Una noche, mientras Mihaela y Lucius estaban fuera reclutando nuevos miembros, los cazadores encontraron la cabaña donde Anca vivía sola. Sin piedad, irrumpieron en la cabaña, decididos a eliminar cualquier rastro de la línea de sangre vampírica.
—¡No! ¡Por favor, no me hagan daño!—suplicó Anca a los cazadores que entraron en la cabaña, siendo uno de ellos el hombre de la cicatriz en el ojo.
—Eres la madre de esos monstruos. No podemos dejarte vivir—habló ese cazador, cogiendo a la mujer del cabello.
Anca luchó con todas sus fuerzas, pero los cazadores eran demasiado fuertes. Con lágrimas en los ojos, pensó en sus hijos y en el futuro que estaban tratando de construir.
—Mihaela, Lucius... perdónenme...—susurró la mujer con los ojos llenos de lágrimas.
Uno de los cazadores levantó una estaca y, con un golpe certero, atravesó el corazón de Anca. Ella cayó al suelo, su vida desvaneciéndose rápidamente. Los cazadores, satisfechos con su trabajo, dejaron la cabaña en ruinas y desaparecieron en la noche.
Después de la muerte de Anca, el cazador con la cicatriz en el ojo derecho se encontraba en el bosque, reflexionando sobre su victoria. De repente, una figura oscura emergió de las sombras, una presencia que parecía absorber toda la luz a su alrededor.
—Veo que has cumplido tu misión, cazador. Has matado a Anca, una hazaña que pocos podrían lograr—dijo la Sombra con una voz profunda y resonante.
—¿Quién eres tú? ¿Qué quieres de mí?—preguntó el cazador, levantando la vista con desconfianza.
—Soy la Sombra, una entidad que ha existido desde el principio de los tiempos. Te he estado observando, cazador. Tienes un potencial que podría ser útil para mis planes—respondió la Sombra, sonriendo siniestramente.
—¿Qué planes? ¿Qué es lo que quieres?—insistió el cazador.
—Te ofrezco un trato. Te haré inmortal, te daré el poder para cazar a cualquier criatura que desees. A cambio, tú me ayudarás a obtener más poder. Juntos, dominaremos la tierra y el universo—propuso la Sombra.
—¿Inmortalidad? ¿Y qué debo hacer para ti?—preguntó el cazador, tentado por la promesa de poder.
—Solo debes conseguirme más poder. Hay artefactos antiguos, seres con habilidades únicas. Tráemelos y te recompensaré con más poder del que jamás hayas imaginado—explicó la Sombra.
El cazador, pensativo, finalmente aceptó el trato. La Sombra extendió una mano y, al tocar al cazador, una energía oscura lo envolvió, transformándolo en un ser inmortal.
—Y una última cosa—añadió la Sombra—. Si cumples bien tu parte del trato, un día te serviré en bandeja de plata a los gemelos, Mihaela y Lucius.
El cazador, ahora inmortal y con un nuevo propósito, se arrodilló ante la Sombra, listo para comenzar su nueva misión.
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Cuando Mihaela despertó, se encontraba en una celda oscura y fría. Las paredes de piedra rezumaban humedad, y el aire estaba impregnado de un olor a moho y desesperación. Los cazadores la habían capturado. Sabía que su clan haría todo lo posible por rescatarla, pero también sabía que el tiempo se agotaba.
—¿Dónde estoy? —murmuró, tratando de enfocar su vista en la penumbra.
—Estás en nuestras manos ahora, princesa —respondió una voz fría desde las sombras.
Mihaela reconoció de inmediato la voz del cazador con la cicatriz en el ojo derecho. Su tono era gélido y lleno de malicia.
—Tu poder será nuestro —continuó el cazador, dando un paso adelante para que Mihaela pudiera verlo mejor.
Mihaela intentó moverse, pero se dio cuenta de que estaba atada con unas cuerdas especiales, diseñadas para debilitar a los vampiros. Sentía cómo su energía se drenaba lentamente, dejándola más vulnerable de lo que jamás había estado.
—¡Te juro que te mataré con mis propias manos! —gritó Mihaela, su voz llena de furia y determinación.
El cazador soltó una gran carcajada, una risa que resonó en las paredes de la celda como un eco siniestro. —Eres valiente, princesa, pero estás en una posición muy precaria. Tu poder ahora nos pertenece, y con él, cambiaremos el equilibrio entre los vampiros y los humanos para siempre.
Mihaela sabía que los cazadores no la habían capturado por casualidad. Ella, la princesa del clan Sangre Nocturna, tenía el poder de convertir otros vampiros en humanos. Este poder, si caía en las manos equivocadas, podría cambiar el equilibrio entre los vampiros y los humanos para siempre.
—No sabes con quién te estás metiendo —dijo Mihaela, su voz temblando de rabia—. Mi clan vendrá por mí, y te arrepentirás de haberme capturado.
El cazador se acercó más, su rostro marcado por la cicatriz se iluminó con una sonrisa burlona. —Déjalos venir. Estaremos listos para ellos. Y mientras tanto, tú te quedarás aquí, impotente y sola.
Con esas palabras, el cazador salió de la celda, cerrando la puerta de hierro con un estruendo. Mihaela se quedó sola en la oscuridad, su mente trabajando frenéticamente para encontrar una manera de escapar. Sabía que su destino estaba entrelazado con el de su clan y el futuro de ambos mundos. La batalla por la supervivencia de "Sangre Nocturna" apenas comenzaba, y Mihaela estaba decidida a luchar con todas sus fuerzas, incluso en su estado debilitado.
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Mientras tanto, en el campamento del clan, Lucius y su equipo se preparaban para la misión de rescate. La tensión en el aire era palpable, pero también lo era la determinación. Kai y Noah estaban revisando sus armas y estrategias, asegurándose de que todo estuviera en perfecto estado para la incursión.
—Lucius, ¿tienes algún plan específico? —preguntó Kai, ajustando su espada y mirando a su líder con expectación.
—Sí —respondió Lucius, con una mirada decidida—. Vamos a infiltrarnos en su base desde tres direcciones diferentes. Kai, tú y tu grupo atacarán desde el norte. Noah, tú liderarás el ataque desde el sur. Yo iré directamente al centro para distraerlos. Mientras tanto, un pequeño grupo de élite se encargará de liberar a Mihaela.
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Editado: 06.09.2024