrado en esto, pero no me ha dicho nada.
Sentí una oleada de nervios al escuchar el nombre de Jungkook. Aunque nunca lo había conocido realmente, su presencia ya había empezado a sentirse de manera inquietante desde el primer día que Lía habló de él.
—¿Qué harás? —pregunté, aunque una parte de mí ya sabía que Lía no se echaría atrás. Era atrevida, incluso cuando las cosas se volvían peligrosas.
—Creo que voy a ir —respondió ella, decidida—. Necesito saber qué está pasando. Además, no puedo dejar que me mantengan al margen si algo grande está sucediendo.
Sabía que era inútil tratar de convencerla de lo contrario. Si algo la caracterizaba, era su determinación. Aun así, no pude evitar sentir un nudo en el estómago.
—Ten cuidado, Lía. No sé qué es lo que está ocurriendo, pero esto no me gusta.
—No te preocupes, Hannah. Lo resolveré —dijo, dándome una sonrisa tranquilizadora, aunque sus ojos brillaban con inquietud.
Salió rápidamente de la habitación, dejándome sola con mis pensamientos. Me senté en la cama, intentando procesar todo lo que estaba pasando. Entre Taehyung, Jungkook y ahora Lía yendo a enfrentarse a algo que ni siquiera entendíamos, sentía que el suelo bajo mis pies se tambaleaba.
Pasaron algunos minutos antes de que la puerta volviera a crujir, pero esta vez no fue un golpe suave. Fue un abrirse silencioso y pesado, como si alguien, o algo, hubiera entrado sin ser invitado. Me levanté de la cama lentamente, conteniendo la respiración.
Frente a mí estaba mi tía, mirándome desde el umbral con esa expresión gélida que siempre me helaba la sangre. Sabía que no le gustaba tenerme allí, y cada vez que cruzábamos miradas, sentía que su resentimiento hacia mí se intensificaba.
—Hannah —dijo en un tono bajo y frío—, ¿por qué sigues aquí, en mi casa?
Sus palabras eran como cuchillos. Nunca había sido sutil en cuanto a lo poco que le importaba que viviera con ella. Pero esta vez, su tono sonaba más amenazante de lo habitual. Como si estuviera insinuando algo más profundo.
—Esta es mi casa también —respondí, intentando mantener la calma—. No tienes por qué tratarme de esta manera.
Mi tía entrecerró los ojos, como si mis palabras la hubieran ofendido, aunque no había dicho nada fuera de lugar.
—Te aconsejo que seas prudente, niña —dijo en voz baja—. No todo es lo que parece, y más vale que no te metas en asuntos que no entiendes.
La frialdad en su voz era diferente esta vez. Sentí que había algo más oculto detrás de sus palabras, algo que no podía ver pero que estaba presente, acechando.
—¿Qué asuntos? —pregunté, sin poder contenerme. Necesitaba respuestas.
—Ya lo verás —respondió con una sonrisa escalofriante antes de darme la espalda y salir de la habitación.
Me quedé sola, mi corazón latiendo con fuerza. La sensación de que algo grande se estaba acercando era más fuerte que nunca. Sabía que tenía que prepararme para lo que fuera que venía, pero lo peor de todo era la sensación de no saber en quién podía confiar, ni siquiera en mi propia familia.
Mientras la lluvia continuaba cayendo afuera, sentí que una tormenta mucho más oscura y peligrosa se acercaba, una que iba a cambiarlo todo.
Me quedé quieta, mirando la puerta por donde había salido mi tía. La incomodidad se asentó en mi pecho, mezclada con el frío de su presencia y el peso de sus palabras. Todo en la mansión parecía estar al borde de desmoronarse, y aunque siempre había sentido esa distancia entre mi tía y yo, esta vez era más oscuro, más tangible.
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Editado: 26.11.2024