—A veces desearía sentir mis manos congeladas por el frío de la mañana, la tibieza del sol sobre mi piel desnuda, o al menos poder sentir el sabor de un trozo de pastel… Sabes, si hubiese sabido que la tarta de fresa de la Señora Harris sería lo último que probaría, habría aceptado ese segundo trozo que nos ofreció…
Sebastien sonrió melancólico.
—No puedo creer que aún lo recuerdes Josephine…
—Es extraño, pero me consuela recordar mi antigua vida, quizá porque aún no sabía cómo se sentía la culpa —respondió con nostalgia mientras acomodaba su cabello frente al tocador.
—No digas eso hermana. Eres la inspiración para todos, mi inspiración… el motor y corazón de este teatro…
Pero aquellas palabras no lograban borrar las imágenes teñidas de rojo que invadían la mente de la artista. Pequeños fragmentos que la confundían y atormentaban, donde se veía sobre el cuerpo del tenor saboreando extasiada su herida.
—Probé su sangre —confesó ante la impávida mirada de su acompañante—. No pude evitarlo.
—Lo sé.
—Pensé que sería capaz de controlarme —agregó avergonzada.
—¡Lo hiciste! —afirmó—. de otra forma no seguiría con vida.
—¿Y si hubiese perdido el control?
—Pero no sucedió.
—Me sorprendes Sebastien, pensé que te burlarías, o al menos, aprovecharías la oportunidad para cuestionar su posición en la compañía.
—Debo reconocer que no me simpatiza. Me conoces, no me gusta relacionarme con personas que no sean como nosotros. No confiaba en él, aún no lo hago, pero esa noche que se arrojó sobre ti para protegerte, algo cambió. Quizá ganó un poco de mi respeto.
—Para mí fue una imprudencia, si no lo hubiese hecho, habría evitado la bala con facilidad y nadie hubiese salido lastimado.
—Pero él no lo sabía.
—Así es —sonrió—. Su corazón es frágil y cálido. Después de haber vivido tanto, añoramos esa ingenuidad de la inexperiencia, por eso aquellos actos nos conmueven; supongo que nos recuerdan nuestra propia existencia mortal. Sin embargo, él es distinto, veo en él un alma pura, pero fuerte; un talento innato que se pulirá con el tiempo... Recuerda estas palabras, estás contemplando el nacimiento de una estrella.
—¿Cuándo me dirás qué fue lo que viste en él? —indagó curioso.
—Sebastien, nunca hagas una pregunta de la cual no estés preparado para su respuesta —dijo con seriedad.
La expresión del músico cambió, guardó silencio y bajó su mirada pensativo. De pronto, la puerta del camarín se abrió, era Gerard.
—¿Pudiste averiguar algo? —preguntó Sebastien inquieto.
—Sí, el hombre que nos atacó fue contratado por el hermano del bastardo, al parecer siguen tras nosotros —respondió molesto—. Imagino que busca vengar su muerte.
—Eso significa que ya lo saben —señaló nervioso.
—Es una posibilidad y considerando que la señorita Josephine era el objetivo, quizá vuelvan a intentarlo ya que su plan fracasó. ¿Qué haremos?
—Por ahora nada —dijo la artista—. No tienen pruebas, de tenerlas, ya habría un grupo de hombres intentando quemar el teatro. Dudo que estén dispuestos a arriesgar su nombre y posición al quedar como dementes. Sólo debemos tener cuidado y estar alerta. ¿Ocultaron bien el cuerpo verdad?
—Sí, tal como nos indicó.
—Me preocupa que esto siga creciendo hasta el punto que no podamos existir.
—Lo haremos —aseveró Josephine.
—Hermana, para ellos sólo somos una extraña abominación que los perturba. Créeme, si pudieran exhibir nuestras cabezas en sus muros, ya lo habrían hecho. Sé que estás en contra, pero tal vez lo mejor sería…
—Eso me convertiría exactamente en lo que odio —interrumpió—. Además, si alguien más lo supiera, sólo confirmaría los rumores que pudiesen existir. Sin embargo, no permitiré que nos conviertan en su presa Sebastien, antes que eso, seré el cazador. Tengo fe que por su propio bien se detengan, no quiero manchar la memoria de William con más sangre.
El músico cedió a regañadientes.
—¿Cómo sigue Ambrose? —preguntó el barítono preocupado.
—Recuperándose. Hoy despertó.
—¡Eso es maravilloso! —exclamó con alegría—. ¿Puedo visitarlo?
La artista dudó por unos instantes.
—Antes de venir aún podía percibir el aroma a su sangre, pero es probable que al atardecer haya perdido intensidad.
—Me alegra escuchar eso —sonrió—. Entonces iré cuando el sol se haya ocultado.
—Sólo recuerda no estar mucho tiempo, es mejor no arriesgarnos.
—Comprendo, lo haré.
***
Por más que lo intentaba, el tenor no lograba librarse de la confusa sensación que lo afligía, un inusual malestar que trascendía su herida y que parecía invadirlo por completo. Tumbado en la cama, se sentía prisionero de sus sentimientos, de un inesperado enojo que se vio obligado a disfrazar. Quizá su afecto era más profundo de lo que él mismo pensaba, o tal vez era precisamente esa imposibilidad de amarla lo que hacía exacerbar su emoción. De cualquier modo, debía salir de ese sitio, escapar de su amor, si quería evitar salir lastimado. Concluyó que lo mejor sería distanciarse de ella, hasta ser capaz de mirarla sin que su corazón se agitara.
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Editado: 04.10.2021