Pude sentir el silencio incómodo que se había instalado en la sala. Nadie sabía qué decir. Por un lado estaban mis amigos y la familia de Alina que sabían nuestra historia. Ellos esperaban la reacción de alguno de nosotros para saber cómo actuar. Por otro lado, estaban Emilia, Carter y Dylan. Ellos no entendían qué pasaba y habían preferido mantenerse al margen en silencio. Ryan y yo seguíamos mirándonos, analizándonos, retándonos con la mirada. Si en este momento, en la sala, caía un alfiler era posible que se escuchara. La tensión era tan palpable que se podía cortar con un cuchillo.
Al ver que nadie diría nada decidí ser yo quien rompiera el silencio.
—¿Mi habitación es la de siempre?
—En realidad… —Comenzó diciendo Alina un poco incómoda — hubo un ligero problema con el tema de las habitaciones…
Escucharla hizo que rompiera el contacto visual con Ryan y volteara a mirarla con el ceño fruncido.
—¿Cuál? —dije con más brusquedad de lo que pretendía.
—El orden de las habitaciones se vio alterado por la vuelta de Ryan y los nuevos invitados, todo en un mismo día —explicó Adam buscando calmar las aguas.
—Entonces, alguien va a tener que compartir habitación. —completó Diana.
—¿Cómo? —dije confundida.
—Bueno — Volvió a intervenir Alina— Son seis habitaciones. Mis padres, obviamente, duermen juntos, Emilia y Jordan estarán en otra habitación, Cameron y Sofía en otra, junto con Carter estaremos en otra y Ryan en la suya. Entonces, sobra un dormitorio y falta ubicar a dos personas.
Mi cabeza se sentía embotellada, era un remolino de pensamientos. Repetía mentalmente lo que habían dicho con la esperanza de haber comprendido mal, con el deseo de haber comprendido todo mal. Me sentía mareada, que el oxígeno no entraba en mi cuerpo. En definitiva, iba a entrar en pánico en cualquier momento y no sabía si esta vez podría controlarme.
—Deberás dormir con Ryan o con Dylan. —finalizó.
Los miré a ambos horrorizada ante cualquiera de las dos opciones. Ellos también me estaban mirando a mí, aunque no de la misma manera, y yo solo comencé a negar con la cabeza.
—No hay manera. —sentencié con firmeza — ¿No pueden dormir Dylan y Ryan juntos?
Ambos se miraron frunciendo el ceño y arrugando la nariz con desagrado. ¿Por qué se caían mal si no se conocían? Era solo dormir, no tenían porque tocarse o hacer cualquier otra cosa.
—De ninguna manera —espetó una voz ronca que reconocería en cualquier lado y transmitió un escalofrío a mi espina dorsal — No compartiré habitación con él, sin ofender. —aclaró levantando una mano señalando a Dylan, quien lo miró con desagrado.
—¿Y conmigo sí? —pregunté incrédula mirándolo.
Me dio esa sonrisa pícara que conocía tan bien y sabía que lo que diría a continuación no me favorecería. Es más, sabía que aquello que dijera me haría desear no haberle preguntado nada en un principio.
—No me importaría — Se encogió de hombros. Apoyó su mano en la baranda de la escalera en una pose despreocupada. — Ya hemos dormido juntos y también hemos hecho otras cosas un poco sub…
—¡Ryan! —intervinió Adam interrumpiéndolo, con tono de advertencia.
Tuve tantas ganas de golpearlo que no podría explicarlo. No estaba roja, estaba bordó. Sentía la mirada de todos sobre mí y no sabía en dónde meterme. Tenía mucho calor. Empecé a rascarme la nunca nerviosa sin mirar a nadie en particular.
—Carter puede dormir con Dylan y yo con Alina. —propuse mirándola.
Alina se removió en su sitio incómoda. Me dio esa mirada con sus grandes ojos azules y no hacía falta que hablara para que entendiera lo que me quería decir. Ella quería dormir con Carter. Maldita sea. La miré desesperada abriendo mis ojos para que me salvara de esa situación. No podía dormir con ninguno de los dos. Además, había sido su idea y fue ella quien decidió invitar a nuestros acompañantes. Este problema era su culpa.
Cuando vi que no había manera de que me salvara del problema en el que ella me había metido se me ocurrió otra opción. Miré a Jordan con la esperanza grabada en todo mi rostro.
—Lo siento, Harper, yo quiero dormir con Emilia —dijo con sinceridad y mirándome con pena.
Empecé a sacarme mi pañuelo y la chaqueta. Estaba entrando en calor. Esto no podía ser. No me podía pasar esto a mí. ¿Por qué tenía que elegir entre ellos dos? Notaba las palpitaciones de mi corazón, eso indicaba que estaba demasiado nerviosa y eso nunca era bueno. Bien, pasaríamos al plan D, dado que todas mis propuestas habían sido rechazadas.
—¿El hotel? —pregunté, con un nudo en la garganta, al señor Baker.
—Está lleno. —contestó ladeando su cabeza en un gesto de disculpa.
Apreté mis manos en puños sintiendo mis uñas clavarse con fuerza en mi piel.
—¿Las casitas? Sé que son para 8 personas, pero no me importa pagar yo sola todo el alquiler. —propuse finalmente comenzando a desesperarme.
—También están llenas —respondió con pesar.
Su respuesta me hizo tomar aire con lentitud, contenerlo y largarlo lentamente. Quería romper algo, lo que fuera, estaba frustrada y cansada. Quería llorar. El tema no era compartir habitación con los chicos sino la cama. Sabía que todas las habitaciones tenían cama matrimonial. No podía hacerlo. Podía escuchar la voz de mi madre en mi cabeza diciéndome mil cosas por compartir la cama con un hombre que no era mi pareja. Miré mis manos que temblaban y las apreté en puños. No quería que mis amigos se vieran obligados a cambiar de habitación por mí. Ellos tenían derecho a dormir con quien quisieran.
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Editado: 10.03.2022