Ya es la media noche y Kenneth no ha regresado, desde que salió furioso del departamento.
Max se quedó en la habitación de London, así que supongo, ya están dormidos, mientras que yo, no logro conciliar el sueño.
Mi vista fija en el reloj, justo arriba de la puerta de la habitación.
«¿Que habrá pasado?» Me repito la misma pregunta una y otra vez.
En la tarde Kenneth dijo que jamás se atrevería a ponerle una mano encima a Madison, pero cuando salió de aquí, estaba bastante furioso, ni siquiera sé, si sea capaz de controlarse.
Me levanto de la cama y camino hacia el balcón.
La brisa fresca me golpea en cuánto pongo un pie afuera.
- Said... - Su nombre sale de mis labios acompañado de una pequeña lágrima.
No se supone que es en él, en quien debería estar pensando ahora. Pero no puedo evitarlo.
Desde la última vez que lo vi en la audiencia, no me había tomado el tiempo para pensar en él como ahora.
¿Qué estará haciendo ahora?
¿Con quién?
¿En dónde?
¿Seguira boxeando?
¿Me pensará?
Tantas preguntas y sólo una respuesta.
Said no me quiere. No al menos como yo a él.
Me recargo en el barandal y dejo que el aire se cuele por cada poro de mi piel.
Es tanto el amor que sigo sintiendo por Said, que me duele, me duele hasta la médula, y lo peor de todo, es que no puedo hacer nada para evitarlo.
No se si algún día volveré a verlo.
No se si algún día me dirá toda la verdad, pero mientras eso sucede, quisiera que el amor que le tengo, me deje seguir sin problemas.
Quiero dejar de pensarlo de la manera en que lo hago.
Él quiso ser parte de mi pasado, y ahí es a donde pertenece, y en donde quiero dejarlo.
Quiero dejar de pensarlo para poder seguir con mi vida, y dejar de estancarme en el ¿que hubiese pasado sí...? ¿que sería de mi vida si...?
«Quiero olvidar todo lo que me hiciste sentir Said.» Murmuro.
Y entonces en vez de que deje de recordarlo, sus palabras, sus besos, sus caricias, se repiten una y otra y otra vez en mi cabeza.
«Eres mía.»
«Eres mi luz.»
«Te amo.»
«No me dejes nunca.»
«Mi bonita.»
- Said... - Me dejó caer al suelo y envuelvo mis piernas con mis brazos, mientras las lágrimas y los recuerdos, se repiten mil veces en mi cabeza.
- ¿Quieres dejar de amarme? - Su voz.
Me quedo petrificada al escucharlo.
Quiero pensar que esto es sólo una locura, y que estoy alucinando todo. Pero no, Said está parado a unos cuantos metros de mi.
Dios, él está aquí.
Levantó la vista encontrándome con sus ojos azul celeste, pero esta vez, no están iluminados como siempre, están... tristes y vacíos.
- ¿Que haces aquí? - Los espasmos en mi cuerpo apenas me dejan hablar.
- La puerta de abajo, estaba abierta. - Miente. - ¿Puedo sentarme? - Señala un espacio al lado de mi.
Lo miro un instante y asiento.
- No has respondido a mi pregunta. - Vuelve a hablar mientras se acomoda a mi lado.
- Si, quiero dejar de hacerlo. - Despego mi vista de él y me quedó mirando un punto fijo en la pared.
- ¿Porque? - Se límita a preguntar.
Me encojo de hombros y me limpio las lágrimas.
¿Enserio? ¿Para eso vino? ¿Para cuestionarme?
- Aún lejos, me sigues doliendo. Y yo no puedo vivir así, no quiero vivir así. - Me encojo en mi lugar y coloco mi barbilla arriba de mis rodillas.
Puedo escuchar su respiración agitada, el sonido de sus dedos chocando uno con el otro.
- No lo hagas. - Frunzo el ceño y lo miro. - No lo hagas. - Repite.
- No hago, ¿que? - Pregunto y el suelta un gruñido.
- No dejes de amarme. Por favor. - Me mira y sigue siendo su mirada triste y vacía.
- ¿Lloraste? - Ahora que lo digo, sé que es así. Tiene los ojos irritados y la nariz un poco congestionada.
- Si. - Despega la vista de mi, para bajarla a sus manos.
El silencio vuelve a hacerse presente, pero ya no parece un silencio incómodo, al contrario.
Sólo nosotros, con nuestras voces, amenazando con pronto romperse, nuestras respiraciones dificultosas, y un montón de preguntas atoradas en la garganta.
- ¿Porque? ¿Porque no debo dejar de amarte? - La pregunta sale, sin siquiera formularla, pero no me arrepiento de ello.
- Aún no puedes saberlo. - Lo veo de reojo negar con la cabeza. - Sólo... Demián te buscará de nuevo, pero no creas ni una sola palabra de lo que te diga, sólo haz lo que te pida, haz...
- No, Said. - Me alejo de él de golpe y me pongo de pie. - No volverán ni tú, ni él a controlarme. - El labio inferior me tiembla. No puedo llorar, no más. - Ya estoy, hasta la madre de que tú y él, se la hayan pasado dándome ordenes todo el maldito tiempo. ¿Y para que? - Me mira y parece confundido. - Para que me llevaran a la cárcel durante ocho años, por tú culpa. - Lo señalo y automáticamente su mirada se transforma y una lágrima corre por su mejilla.
Editado: 29.04.2019