— Siomara, hemos llegado. — Bennet interrumpe momentáneamente mis pensamientos.
Se detiene frente a la puerta del patio trasero del reclusorio y me mira con una sonrisa gigante.
Suspiro.
— Muchísimas gracias por todo, en verdad. — Le devuelvo la sonrisa y bajo de la patrulla.
Camino -bueno prácticamente corro- hacia la guardería.
El camino hasta haya se me hace eterno, y cuando por fin llego, Kenneth todavía no está ahí, entonces recuerdo que tengo que recoger todas mis pertenencias.
Corro de nuevo hacia mi celda, ignorando los gritos e insultos de algunas chicas con las que llegó a chocar.
Cuando llego ahí, el lugar está vacío, las cosas de London han desaparecido.
— Dios mío. — Murmuro para mí misma.
Vuelvo a salir de la celda, y me cercioro de que sea nuestra celda.
— ¿Dónde estás London? — Me dejo caer en la cama.
Es ahí cuando veo una carta en la mesita aun lado de mi cama.
Me levanto lentamente y la tomo. Trae mi nombre escrito en el exterior.
«Lombardi:
¿Recuerdas cuándo te dije que Taylor iba a ser mi abogado?
Bueno pues hace unos días, a mí también me hicieron una audiencia, específicamente, los días que estuviste en la enfermería.
Nada resulto como Taylor lo había previsto, me dejaron libre, sólo si pagaba la multa que me pedían. Obviamente aquí no tengo nada, así que le pedí a Taylor que buscará a mamá, que ella seguramente lo pagaría. Supuse que se tardaría unas semanas, ya que mamá vive del otro lado del mundo.
Pero, ¿sabes que hizo? ¡Él pago la maldita fianza! ¿Puedes creerlo? Taylor pago la fianza para que pudiera salir de aquí.
Así que hoy, por fin quedó en libertad, y deseo de todo corazón que también Kenneth consiga sacarte muy pronto de aquí.
Buscaré un trabajo, y en cuánto pueda, vendré a verte.
No tengo palabras para agradecerte todo lo que has hecho por mí, sabes que eres la única que sabe quién soy realmente.
Gracias.
Islas.»
Para el momento en que terminó de leer la carta, estoy hecha un mar de lágrimas.
London por fin consiguió salir de aquí. -Bueno con ayuda de Taylor claro está-.
— Te deseo lo mejor del mundo, London. — Me limpio las lágrimas y comienzo a empacar también todas mis cosas, en una bolsa.
Cuando terminó, me dirijo a paso más lento a la guardería.
Dios, aun no puedo creer que por fin London, salió de aquí.
Dónde tanto daño le hicieron. Y yo como siempre, estando ahí para los que me necesitan.
Recuerdo perfectamente el día que llegó aquí.
Toda tímida y nerviosa.
Estaba en el comedor, cuando a lo lejos -en el patio trasero- comenzaba a formarse una rueda de reclusas y se oían muchos gritos. Los guardias no hacían nada, sólo hacían caso omiso a lo que estaba sucediendo con las reclusas. Así que me acerqué muy de prisa, y la vi. Vestida con el uniforme naranja que les dan a las nuevas, su cabello suelto y su labio temblaba. Mercy -una mujer morena, de rastas- intentaba hacerle daño, abusar de ella.
— Es mejor que la dejes en paz. — Ordene.
Todas se giraron a verme, pero mi mirada sólo estaba fija sobre Mercy la chica que tenía acorralada.
— Así que tú eres la que quiere divertirse con esta muñequita. — Arqueo una ceja en señal de desaprobación.
— Esta claro que ella no es como todas las que están aquí, así que suéltala. — Volví a responder.
Mercy miro a la rubia y después la aventó hacia dónde estaba yo.
La rubia de callo de boca debido a la manera en que la empujo contra mí, así que le ayude a levantar y salimos de vuelta al comedor.
— Gra... gracias por lo que...
— No fue nada. Está claro que no tienes ese tipo de preferencias. — Me dedico una sonrisa. — Mejor dime como te llamas, que eso de llamarte chica rubia en mi cabeza, no me gusta.
Suelta una risita y nos sentamos a comer.
— Soy London Islas, mucho gusto. — Me tiende la mano y se la tomo.
— Un gusto London Islas, soy Siomara, Siomara Lombardi. — Le tiendo un poco de mi comida y nos disponemos a comer.
Editado: 29.04.2019