–Kai era un joven rebelde–, decía su madre con un suspiro. Kai, con sus veinte años, era un chico humilde pero con una belleza que destacaba. Su cabello negro como la noche y sus ojos verdes hipnotizaban a cualquiera que los mirara.
Nació en el año 1100, en una pequeña aldea. Su padre, un borracho violento, golpeaba a su madre. Cansado de esa vida y con ocho hermanos a cuestas, Kai decidió buscar algo mejor.
–No puedo seguir aquí–, se dijo a sí mismo mientras caminaba por el bosque. De repente, una hermosa vampira apareció ante él.
–¿Quieres ser mi amante y vivir para siempre?–, le propuso con una sonrisa seductora.
Kai, fascinado por su belleza y la promesa de inmortalidad, aceptó sin dudarlo. La vampira lo convirtió, y sus ojos verdes se tornaron rojos como la sangre.
Con su nueva fuerza y sed de venganza, Kai regresó a su aldea. Mató a su padre bajo las miradas asustadas de sus hermanos y su madre. En esa época, Kai era malvado y disfrutaba de su poder. Su amante vampira, una antigua y poderosa criatura, lo deseaba y él jugaba con eso a su favor. Juntos, mataban a humanos sin piedad.
Un día, Kai escuchó sobre los gemelos Lucius y Mihaela, vampiros nacidos, no mordidos, con una belleza inigualable. Sus cabellos eran como el fuego y sus ojos rojos brillaban intensamente.
–Tengo que conocerlos–, pensó Kai, intrigado.
Su amante, celosa y enfurecida, intentó matarlo por querer abandonarla. Pero Kai, con su poder de controlar el tiempo, la mató antes.
Decidido, Kai se dirigió al clan de vampiros que hablaban de Lucius y Mihaela y se unió a ellos. En su interior, crecía el deseo de conocer a Mihaela.
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El cazador con la cicatriz en el ojo derecho observaba la devastación a su alrededor, su mente trabajando frenéticamente para encontrar una solución. Sabía que su vida dependía de recuperar a Mihaela. Mientras contemplaba la escena, una figura femenina emergió de las sombras. Su rostro estaba oculto por una capucha, pero su presencia era innegablemente poderosa.
La mujer se acercó al cazador con una gracia seductora y le susurró al oído, su voz suave y llena de promesas.
—No te preocupes, querido —dijo la mujer, su tono seductor—. Yo me encargaré de conseguir a Mihaela.
El cazador se giró para mirarla, sus ojos llenos de desesperación y esperanza. —Sé quién eres. También estás bajo el mando de la Sombra. ¿Por qué debería confiar en ti?
La mujer sonrió, aunque su rostro seguía oculto. —Porque tengo mis propios intereses en esta batalla. Y créeme, tengo los medios para lograr lo que tú no pudiste. Déjame encargarme de esto, y Mihaela estará de vuelta antes de que te des cuenta.
El cazador, sin muchas opciones, asintió lentamente. —Está bien. Haz lo que debas. Pero no falles. Mi vida depende de ello.
La mujer asintió, su sonrisa ampliándose. —No te preocupes. Mihaela será nuestra. Y cuando eso suceda, la Sombra estará complacida.
Con esas palabras, la mujer se desvaneció en las sombras, dejando al cazador con una mezcla de alivio y temor. Sabía que el tiempo se agotaba, y solo podía esperar que esta misteriosa aliada cumpliera su promesa. La batalla por Mihaela y el destino del clan Sangre Nocturna estaba lejos de haber terminado.
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Mihaela se sumergió en la bañera, dejando que el agua caliente lavara la suciedad y el cansancio de su cuerpo. Cerró los ojos, disfrutando del momento de paz después de la intensa batalla y el rescate. Sin embargo, su mente no podía dejar de pensar en lo que había pasado y en lo que aún estaba por venir.
De repente, la puerta del baño se abrió de golpe y Kai entró, su rostro lleno de desesperación. Sin importarle que Mihaela estuviera mojada, la agarró y la abrazó con fuerza. Mihaela sintió el calor de su cuerpo y la intensidad de sus emociones. Kai temblaba, sus ojos aguados por las lágrimas que luchaban por salir.
—Mihaela... —susurró Kai, su voz cargada de miedo y alivio—. Pensé que te había perdido.
Mihaela, sorprendida por la intensidad del abrazo, sintió cómo su corazón daba un vuelco. Aunque aún sentía algo por Noah, no pudo evitar conmoverse por el amor y la desesperación de Kai en ese momento. Lo abrazó de vuelta, sintiendo la fuerza de sus emociones.
—Estoy aquí, Kai —dijo Mihaela suavemente, tratando de calmarlo—. Estoy a salvo gracias a ti y a los demás.
Kai la miró a los ojos, su expresión llena de dolor y alivio. —No sabes cuánto me alegra verte bien. No podía soportar la idea de perderte.
Mihaela sintió una mezcla de emociones. Noah, quien siempre había sido su amor, ni siquiera había venido a hablar con ella. Pero Kai estaba allí, temblando de miedo por casi haberla perdido. En ese momento, sintió una conexión profunda con él, una que no podía ignorar.
—Gracias, Kai —dijo Mihaela, su voz llena de gratitud—. No sé qué habría hecho sin ti.
Kai la abrazó aún más fuerte, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento. —Siempre estaré aquí para ti, Mihaela. No importa lo que pase.
Mihaela cerró los ojos, permitiéndose sentir el amor y la protección de Kai. Sabía que las cosas serían complicadas con Noah, pero en ese momento, solo quería disfrutar de la seguridad y el consuelo que Kai le ofrecía.
Kai y Mihaela se miraron fijamente, sus respiraciones entrecortadas. La intensidad de sus emociones era palpable en el aire húmedo del baño. Un silencio cargado de significado se extendió entre ellos, interrumpido solo por el goteo del agua y el latido acelerado de sus corazones.
Delicadamente, Kai apartó un mechón de cabello húmedo de la frente de Mihaela, revelando su rostro lleno de emociones encontradas. Sus ojos, normalmente tan brillantes, estaban velados por una tristeza que contrastaba con la pasión que ardía en su interior.
Con un gesto suave, Kai acercó su rostro al de Mihaela. Sus labios se rozaron, como si estuvieran probando el sabor del otro. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Mihaela, intensificando el deseo que sentía por Kai. Cerró los ojos y se entregó al momento, olvidándose de todo lo demás.
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Editado: 06.09.2024