Eternamente 4

El amor trasciende tiempo y espacio.

El significado de los números ha fascinado a la humanidad desde sus comienzos.

Desde distintas perspectivas, los hombres trataron de conectar su existencia con los números en pos de encontrar un significado y una razón de ser a su paso por esta vida.

Alberto e Ivana llevaban más de veinte años casados, con una familia compuesta por 4 hijos pequeños. La vida para ellos nunca fue fácil, pero siguieron adelante bajo el manto mágico que tiende el verdadero amor sobre las almas gemelas, aquellas que estuvieron desde la eternidad destinadas a estar juntas, aún después de la desaparición física de alguno de ellos.

Pero sin duda, la vida está llena de magia y con frecuencia empieza a crear canales de comunicación entre aquellos que se quieren, en cualquier rol en que eso suceda: padres e hijos, pareja, amigos, abuelos y todo el infinito universo de relaciones humanas y, por qué no, de aquellos lazos que creamos con otros seres, como nuestras mascotas.

Es así que, después de su tercer hijo, la pareja había conformado definitivamente su familia… o eso creían. Porque pronto se enteraron que estaba en camino el cuarto niño, Martín. La noticia les causó sorpresa y estupor y, además, cierta preocupación, dado que la situación económica y laboral del matrimonio iba en descenso. Pero el cuarto hijo traía un soplo de frescura y esperanza.

La vida cotidiana siguió transcurriendo normalmente. Y como todos los plazos se cumplen, un 4 del 04  llegó Martín, a las 4 de la tarde con 44 minutos, en la sala número 4 del hospital.

Ya instalados en el hogar con el nuevo integrante de la familia, Ivana y Alberto revisaron los papeles del niño, quien había sido registrado en la “Oficina del Registro Civil número 4, folio 44, con DNI 44 millones….”. Y es a partir de aquí que comienza a tejerse el devenir de la vida, entrelazada con la muerte, ese punto final que marca el comienzo de una nueva existencia, aunque no podamos corroborarlo fehacientemente.

Desde esta aparente coincidencia, la pareja comenzó a buscar otras, que habían estado allí y habían pasado desapercibidas. Encontrarlas parecía solo un juego, un capricho del destino, nada de ello tenía relación entre sí, solo un puñado de datos inconexos, pero llamativos. Las primeras hijas de las hermanas de Ivana, incluida la propia, habían nacido con 4 meses de diferencia, el número de la casa y cada una de las vivencias diarias estuvo signada por la aparición de este número, pero sin mayor significado. Nada sucedió en relación al 4. Solo se trataba de un juego inconsciente, una casualidad, pero significativamente frecuente.

Algunos años pasaron, con alegrías y desavenencias, en un fuerte esfuerzo compartido para sobrellevar la ardua tarea de mantener una familia numerosa y una pareja estable. Ambas cosas se concretaban bajo ilusiones y esperanzas de un futuro mejor, más cómodo y justo, sin sobresaltos y con menos limitaciones económicas.

Pero el devenir de la vida a veces es incomprensible, inexplicablemente cruel, devastador.

Una mañana de octubre  Alberto se encontraba en su trabajo cuando sintió un fuerte dolor, producto de un cólico intestinal que lo obligó a la internación, a la vez que su esposa recibía el duro diagnóstico: pancreatitis aguda necrosante, “de alta mortalidad, difícil de tratar”, dijeron acertadamente los médicos especialistas en gastroenterología.

A partir de ese momento, la vida de esta familia se oscureció por completo. Los pensamientos de Ivana viajaban rápidamente entre los motivos que despertaron la enfermedad de su marido: la pérdida reciente de su trabajo, angustia, temor por el futuro, pérdida de la autoestima y otra serie de sentimientos peligrosos que, sin dudas, el cuerpo somatizaría de la peor manera. Durante los días de internación de Alberto, Ivana recordaba que, una noche luego de acostar los niños, ante sendas tazas de café ella le había dicho “este año cumplo 44 y tengo la sensación de que algo me va a suceder y nos cambiará la vida”. Y así fue.

Una mañana la llamaron del hospital, ya todo había terminado. Fue en ese mismo momento cuando Ivana recordó su sueño de la noche anterior: ella bailando un vals con su esposo, como cuando se casaron, ambos felices, jóvenes, sonrientes, él particularmente dichoso y sano, la besaba tiernamente en los labios y en la frente, mientras ella le preguntó “vos no te irás a ir, no?” A lo que él contestó “yo nunca me voy a ir”. Sobresaltada, la mujer se despertó y miró la hora en su radio reloj: las 4 de la madrugada con 44 minutos.

Luego de las exequias, la madre con sus 4 niños (la mayor de 14 y el menor de 7 años ) emprendió la tarea del regreso al hogar, conmovida profundamente por esos 4 pares de ojitos que se enfrentaban con dolor a una vida incierta, con  el peso de la ausencia. Al abrir la puerta de la casa, ella sintió fuertemente la presencia de su esposo, desde otro plano, con sus brazos abiertos dándoles la bienvenida y cumpliendo cabalmente la promesa casi pos mortem: “yo nunca me voy a ir”. La sensación de esa madre fue como si un terrorista abriera la puerta de la sala donde se reunía la familia y les tirara una granada. Todo lo que quedaría sería destrucción y pena. Dolor.

El tiempo pasó y todo lo acomodó para bien y eso sucedió a esta familia. Ivana recuperó el trabajo y la profesión a los que años atrás había renunciado para cuidar a su numerosa familia, mientras que y los hijos crecieron normalmente.  Sin embargo, es aquí donde cierran todos los nudos de esta historia: a partir del momento de la muerte de Alberto, Ivana notó que aparecían en su vida los números 4, 44, 444, 4444, etc. Estaban en las patentes de los autos, en las páginas de los diarios, en los tikets del supermercado, en los turnos del médico, en carteles indicadores… Y entonces cayó en la cuenta. La aparición sin mayor explicación del número 4 en la vida de la pareja y su familia comenzaba a tener sentido. Lo que en otro momento se perfiló como un simple capricho del destino, un pasatiempo del matrimonio,  fue la construcción de un código, un lenguaje, un lazo invisible, un canal de comunicación extrasensorial entre dos almas afines más allá del tiempo. Desde ese mundo paralelo al que él la llevará cuando su cuerpo toque el fin natural de la vida. De manera que en adelante, cada 4 y sus combinaciones 44, 444, 4444 y demás significaron para Ivana que su esposo aún estaba y la acompañaba sin interferir para cumplir su promesa: “Aquí estoy, mi amor. Yo nunca me voy a ir”.



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En el texto hay: familia real

Editado: 15.02.2021

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