El alivio que sentí al escuchar sus palabras fue efímero. Sabía que no sería tan sencillo. Hannah ahora se enfrentaba a una verdad que podría consumirla, una que pondría a prueba su fortaleza y su voluntad de continuar siendo la persona que siempre había creído ser.
Pero su decisión de aceptar lo que era, de buscar respuestas en lugar de huir de ellas, me dio una pequeña esperanza.
—Lo primero que necesitas entender —comencé, mi voz baja pero firme— es que tu linaje te hace única. No solo eres una vampira de sangre pura. Eres descendiente directa de los primeros, de los que crearon nuestra especie. Y eso significa que hay un poder dentro de ti, uno que no puedes ignorar.
Hannah me miró con una mezcla de incredulidad y temor. Sus manos temblaban ligeramente, y la tensión en su cuerpo era palpable. Pero no se apartó.
Ella escuchaba, dispuesta a enfrentar lo que viniera.
—¿Qué significa eso exactamente? —preguntó, su voz tensa pero controlada—. ¿Qué poder es ese del que hablas?
Suspiré, sabiendo que no había una forma fácil de explicarlo. Me acerqué más a la ventana, observando la lluvia que continuaba golpeando los cristales, un eco de la tormenta que se estaba formando entre nosotros.
—Tu sangre —comencé— es más poderosa que la de cualquier vampiro común. Aquellos como Seokjin y yo, incluso los más antiguos, como los vampiros que gobernaron durante siglos, deben arrodillarse ante ti. No porque quieran, sino porque no tienen otra opción.
Es algo que va más allá del poder físico o político. Es tu derecho de nacimiento. Eres la única con la capacidad de reclamar el trono vampírico, de convertirte en la emperatriz. Y con eso, tendrías control sobre toda nuestra raza. Incluso sobre los que han vivido durante milenios.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Hannah parecía estar procesando lo que acababa de decirle. Sus ojos, antes llenos de confusión, comenzaron a llenarse de algo más: determinación, pero también una sombra de miedo.
—¿Emperatriz? —repitió, como si la palabra misma fuera demasiado absurda para su vida normal de hace solo unos días—. ¿Y qué significa eso? ¿Que ahora todos los vampiros van a venir a mí… a servirme?
—No exactamente —respondí, mi tono más oscuro—. Algunos te seguirán. Otros querrán usar tu poder para sus propios fines. Y luego están los que te verán como una amenaza, una que deben eliminar antes de que puedas reclamar lo que es tuyo por derecho. No todos aceptarán que una sangre pura gobierne. Algunos ya están preparándose para detenerte.
Vi cómo el miedo crecía en su rostro, pero también noté el destello de algo más profundo. Una chispa de lucha, de resistencia. Hannah no era alguien que se dejara intimidar fácilmente, incluso cuando el peso del mundo caía sobre ella.
—¿Y qué pasa contigo, Taehyung? —preguntó de repente, mirándome directamente—. ¿Tú qué quieres de mí? ¿Vas a ser uno de esos que intentarán controlarme o destruirme? .
La pregunta me golpeó con fuerza, pero era justo que la hiciera. No había sido honesto con ella desde el principio, y ahora todo estaba en juego.
—Nunca te haría daño, Hannah —dije, mi voz más suave esta vez—. He estado a tu lado porque te amo, y porque sé que lo que viene es demasiado grande para que lo enfrentes sola. Mi familia… mi linaje también tiene poder, pero nada en comparación con el tuyo. Si estás dispuesta a aceptar lo que eres, yo estaré aquí para ayudarte. Para protegerte.
Ella se quedó en silencio un momento, mirando hacia la ventana, pensando en lo que acababa de escuchar. Finalmente, habló de nuevo, con una determinación que me sorprendió.
—Si todo esto es cierto, si tengo tanto poder como dices… entonces voy a usarlo. Pero no para lo que ellos quieren. No seré una pieza en el tablero de nadie. Voy a tomar el control de mi propio destino, Taehyung. Y si vas a estar a mi lado, tienes que prometerme que no me mentirás más. Ni siquiera para protegerme.
La intensidad en su mirada me atrapó, y por un momento me di cuenta de cuán fuerte era realmente. A pesar de todo lo que había descubierto, a pesar del miedo y la incertidumbre, estaba lista para luchar.
No solo por ella misma, sino por algo mucho más grande.
—Te lo prometo, Hannah —dije con total sinceridad—. No más mentiras. Solo la verdad, de aquí en adelante.
Ella asintió lentamente, como si estuviera decidiendo en ese mismo momento confiar en mí, a pesar de todo. Y aunque sabía que lo que se avecinaba iba a ser peligroso, no podía evitar sentir un extraño alivio al saber que no la enfrentaría sola.
Pero mientras nos mirábamos, sabiendo que el futuro era incierto, una sensación oscura comenzó a arrastrarse en el fondo de mi mente. Había otros que sabían lo que Hannah era, y no todos iban a dejar que reclamara su poder tan fácilmente.
El verdadero desafío apenas estaba comenzando.
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Editado: 26.11.2024